Adiós, chóbenes

Por Sergiodelmolino

Oftalmólogo. Revisión anual.

Tengo los ojos hechos un cisco. A veces pienso que mis visitas al oftalmólogo no son un control para mi tranquilidad, ni un registro estadístico de mi progresivo apagón visual, sino un experimento de laboratorio: mi oculista intenta buscar una explicación a mi anomalía científica, al porqué sigo viendo y me sigo apañando bastante bien.

Es una consulta privada, me conocen desde hace muchos años y hay confianza y trato de favor, soy algo así como un cliente VIP, además de un fenómeno de la naturaleza. Así que me atienden varios oculistas: los adjuntos de la clínica, que me hacen las pruebas de batalla y el capo, que ejecuta los movimientos clave de la sinfonía en su despacho, forrado de títulos de todas las universidades del mundo y con su kilométrica lista de ponencias en todos los países del planeta.

Un horror vacui de diplomas con dos objetivos: dar confianza al paciente y justificar la abultada minuta que se cobra al salir.

Apareció la primera oftalmóloga, que me guió de unos aparaticos a otros.

-Abre el ojo.

Lo abrí.

-Muy bien. Ahora te dilataré la pupila.

Y la pupila dilatóseme:

Luego, el juego de las letras, el dime lo que lees.

La rutina de costumbre, vaya.

-Bueno, en principio, parece que estás igual que el año pasado -me dijo la segunda oftalmóloga, la más simpática.

-Pues yo he notado un empeoramiento. Hasta hace un año y pico, podía leer los subtítulos de una película sin lentillas. Ahora, imposible.

La oftalmóloga simpática se sonrió, y me lo soltó de sopetón:

-Bueno, pero eso es la edad, los años, que no pasan en balde. La musculatura del ojo se va resintiendo. Te vas haciendo viejo.

Intenté sonreír, pero no me salió.

Joder, ¿de entre todos los seminarios y postgrados a los que ha ido esta gente no hay cursillos de rollo psicológico de cómo dar malas noticias? ¿A los oncólogos no les enseñan a decirle con delicadeza a alguien que se está muriendo? Y un oftalmólogo suena casi igual que un oncólogo.

Entonces, ¿por qué me sueltan eso sin algodones, sin lubricante, casi como si fuera un chiste?

Como no me quedé convencido, cuando me atendió el capo, pasados los protocolos y camaraderías de rigor, después de que me pregunte por mi hijo, por mis libros y por el periódico donde trabajo, le volví a plantear el tema de los subtítulos de las pelis.

-Joder, pero lo raro es que fueras capaz de verlos antes.

Vuelta a la sorpresa científica, vuelta al sentimiento de cobaya.

-Son los años, te haces viejo, no puedes pretender ver como a los veinte. Ahora, abre bien los dos ojos.

Eso hice, poniendo una expresión alegre, intentando que no se me notara el disgusto, con esta cara:

Aguanté así hasta que llegué al portal, con las pupilas todavía dilatadas. Esta era mi estampa cuando me derrumbé:

Así me encontró Cris pocos minutos después, cuando vino a recogerme para servirme de lazarillo. Intenté fingir, pero no pude:

-¿Qué te ha dicho el oculista? -preguntó.

No pude contestar. Las palabras se me quedaban enganchadas en la glotis, chapoteaban y se ahogaban, se metían de nuevo en el fondo.

-Ay, ¿ha pasado algo? ¿Qué te han dicho? -inquirió Cris con un rictos de preocupación, tal que así:

Pensé: sé duro, muchacho. No dejes que te vea llorar.

Pero no pude fingir, era demasiado lo que llevaba en el alma. Así que, al final, confesé:

-Me han dicho…

-¿Qué?

-Me han dicho…

-Ay, dios mío, ¿qué te han dicho? ¿qué pasa?

-Me han dicho que… que… que… estoy… que estoy viejo. Que me hago viejo, joder, que empiezo a tener una edad.

Creo que Cris no estaba preparada para recibir ese mazazo, pero aguantó muy firme, muy serena, con la dignidad de una patricia romana antes de ser violada por una cohorte de ostrogodos.

-Qué tontada, chico, ¿eso es todo? -clamó.

Agradecí su esfuerzo por quitarme preocupaciones minusvalorando la noticia, pero en el fondo de su corazón vi una sombra. Algo que antes no estaba allí (¿una sombra, he dicho? Espero que no sea degeneración macular de la retina).

Viejo.

Los días de vino y rosas ya no volverán.

Por ahí afuera, sin embargo, parece que no se han enterado, porque me siguen llamando para saraos de jóvenes, como si yo todavía fuera uno de ellos.

En esta Feria del Libro de Zaragoza, sin ir más lejos. Este próximo jueves estoy en una mesa redonda sobre literatura para jóvenes adultos, o algo asín. La cosa se llama Quiero leer, quiero escribir (dos deseos que ningún padre sensato querrá escuchar de su vástago), y este es el programa, según copio y pego de la información que me han mandado:

A las seis de la tarde, con calor, rodeados de libros y con ganas de hablar, dará comienzo la charla Quiero leer y quiero escribir, en la carpa de presentaciones de la Feria del Libro de Zaragoza. El acto, moderado por Patricia Esteban y Nerea Marco y presentado por ésta última, girará en torno a la literatura juvenil y las nuevas tecnologías, la promoción y difusión de la literatura juvenil en internet y contará con la presencia de escritores, ilustradores y libreros.

Los participantes en la charla son:

  • Sandra Andrés Belenguer: La relación del escritor y el lector a través de internet y las redes sociales.
  • Patricia Esteban: Los primeros pasos de un escritor. La Escuela de Escritores y los talleres literarios.
  • Juan Bauty: La relación del ilustrador y el escritor. Los primeros pasos de un ilustrador y cómo presentar tu trabajo a través de las redes sociales.
  • Ciro Soriano: La literatura juvenil no nació con Harry Potter. ¿Qué existía antes de este boom literario juvenil?
  • Nerea Marco: La promoción y difusión de la literatura juvenil a través de las redes sociales, las nuevas revistas literarias digitales o los blogs especializados.
  • Blanca BK: La promoción y difusión de la ilustración a través de las redes sociales y los blogs.
  • Sergio del Molino: El periodismo literario o la vida social de la literatura reflejada en internet.
  • En realidad, esos son los pies forzados. La idea es que todo el mundo hable de todo y que el público se involucre y tal. Ya contaré más cosas. Después de este sarao, volaré a la caseta de Los Portadores de Sueños, donde estaré un par de horas firmando ejemplares de Malas influencias y de Soldados en el jardín de la paz. Aprovechen, porque es mi única aparición pública en esta feria.

    Si piensan arrojarme huevos y hortalizas, asegúrense antes de que están caducados, que está feo tirar alimentos comestibles.

    Nos veremos el jueves, si llego vivo para entonces o no sufro un achaque propio de mi avanzada edad.