El presidente del Gobierno anunció ayer, ante el Comité Federal del PSOE, su decisión de no repetir como candidato a las próximas elecciones generales, que se celebrarán el próximo año, en el supuesto de que no haya un adelanto si finalmente las encuestas se cumplen y la debacle prevista supera los peores augurios en los comicios municipales de mayo. Zapatero se va y lo hace forzado por las circunstancias porque sabe que su giro a la derecha le ha alejado de la base social de la izquierda y hoy carece de crédito y legitimidad para reivindicar los valores del socialismo. Los barones del PSOE celebran su marcha sin disimulo y nadie entre sus fieles le llora, y menos aún le añora. Zapatero estaba ya amortizado. Ha decepcionado a quienes un dia confiaron en sus promesas, pero pienso que sobre todo se ha decepcionado a si mismo. Imagino que le habrá costado asumir que es un lastre para su partido y verse en la necesidad de tirar la toalla tampoco habrá sido un trago fácil. Creo, de todo modos, que su decisión no responde a su única voluntad. El PSOE le consideraba un problema a superar y la pugna por la sucesión estaba en todo su apogeo desde meses atrás. No sé quién será ahora el candidato, pero, en realidad, importa poco o nada. Sea Rubalcaba, Blanco o Chacón hará la misma política económica y social que el todavía presidente. Y eso es lo lamentable y lo preocupante. El debate se centrará, una vez más, en las personas, en lugar de hacerlo en los programas y en las ideas. Así nos va.