Ahora resulta que Leonard Nimoy era humano y no el vulcaniano Mr. Spock, porque acaba de morir a los 83 años de edad en su casa de Los Ángeles, Estados Unidos, y no batallando más allá de las estrellas, en busca de nuevas civilizaciones. No había otro rostro que pudiera interpretar ese personaje porque las facciones angulosas de Nimoy, a las que sólo faltaba añadir orejas puntiagudas, eran las de Spock. De hecho fue lo único que interpretó en su vida, pues no podía existir otro Mr. Spock que no fuera el que daba vida Leornard Nimoy. Y no le faltó trabajo: la serie fue duradera y las versiones cinematográficas, múltiples, dando lugar a que apareciera de manera imprescindible en todas ellas.
Hoy apenas sobreviven mitos y héroes de los tiempos remotos más tiernos, cuando creíamos que con una capa, un antifaz o una nave interplanetaria podíamos enfrentarnos a los enemigos que acechan nuestro mundo. Supermán está cada vez más edulcorado y hasta la capa ya no es roja como sus calzoncillos, Batman sufre traumas y paranoias, la democracia arrinconó al Guerrero del Antifaz por fascista y políticamente incorrecto, y ahora muere Mr. Spock, ese ser imperturbable, fruto de la unión entre una humana y un vulcaniano, cuyos sentimientos humanos afloraban sólo en los momentos clave y emocionantes. Un sentimiento de orfandad envuelve a quienes nos consideramos frikis de todos estos seres, mucho más entrañables y entretenidos que cualquier francotirador de los Seals. Adiós, Mr. Spock, “larga vida y prosperidad”.