Tenías cosas que hacer, farfullaste, sin que a esas horas nadie pudiese imaginar que dirigías tus pasos al charco de sangre y muerte en el que ayer te encontraron ya con el sol alto, revelado, postal primera e imborrable de tu viaje decidido que nos ha dejado blancos, petrificados, estupefactos.
Te has marchado en silencio sin notas ni explicaciones, a tu estilo, de puntillas, por el filo de una navaja que ha rasgado de parte a parte la absurda cotidianeidad de nuestros días.
Quisiera pensar, querido primo, que el viaje ha merecido la pena. Que allí donde te encuentres ya no te alcanzan el infortunio y la pena. Que has regresado, como yo te recuerdo y deseo, a la pureza, a la Luz. A tu risa, tus cascabeles y tus cosas.
Que te vaya bonito. Descansa en Paz, Antonio.