Sabemos que está ahí a diario y muchas veces no le damos la importancia que se merece.
Obviamente, desde los que realizamos de forma habitual ejercicio hasta los que lo hacen de forma profesional, sabemos que la nutrición juega un papel fundamental. ¿Pero, sabemos en realidad de qué forma tan directa nos afecta en nuestro rendimiento deportivo?
CÓMO SE SOBRECARGA NUESTRO ORGANISMO.
El cansancio se acumula por momentos. Llegan los resfriados, los pequeños tirones musculares, nos duelen las articulaciones más a menudo de lo que quisiéramos, nuestro sueño no es del todo reparador, dolores de cabeza casi a diario...
El problema llega cuando comenzamos a creer que esto es lo normal. En absoluto es así, nuestro cuerpo es una máquina perfecta, acostumbrada y adaptada a grandes cambios. Así nos lo demuestra nuestra evolución. Estamos adaptados para soportar grandes cambios de temperatura, para tener que soportar épocas de escasez... para ello, la naturaleza tardó varios millones de años. Con la industria alimentaria moderna, nuestra supervivencia está prácticamente asegurada, pero también entraña grandes desventajas para nuestra salud, no estamos ni diseñados ni preparados para el "bombardeo sistemático" de productos químicos, aditivos, pesticidas, transgénicos,conservantes, altas cantidades de azúcar sal y grasas, por citar algunos ingredientes habituales de nuestra cesta de la compra.
El cuerpo ya tiene bastante con lidiar con los procesos metabólicos habituales, como para que encima nosotros le regalemos a diario, durante meses, años y décadas tal cantidad de productos agresivos. Cuando necesitamos energía "extra", como es el caso de una competición donde nuestros sentidos y nuestro físico deben estar al cien por cien, nos encontramos que a veces no podemos. Nos cuesta concentrarnos, nuestro cuerpo no responde como queremos. Los cada vez más escasos nutrientes que nos llegan sumado con toda la carga química, merman nuestras defensas y sobrecargan nuestro sistema. Sentimos que después del trabajo realizado, en momentos claves en los cuales nos jugamos todo, nos fallan las fuerzas.
CÓMO PREVENIRLO.
Obviamente, la respuesta está en comer bien. De sobra sabemos que la comida rápida, precocinada, que los azúcares refinados, la bollería industrial... no deben formar parte habitual de nuestro menú. Hay muchos productos que pueden llevarnos a engaños; por citar rápidamente algunos de los más consumidos:
- Pan "integral":Si leemos detalladamente los ingredientes de muchos panes que nos venden como "integrales" en realidad en absoluto lo son. Es el típico pan blanco con un añadido de salvado. No tiene sentido que quitemos un nutriente a un alimento para después volvérselo a añadir. Del pan blanco obtenemos un pico glucémico de combustión y absorción rápida. Del integral obtenemos todo lo contrario. Nos presta energía de forma gradual y lenta. Debemos prestar mucha atención sobre todo si somos diabéticos. Si no estás seguro de su procedencia, opta por cereales integrales como tortitas de maíz, arroz integral, quinoa, centeno... etc.
- Lácteos: Cada vez son más personas las que están renunciando a su consumo. Las vacas lecheras son inyectadas con medicamentos, antibióticos, hormonas... evidentemente pasan a nosotros mediante su consumo, y eso provoca muchas intolerancias alimentarias. Los análisis de intolerancias a veces no detectan pequeñas reacciones adversas pero que para nosotros sí son notables, sobre todo a nivel gastrointestinal. No sería la primera vez que en mitad de una carrera he visto a personas en serios aprietos por su intestino. Cortado de raíz su consumo de lácteos no han vuelto a sufrir esos inconvenientes. Esto es debido a que muchas personas son ligeramente intolerantes aun sin saberlo; pero la costumbre de tomarlos desde pequeños hacen que no escuchemos las señales que nos envía nuestro organismo. Incluso la leche de vaca ecológica puede darte problemas si eres especialmente sensible. No todos los organismos la digieren. Por suerte existen en el mercado una gran variedad de leches: sin lactosa, de soja, de almendras... Cerciórate de que no llevan azúcares añadidos y de que no son provenientes de cultivos transgénicos antes de comprarlas.
- Huevos: Al ser un producto tan demandado, su consumo debe ser del mismo modo alto. Las gallinas son alimentadas con piensos transgénicos, son enjauladas y no tienen a penas espacio para moverse, les cambian el ciclo de la luz para que pongan huevos con mucha frecuencia... etc. Su contenido en nutrientes es mucho menos abundante debido al brutal stress al que viven sometidos. Fíjate en el color de un huevo de granja y en el de un huevo de campo y entenderás a qué me refiero. Para reconocerlos, los huevos siempre van numerados. Lo aconsejable es que se consuman los que tienen el doble cero (00...), pero entiendo que se nos pueda salir de presupuesto. Además no son tan fáciles de conseguir. Opta por gallinas criadas en semilibertad (01..). Evita los de la numeración 03.
- Embutidos: Sobre todo hay confusión con el pavo/pollo. Tiene poquísimas calorías, nada de grasa, poca sal... pero miramos los ingredientes y vemos una auténtica fila de conservantes E-, aislados de proteínas e incluso azúcar. Se parece más a un alimento hecho en laboratorio que a uno salido de una granja. Lo mismo le pasa a los embutidos de cerdo, salvo que suelen llevar aún más cantidad de sal. Para época de definición/competición mejor ni pensarlo.
- Conservas: Muchos de nosotros utilizamos conservas, sobre todo para el atún, los mejillones, los guisantes... Si no miras la etiqueta adecuadamente estarás echando a tu cesta varias cucharadas de azúcar en los guisantes y más sal que atún en el caso del pescado.
- Pollo: Otro de los alimentos problemáticos. Su crianza no es tan "limpia" como pensamos. Viven con muy poco espacio, alimentados de piensos compuestos, antibióticos, hormonas... En los supermercados cada vez más encontramos pechugas y pollos ecológicos. Se van un poco de nuestro presupuesto, también es cierto. La solución es alternar el consumo de pollo con el de otras carnes que también tienen proteínas de muy alta calidad. Prueba a incluir en tus platos conejo. Su carne no tiene a penas grasa y es muy sabrosa.
- Frutas y verduras: Tan brillantes, tan bien colocadas y tan apetitosas. Muchas de ellas van rociadas de cera para que brillen. Además han sido previamente rociadas con pesticidas para que no las ataquen los insectos ni las plagas. Si las compras de las grandes superficies, asegúrate de lavarlas bien antes de consumirlas. Acostúmbrate a comprar tus frutas y tus hortalizas en las típicas tiendas de barrio, o mejor si conoces a alguien con huerta propia.
- Filetes de panga: La panga tuvo su época de moda. Muy baja en calorías. Todo parece perfecto si seguimos una dieta hipocalórica...Tiene una carne blanca muy apetecible sobre todo para los niños, cuya guerra con el pescado se hace tediosa para las madres. Se crían en aguas altamente contaminadas. Es como si consumiéramos pescado criado cerca de una cloaca. Evita en todo lo posible su consumo. Mucho menos se lo ofrezcas a tus hijos.
Acostúmbrate a leer los etiquetados y no sólo la información a cerca de las calorías o las grasas; hay muchos ejemplos de alimentos poco fiables (transgénicos, muy manipulados...). Si lo que tienes entre las manos se parece más a una lista de productos químicos que a una comida orgánica, déjalo en el estante. Nunca olvides que tu sistema digestivo es la puerta de tu salud o de tu enfermedad.
Controla la procedencia y la calidad de lo que ingieres y estarás protegiendo tu salud; rendirás en tu deporte, en todos los ámbitos de tu vida y sobre todo, cuidando de tu bienestar y del de los tuyos.