Gracias Bolli, porque has sido mi familia, mi amigo, mi compañero de juegos, mi compañero de lágrimas, el que me ayudaba a dormir, el que siempre estaba ahí, el que me enseñó a ser cariñoso hasta el extremo, a no diferenciar a nadie ni prejuzgar a nadie y querer dar cariño a todo el mundo por igual.
Me enseñaste a disfrutar de la vida con cosas simples, a querer sin condiciones y que tú si me echabas de menos cuando no estaba.
A posar en las fotos y siempre salir guapo. A dar besos rasposos con lengua. A mover tu rabito corto y gracioso. A maullar solo cuando tu platillo estaba vacío. Y tantas cosas que echaré de menos para siempre.
Adiós mi pequeño Bolli. Te quiero.