A lo largo de nuestra vida vamos conociendo a personas que pasan por ella dejando huella. Unas se quedan más tiempo y dejan gran influencia, otras pasan fugaces y no somos conscientes de lo que han dejado en nosotros hasta que no ha ido pasando el tiempo.
Por suerte, pude conocer a Jorge Semprún por un espacio corto de tiempo. Corto e intenso. Hablar con él, escuchar de sus labios contarme su historia, así como las respuestas a mis dudas o preguntas, es uno de esos momentos que no olvidan nunca.
Quizás en aquellos momentos, si hablo con sinceridad, no fue consciente de toda la importancia que aquella media hora podía tener en mi futuro. Hoy, al enterarme de su partida, sé que ha sido mucho más importante de lo que yo imaginé.
A través de sus libros ha intentado enseñarnos sus experiencias, sus miedos, su vida. Pero sobre todo, espero que todo ello sirva para que nunca dejemos de pensar, de utilizar lo aprendido para no caer en los mismos errores del pasado, de luchar no dejando en el olvido, como él, «el olor a carne quemada».
Pero sobre todo, ¡no dejemos que se mueran lejos de su tierra, de su país!
«Veinte años y un día», «La montaña blanca», «Adiós, luz de veranos...»