Adiós al papel

Publicado el 05 mayo 2011 por Jcgarrido @jcgarridodp
Resulta cuanto menos curioso que, cuando casi todos nos hemos acostumbrado a los nuevos soportes digitales para la música o el cine (aún existe quien se aferra a los vinilos), una ingente mayoría se resista a leer en otro soporte que no sea papel y se niegue a creer que este formato ha de tender a desaparecer.
No obstante y nostalgias aparte, debemos hacernos a la idea de que, antes o después (más bien antes), el papel está llamado a ser sustituido por soportes electrónicos como medio preeminente y mayoritario. Admito que todavía deben de mejorar y hacerse más económicos los lectores, si bien, en su mayor parte, el hecho de que la literatura en formato digital no haya despegado como debiera haberlo hecho obedece al inmovilismo de las grandes empresas del sector, que, con toda justificación, ven amenazada su preeminente posición.
Incluso así, ni la tecnología ni los usuarios van a esperar por ellos, y, si no reaccionan de inmediato y se adecuan al los tiempos, lo que ocurrirá es que su negocio será fagocitado por la piratería, como ocurrió en los inicios del sonido digital con Napster y las redes P2P.
Lo que no pueden pretender los gigantes editoriales es mantener el mismo negocio cambiando el soporte, esto es: vender un archivo digital por casi el mismo precio que cuesta el libro en papel. Parece evidente que el nuevo negocio debe sustentarse en principios derivados de su propia naturaleza y no por imitación de otros con los que poco o nada tiene que ver.
Si tomamos como referencia el negocio de la música, una canción es algo que se consume en poco tiempo, unos pocos minutos, si bien este consumo suele repetirse una y otra vez; por el contrario, un libro es algo que lleva su tiempo consumir y que, por lo común, este no se repite. Por todo lo citado, parece evidente que, si la industria del libro quiere sobrevivir a la piratería, debe ofrecer un soporte personal e intrasferible, de duración limitada ,como si se tratara del préstamo de una biblioteca, y a un precio tan económico que el consumidor no se plantee las inseguridades de la piratería, y ni siquiera la incomodidad de sacar el volumen de la biblioteca.
Con este modelo, parece viable el sostenimiento e incluso el incremento del negocio cambiando el embolso de pocos muchos por el de muchos pocos, y cabe preguntarse el porqué de que la industria tema al cambio como el mismísimo diablo, y la razón es evidente: con este nuevo método, las grandes editoriales no tendrán razón de ser, ya que cualquiera podrá exponer su producto en los servidores de descarga sin necesidad de su bendición y auspicio.
Con el sistema actual, unas pocas empresas deciden qué libros y, sobre todo, qué autores acceden al mercado y cuáles no. Es cierto que existen cientos de pequeños sellos que publican miles de títulos alternativos cada año, si bien estos libros apenas alcanzan unas pocas librerías y su persistencia en ellas es muy reducida (no hay que olvidar que los mayores vendedores de libros en España son las grandes superficies comerciales, que apenas manejan un puñado de títulos).
Es innegable que con el nuevo modelo se producirá un incremento exponencial de la oferta que determinará que sea imposible que el consumidor elija por su cuenta y riesgo entre las miriadas de títulos disponibles, y seguirán existiendo grandes grupos que promocionen a sus autores, si bien, como ha ocurrido con la música, aparecerán gurús que forjen o dirijan el gusto de distintos sectores, algunos independientes y otros, como es inevitable, patrocinados. Es cierto que la literatura pasará de estar en manos de unos comerciantes que sólo se mueven por su lucro personal a ser manejada por una suerte de visionarios cuyos verdaderos intereses y motivaciones desconoceremos, si bien siempre será posible el milagro que se produce en la actualidad en iTunes, donde autores desconocidos y sin el auspicio de grandes sellos alcanzan los primeros lugares en la lista de descargas.