Adiós, Misu

Publicado el 17 diciembre 2024 por Belldandy @belldandy_18
Cuando el blog se quedó en este hiatus prolongado por motivos laborales, lo que menos me esperaba era tener que recurrir a él de nuevo en medio del caos y del no parar que llevo desde hace unos meses para hacer esta entrada tan triste. Pero quiero y necesito hacer esto para rendirle un pequeño tributo a mi Misu.

Según empiezo a escribir estas líneas, estoy todavía rota de pena y dolor, pero al menos el golpe inicial más duro ha pasado y creo que puedo teclear y hacer memoria sin hundirme del todo e incluso sacarme alguna sonrisa con los recuerdos que quiero poner aquí por escrito para mi yo del futuro, cuando lo necesite.
Empezando por el principio, Misu ha sido mi "gata okupa" desde hace al menos seis años... Dios, cómo me cuesta ahora pensar en la vuelta a la rutina sin ella por aquí. Ha sido (y todavía es) horrible mirar los sitios donde solía estar y no verla, sabiendo que no va a volver.Todo empezó una tarde en 2018. Volvía de clases particulares de inglés y vi una gata en la calle. Hice por llamarla y se acercó, para mi gran sorpresa. Entré corriendo y le saqué un poco de jamón. Ahí empezó todo. Esa misma tarde ya se me subió al regazo por primera vez y desde entonces fue mi gata, aunque no pudiésemos acogerla del todo. Tengo dos perretes y Bruno no la aceptó nunca.Poco a poco fue entrando cada vez más en nuestras vidas. Al principio era sacarle comida en el porche que tenemos entre la calle y el jardín, es decir, más fuera que dentro. Me acababa poniendo un abrigo y me sentaba fuera con ella encima. Cuando sacaba la basura, me seguía hasta el contenedor y luego volvía corriendo antes que yo. La vi matar alguna cuca en la calle (ugh...). La subía al capó de mi coche y se restregaba contra la antena o hacía el tonto en el hueco de los limpiaparabrisas. Muchas tardes estaba en ese porche o bajo el coche de mis padres y salía a recibirme, sabía cuál era mi coche.Algunas veces, Nero, mi perro más pequeño, conseguía salir. Se quedaba mirándola encima mía, la olía, le movía la cola con ganas de juegos. Incluso llegaron a jugar a dar vueltas alrededor del coche. También, un par de veces al menos, Misu me siguió calle arriba y abajo cuando llamaba al chucho que se había escapado para dar un paseo. Mi primera foto de ella, con Nero, en el porche.En 2019 fui al último Salón del Manga de Barcelona al que hasta el momento he ido. Mi madre se quedó a cargo de ponerle esos días de comer, ya le había tomado ella también cariño a la gata, aunque no se podía quedar fuera tanto rato como yo. Cuando hablamos una de las noches, creo que la segunda, me dijo "¿A que no sabes lo que tu gata ha hecho? Me ha traído un regalo... un ratón. Salgo y la llamo, la veo bajar la calle y veo cómo le asoma algo por la boca, algo largo. Cuando está más cerca vi lo que era: un ratón con su larga cola. Le solté el plato corriendo y me metí para dentro. No sé qué hizo después". Lista como era, no sé si se dio cuenta del susto de mi madre o no tuvo más ganas de cazar, pero esa fue la única vez que hizo lo de traer un "regalo".

Algunos sustos con coches después, más por Nero que por ella, decidí que se acabó lo de estar en la calle. Los chuchos se quedarían encerrados dentro de casa el rato que ella estuviese por las tardes-noche en el jardín y así ha sido hasta ahora, en que por las tardes tenía su sitio cogido en la jardinera junto a la entrada. A partir de entonces también se empezó a hacer amiga de mi padre, que pasaba y la acariciaba mientras daba paseos por el jardín. Por cierto, probamos a comprarle algunos juguetes, pero se asustaba de todos. En cambio, se volvía loca jugando con varas secas de gladiolos. Se hacía las uñas en el tronco de un rosal y cuando salían las hojas largas de unos bulbos se escondía debajo. Me he tenido que curar no pocos arañazos de juegos durante esas tardes.

En algún momento del invierno de 2019-2020 conseguí que fuese entrando poco a poco en casa. Claro, para eso teníamos que encerrar a los chuchos del pasillo hacia los dormitorios. Al principio ponía un puf en el hall de entrada. Recuerdo que me sentaba con ella con una manta y veía desde ahí capítulos de Supernatural. No duró mucho la cosa y acabó descubriendo que los sofás eran más cómodos. Y menos mal, porque acababa cuadrada yo ahí sentada. Y desde entonces la rutina quedó establecida: por las tardes tomaba una "merienda" en la jardinera, por las noches entraba después de que cenásemos y hasta que nos acostábamos. Comía, dormía, jugaba y al menos esas horas (unas pocas, que tenemos un horario peculiar en mi casa), estaba tranquila y bien.Misu siempre pedía su comida en la puerta de la cocina, sentada y maullando con más o menos insistencia, pero nunca saltó a la encimera a robar nada de los platos. En todas las navidades que pasó dentro de casa, nunca hizo por acercarse al árbol o al belén. Tampoco intentó atacar a nuestro canario, una vez que la regañamos para que dejase de observarlo, se olvidó de él. Fue una gata maravillosa.Su nombre, por cierto, salió como abreviatura de "Miss Yuna", pues en el FF X-2 al que estuve rejugando, un personaje lo pronunciaba casi como "Michuna", de ahí vino la asociación de ideas. Y es que era toda una señorita elegante y cariñosa.Por supuesto, soy consciente que esa situación no era lo ideal. En verano no había problema, pero en invierno nos daba pena cuando tenía que irse por las noches. Al menos vivo en el Sur, en Málaga, y muy cerca del mar, así que los inviernos son suaves. Y los pocos días de lluvia que tenemos por aquí esperábamos hasta que escampaba un rato, aunque a veces eso nos hacía acostarnos a las tantas. Pero no había mucho más que pudiésemos hacer o, al menos, no se nos ocurrían alternativas mejores.Siempre pensé que, por edad, Bruno fallecería antes que ella, pues ya va camino de 14 años, y entonces la podríamos adoptar del todo. Y si no, si ella daba alguna muestra de estar mala, la podríamos llevar al veterinario. Estando buena, rápida, joven y fuerte como era, dudo que la hubiésemos podido meter en un transportín. Además, su hora de aparecer era por las tardes, cuando ya la clínica cierra... No sé si todo esto que digo no son más que tristes y patéticas excusas que yo misma me pongo. Siempre voy a tener la espina clavada de si no podríamos haberlo hecho de otra manera. ¿Si al principio del todo no le hubiese dado jamón, habría encontrado por la urbanización una familia que la pudiese acoger en condiciones? ¿No habríamos podido conseguir que Bruno la aceptase de alguna forma? No puedo evitar darle vueltas a esto.Claro que no contaba con la forma tan rápida en que se ha ido. Desde el pasado junio, he estado trabajando en un pueblo de Jaén. Hasta ahora, casi todos los fines de semana he ido y vuelto, son unas dos horas de camino. Termino el viernes, vuelvo al piso que he alquilado (menos mal que ahí son baratos los alquileres), almuerzo, descanso una breve siesta, limpio un poco, empaqueto lo que tengo que llevar y cojo el coche para llegar a casa a la hora de cenar. El sábado y domingo por la mañana hago compras, algunas tareas aquí para ayudar a mis padres, adelanto algo del trabajo, y salgo de vuelta para Jaén para estar allí con el tiempo de sacar las cosas del coche, ordenar, ducharme, cenary acostarme. Un ritmo bastante frenético de poco descanso que se ha terminado ahora, a mediados de diciembre. El último sábado que la vi todo fue normal con mi Misu. Merendó y después pasó la noche en casa. Se durmió encima mía, como siempre, mientras yo también cabeceaba en el sofá. Me dormí y no llegué a verla irse, algo habitual en esta racha que he tenido. Qué horror es pensar a toro pasado en lo poco significativo o destacado que es la última vez que estás con ese ser querido que ya no vuelves a ver. Y es que los domingos no solía verla en estos meses porque pillo carretera antes de su hora de merienda. Lo que ahora maldigo el no haber esperado a verla, el no haberla llamado... No haberme despedido.Según me contó mi madre a la noche de ese domingo, la llamada que siempre nos hacemos antes de irme a dormir, vino a merendar, pero aún no había aparecido. Me dormí sin darle importancia, a veces venía más tarde. Pero a la tarde del lunes, me dijo que no llegó a aparecer en toda la noche. Tampoco en todo el lunes. Y tampoco en todo el martes. Me fui a dormir temiendo ya lo peor y con la incertidumbre de que, igual que nunca supimos de dónde salió, tampoco sabríamos lo que habría sido de ella. Y con el extra de miedo por la alerta roja que había en la provincia para el día siguiente. No fue así. De madrugada del martes al miércolesme llamó mi madre. Había aparecido muy malita y gracias a un vecino que no conozco (y bendito sea) pudieron llevarla al veterinario de urgencias. La última noticia que me dio más tarde fue optimista y pude dormir. La primera que recibí por la mañana fue casi definitiva. Para la tarde se confirmaba lo peor: no reaccionaba a ningún tratamiento y estaba sufriendo. Tuve que dar el permiso para que le pusieran fin a su dolor. Desde la distancia y sola. Ni siquiera podía coger el coche y darme un viaje rápido de vuelta en plena alerta roja para poder estar con ella y despedirme. Y si yo lo pasé mal, mi madre no se quedó atrás. No solo por haberla visto mal, sino porque al no estar yo por aquí, era su compañía nocturna. La verdad es que nos ha hecho polvo a las dos. ¿Cómo demonios se pudo poner tan mal entre el domingo por la noche y el martes? ¿Dónde estuvo que no acudió a las llamadas de mi madre que podría haberla ayudado? Sólo nos queda el pequeño consuelo de que mi madre le pudo dar un beso, la pudo coger, darle ánimos y se hizo todo lo que se pudo por salvarla. Eso debería servir de algo, pero ahora mismo, no me alivia nada.Han sido unos seis años muy bonitos con ella. Momentos de infarto cuando creíamos que Bruno la podía pillar, momentos de risas con sus juegos y, sobre todo, momentos de mucha ternura, porque ha sido una gata buenísima, tranquila y mimosa. Muchas gracias por todo lo bonito que nos has dado y perdónanos por no haber podido hacerlo de otra manera. Siempre estarás con nosotros, Misu.