Otro grande que se nos va. Este domingo 14 de abril nos dejaba Sir Colin Davis tras 85 años de vida fructífera, una de las grandes batutas del siglo XX que ya ocupaba un lugar en la historia, y maestro, más que profesor, en Londres del director asturiano Pablo González que estará con la OSPA estas dos semanas, al que supongo habrá afectado esta pérdida un poco más que a otros.
Director británico en el amplio sentido del calificativo que va más allá de la nacionalidad en tanto que los músicos, como la propia música, son internacionales y pioneros en algo que actualmente se llama globalidad.
Tengo grabaciones con distintas formaciones, muchas con "su" Sinfónica de Londres, que anunció su muerte, y los críticos profesionales le ponen como experto en Mozart o Berlioz, sin olvidar la ópera donde también ha dejado versiones de referencia, pero los grandes, y Davis lo era, tienen el don de hacer suyo cualquier repertorio.
Muy dentro de mí conservo un concierto inolvidable del que guardo cual reliquia el Programa con su autógrafo: Salzburgo, 1990 con la Filarmónica de Viena ¡un 13 de abril!. Al cambio de entonces el coste 800 schillings (¡18.000 pesetas!) que eran una barbaridad pero lugar, orquesta, director y programa bien lo merecían.
Son recuerdos imperecederos y poder estar en uno de los templos musicales no tenía precio, como rezaba la publicidad de una conocida tarjeta de crédito.
Me marcó para siempre el sonido de la orquesta, el clarinete solista, que era su instrumento y como tantos otros, no fue admitido para estudiar dirección en un principio, pero muy especialmente la Segunda Sinfonía de Brahms que tras el último acorde con un silencio sepulcral y respeto como sólo los germanos saben, rebotó en lo más íntimo, provocando unas lágrimas de emoción que mirando al lado se repetían en la cara de mi Tío Paco que me acompañaba y también recuerda este concierto.