Crónicas de Vestuario. -
“Adiós, amigo”
“Adiós, amigo” es una película de cine negro francés (“polar”, una variante gala muy personal, para los entendidos) en la que dos viejos compañeros de legión que sirvieron en el conflicto de Argelia, se encuentran para asaltar una caja fuerte. Film personal de Jean Herman, con un prodigioso y claustrofóbico guión, cuenta además con dos magníficas interpretaciones de actores infravalorados como Alain Delon y Charles Bronson. Uno trata de buscar en estos días turbulentos explicaciones racionales, pero acaba por darse cuenta cómo el factor humano siempre acaba trastocando escenarios impensables. Y así llegué a esta poco conocida y memorable película. Quizás, dada mi afición al cine negro, podría haberles puesto otro ejemplo como el de “Funeral en Los Angeles” de Jacques Deray, con ese catártico e inesperado final. Y es que el oviedismo ha iniciado esta semana con un inesperado desenlace: la dimisión de Sergio Egea como entrenador de la nave azul.
Podríamos empezar a buscar culpables de su marcha, en un ejercicio de purga poco recomendable dados los momentos trascendentales que vive el Real Oviedo. Podríamos pensar en la idoneidad del final de Sergio Egea al frente de la dirección técnica azul. Podríamos, en fin, intentar entender cómo ha podido suceder esto, que nos retrotrae a momentos de zozobra que ya creíamos superados tras un insoportable periplo en los peores infiernos del fútbol no profesional. Pero no, hoy no es el momento.
Hoy es el día de valorar la figura de un entrenador como Sergio Egea. Un profesional ejemplar y una magnífica persona. Alguien que superó los recelos iniciales, con discreción y trabajo, sin esas retóricas vanas de otros más preocupados por su caché y su imagen pública, con una labor humilde pero constante. Sergio Egea anteponía muchos aspectos que otros condicionan a su persona. Supo mantener el equilibrio, aguantar la presión, administrar el grupo, anular la ansiedad, unir a todos en pos de un objetivo. Con sincera sencillez, sin que esto significase claudicar ante quienes trataron de imponer otros criterios por encima de los suyos.
Quiso la casualidad que conociese a una persona de su entorno ovetense más próximo y que proyectase una entrevista para descubrir su rico lado humano que, por una serie de equívocos, acabó por no realizarse. En esa tarde de junio de 2015, antes de contemplar el amistoso España-Costa Rica, pude descubrir su enorme talla personal. Me impresionó su calidez, pero también su profesionalidad, su discreción y su humildad. Ese señorío lo ha mantenido hasta el último segundo en su periplo azul. Caballero hasta el final, me duele muchísimo su dimisión. No andamos sobrados de referentes y él, sin duda, lo es. Aunque lo hayan empujado hasta el precipicio, quién sabe por qué intereses, Sergio Egea ya forma parte de la historia, de la gran historia, del Real Oviedo, plagada de grandes episodios como pocos equipos de fútbol poseen. Nadie podrá quitarle el extraordinario mérito de haber sacado a los azules del más profundo pozo de toda su gloriosa existencia. Nadie podrá quitarle el mérito de haber sido consecuente consigo mismo hasta el último día como profesional azul. Nadie podrá quitarle el mérito de figurar con letras de oro desde hoy cuando se hable del Real Oviedo. Ha llevado como pocos el nombre de este equipo. Con orgullo, valor, garra. Comunicándonos emoción y el valor del constante trabajo, humilde y sincero. Gracias Don Sergio Egea. Adiós, amigo. Hasta siempre.
MANOLO D. ABADPublicado en el diario "El Comercio" el miércoles 16 de marzo de 2016