En el horizonte catalán, se vislumbra el fracaso del ‘procés‘ y, en consecuencia, una fuga de votos del independentismo de última hora a formaciones como PSC y Ciudadanos, votos que resultarían imprescindibles para recuperar la hegemonía política que ahora mismo tiene ERC. Votos para mantenerse activo en, al menos, una de las dos variantes de la profesión política, vivir de los presupuestos del Estado (la otra, el latrocinio, está en horas bajas). Votos para evitar que la irresponsabilidad de Esquerra Republicana de Cataluña mande a Quatre Camins (cárcel barcelonesa) a ilustres personajes.
Anda Artur Mas, como buen trilero, fraguando una nueva y flamante marca que, enterrada definitivamente Convergencia Democrática de Cataluña, le permita encajar, embutir y engranar los restos de CDC, al tiempo que amortigua, disipa y desvanece el legado de corrupción indisolublemente asociado a su mentor y protector Jordi Pujol, su fundador. Sospecho que abriga la esperanza que los catalanes seamos los más idiotas de entre los hispánicos. De refrendarse en las urnas, garantizarían décadas de prosperidad a la familia. Otra cosa será que la otra, la republicana, esté predispuesta a ello.
Populares y socialistas, ambos muy necesitados, necesitan que las aguas bajen tranquilas, apuestan por el retorno a la casa común y arriman el hombro. Están dispuestos a salvar el culo de Mas, como hicieran antaño con Jordi Pujol, evitando su encarcelamiento y permitiéndoles robar a espuertas. Intereses, vergüenzas compartidas. Se acabó la independencia. Y, como ya pasó antaño, a menudo, las familias ‘bien’ catalanas hablan español en la intimidad. Las malas lenguas afirman que en casa Mas-Rakosnik lo hacen profusamente.
Adiós Convergencia, bienvenida España.
José SIMÓN GRACIA
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