En diez años, los Sancamaleón sacaron tres discos muy parejitos, sin canciones de sobra y muy distintos el uno del otro. Cosecharon éxito en el tamaño que la década se lo permitió a grupos originales: cuando se proyectaban como una de las bandas under con más posibilidades de irse para arriba, el efecto Cromañón se los llevó puestos (paradójicamente, ese mismo día tocaban en Cemento, el otro antro del propietario del tristemente célebre boliche). Más allá de eso, cosecharon una audiencia (?) más que interesante y lograron rotación en los canales de música por sus excelentísimos videoclips.
Yo llegué a ellos por ahí, cuando Cancionero para niños sin fe estaba calentito y sus temas El camino y La venganza de la Pachamama rotaban en Much Music (siempre de la medianoche para arriba). Me parecían tan buenas ambas canciones que me arriesgué, como se hacía hasta tiempo antes de tener bancha ancha -o lo que sea en el hogar que permita bajar un disco-, y compré la única copia que había en el Musimundo de San Miguel.
Al tiempo los fui a ver, el disco resultó estar excelente como esas dos canciones; y con mi amigo Ari paseamos por San Isidro un par de veces hasta encontrar el teatro Stella Maris, donde los señores ancianos (propietarios) que lo atendían, te servían una cerveza de cuatro botellas distintas y luego de media hora de espera. También recuerdo algún show en La Trastienda que hoy los despide y en El Teatro de Colegiales.
Después de Cancionero sacaron Polenta y le dieron una vuelta de tuerca a su estilo, que pasó a oscilar entre canciones punkies con letras deformes y otras decididamente cancioneras. Quizá hubo mucha gente que no gustó del cambio, pero a mí me encantó el disco y me pareció una apuesta jugarse a algo distinto después del éxito, en la crítica y con la gente, del debut. Una de las primeras salidas que hice con mi (todavía) novia fue al show que hicieron en el ND Ateneo y, si mal no recuerdo, la excusa era presentar éste disco. El ambiente en sus shows siempre era familiar, tanto que nosotros dos estábamos mezclados entre los familiares del grupo (era un show importante en su historia como grupo y se ve que nadie se lo quiso perder): el señor mayor que estaba al lado nuestro no paraba de saludar al escenario, y el cantante devolvía los saludos como un nieto contento (nunca sabré si el parentesco era ese).
Para cuando sacaron Afuera, el último de sus álbumes, el blog ya tenía un tiempo y algunas entrevistas publicadas. Pude contactarme con Fede Cabral, su carismático cantante, y llevar a cabo una extensa charla (acá y acá) en la que sospeché que el final de la banda era inminente y confirmé que él era un pibe simple, espontáneo y simpático, tal como se muestra en los shows. Los primeros dos discos los había comprado, éste me lo regaló su autor.
Hoy dicen adiós pero nosotros los vamos a seguir escuchando y recordando como esa banda linda que mezclaba todos los géneros con eficacia y buen gusto, esos pibes que parecían amigos nuestros tocando arriba del escenario (aunque nuestros amigos no toquen así de bien) y esa gente sincera que decidió dar de nuevo y reformularse.
Que sea con éxito, Sancamaleones, ustedes sí se lo merecen.