Es probable que, de no ser por la cosmética y la manipulación, los políticos figurarían ya como el primer gran problema de España, por delante, incluso, del paro y la crisis económica, curiosamente dos dramas en los que ellos tienen gran parte de la culpa.
Día tras día crece el balance negativo de los políticos y se incrementa la lista de oprobios y daños causados al ciudadano por la casta política. Comentemos hoy dos de ellos:
El primero es el de las recientes inundaciones de este invierno, que han sido especialmente virulentas y dañinas en Andalucía. Los políticos y los medios de comunicación sometidos al poder las atribuyen a las lluvias, pero ocultan parte de la verdad, precisamente la enorme parte de culpa que tienen las administraciones públicas y los políticos en el drama que, tan sólo en Andalucía ha causado daños superiores a los mil millones de euros. La clave de la mayoría de los desastres es que los cauces de los ríos llevan décadas sin limpiarse y que muchos ríos de los que se han desbordado ni siquiera tienen ya un cauce real. El Guadalete, cuyas avenidas han causado estragos en la comarca de Jerez, en Cádiz, tiene hasta hileras de eucaliptos que crecen en el centro de su cauce, convertido en un lodazal y en una maraña de maderas, cañas y desechos arrastrados por la corriente y acumulados durante años. Con sólo unas gotas, el río se desborda. Con los pantanos ocurre algo parecido: se colman muy rápidamente porque sus fondos están llenos de lodo y se oculta a la opinión pública que su capacidad de almacenaje ha disminuido, en algunos casos en más de un tercio. Cuando se dice que existen reservas acumuladas de hectómetros cúbicos para dos años, es mentira porque hay que restarle por lo menos un tercio. En las confederaciones hidrográficas y las agencias de aguas se conoce la dramática situación de los pantanos y los cauces de los ríos, pero los políticos les prohiben decir la verdad. Los cauces, en los que no se ha invertido ni un euro en décadas, están tan mal que no aguantan desembalses sin desbordarse. En el pasado invierno, algunos pantanos abrían sus compuertas justamente cuando caía lluvia para que la opinión pública atribuyera las inundaciones a las precipitaciones y no a los desembalses, otro ejemplo de engaño y mentira al ciudadano.
El segundo drama, ejemplo también de agresión perversa por parte de las administraciones a la ciudadanía, es el de los nuevos artilugios que la Dirección General de Tráfico está colocando en las carreteras, no tanto para cuidar la seguridad como para recaudar a ritmo de vértigo, los dineros que necesita la casta política para mantener su poder y privilegios. Los puntos negros permanecen sin ser arreglados durante años, a pesar de que las estadísticas dicen que allí mueren ciudadanos como moscas, pero, eso sí, los radares cada día son más numerosos y están mejor camuflados y colocados en zonas donde no existe riesgo alguno, sólo para recaudar más. Es todo un abuso inmoral que desprestigia y deslegitima a un poder político que siempre antepone sus intereses al bien común. El artilugio que aparece en la foto del post es el mas reciente "recaudador" presente en nuestras carreteras. Esta maquinita de fotos, aparentemente un inocente indicador de desvío por obras, es realmente un radar encubierto que está siendo colocado precisamente en esas zonas de obras de mantenimiento donde hay limitaciones de 20 Km/h o de 30 Km/h y cazan como moscas a los que van a la deslumbrante y peligrosa velocidad de 40 ó 50 Km/h y le atizan 200,00 euros y un par de puntos. Si pasas, por no haber coches delante, a 80 ó 90 Km/h, la multa puede ser más alta que el valor del coche. Se está utilizando incluso en carreteras sin obras a las que le ponen una limitación, un par de conos y a esperar 300 m más adelante a los pardillos. Las cifras de recaudación son mareantes.
Son únicamente dos ejemplos, pero hay decenas, quizás cientos, que demuestran lo mismo: ¿Son, como dicen, leales representantes de los ciudadanos o depredadores hostiles?
Usted decide.