Era suyo, suyo para siempre. Ella era su vida. ¿Cómo soportar que aquello se acabase? Le dolía. ¿Era la muerte igual de dolorosa? Suspiró. No se atrevía a abrir los ojos. Se la imaginaba envuelta en los tules de aquel traje blanco, digno de su princesa, que reposaba sobre la cama y que, en un gesto infantil, le había mostrado con el rostro radiante de ilusión. Giró con el vestido abrazado contra su corazón. ¿Te gusta? le preguntó desde su nube. ¿Qué si le gustaba? ¡Ojalá fuera él el que la esperase en el altar!
Era suyo, suyo para siempre. Ella era su vida. ¿Cómo soportar que aquello se acabase? Le dolía. ¿Era la muerte igual de dolorosa? Suspiró. No se atrevía a abrir los ojos. Se la imaginaba envuelta en los tules de aquel traje blanco, digno de su princesa, que reposaba sobre la cama y que, en un gesto infantil, le había mostrado con el rostro radiante de ilusión. Giró con el vestido abrazado contra su corazón. ¿Te gusta? le preguntó desde su nube. ¿Qué si le gustaba? ¡Ojalá fuera él el que la esperase en el altar!