Ahora, casi 15 años después analizo lo que me sucedía y me doy cuenta de que mis episodios hipomaniacos y depresivos era más largos e intensos. Supongo tiene que ver con la edad y la poca experiencia.
Tenía 15 años y la intención firme de demostrar (no sé a quien) que podía sobrevivir un año completamente solo. Y lo hice, aunque todavía no sé a qué precio. El primer año de la prepa supongo debía ser diferente para todos, pero para mi fue un encuentro conmigo mismo en el que descubrí la música clásica, el jazz y el bolero. Nada que ver con las bandas de rock que en esos días sonaban en la radio.
Descubrí también que me gustaba más leer los libros que me gustaban y no los que me dejaban leer en las clases. A veces prefería saltarme las clases e irme a escribir en las varias libretas que terminé por llenar de pensamientos estúpidos acerca de la muerte y el suicidio. Creo que si alguien hubiera leído eso que escribía se hubieran asustado. En el fondo, estaba pidiendo un poco de ayuda que yo mismo me negaba.
Así también descubrí que me encantaba escribir cualquier cosa, sea buena o mala, aunque siempre la tendencia fue matar a la gente. Me entretenía escribiendo historias truculentas cuyo fin era invariablemente la muerte trágica del protagonista. Eso no me asustaba, más bien me divertía, y me sigue entreteniendo, aunque ya he cambiado un poco los finales.
Cuando acabó ese año, me formé la misión de hacer amigos y no dejarlos ni a sol ni sombra. Ahí vino entonces la segunda etapa de ese enorme periodo de bipolaridad que fue la preparatoria. Entones me incorporé a un grupo de amigos que todavía conservo y quiero. Como parte de ese año de compañerismo, risas y diversión, (que contrastó diametralmente con el anterior), reprobé matemáticas, lo que me orilló a dejar una de mis más grandes y pocas pasiones: el baseball.
El tercer año, ya con las experiencias previas de soledad y de amistad, pude darme el lujo de tirar la flojera, de relajarme y hacer cosas que antes no me permití. Entonces me hice amigo de otro grupo con el que básicamente aprendí a jugar cartas, dominó, billar, un poco de futbol y a tomar.
En casa de uno de ellos, saliendo de clases, me puse mi primera borrachera con dos cervezas. Ahora y entonces, es lo máximo que puedo soportar antes de ponerme a vomitar como un perdido.
En esos años mi familia poco sabía de mi y yo de ellos. Prefería estar en la prepa que en la casa, con los cuates o solo, antes que con mis padres. Supongo que eso era normal. El problema es que incluso con mis amigos tenía problemas porque a veces los mandaba al diablo sin ninguna razón, me alejaba de ellos y dos días después regresaba tan como si nada.
Yo no me daba cuenta de lo que hacía, y a ellos, después de un tiempo, les parecía de lo más normal lo que hacía. "Es sólo Chak" decían entre ellos.
Así recuerdo que fue mi inicio en esto de los episodios bipolares.