Adolf Hitler (o Adolfo Hitler) nació el 28 de abril de 1889 en Braunau-am-Inn, en Austria, cerca de la frontera austroalemana. Su padre, Alois Hitler, trabajaba como oficial de aduanas en el paso fronterizo.
Su madre, Klara Hitler, había dado a luz previamente a otros hijos dentro del matrimonio (Gustav Hitler e Ida Hitler) pero ambos murieron durante su infancia. Adolf Hitler asistió a la escuela desde los seis años y la familia vivió en varias localidades próximas a la ciudad de Linz, al este de Braunau. En 1896, Klara Hitler dio a luz a la hermana de Adolf Hitler: Paula Hitler, que logró sobrevivirle a la Segunda Guerra Mundial.
Adolf Hitler iba cumpliendo años y arrastrando consigo un pobre expediente académico. Terminó dejando los estudios regulares, con la ambición de llegar a ser un artista.
Su padre había fallecido cuando tenía 13 años y su madre Klara les había tenido que criar a él y a su hermana con sus propios medios. Entre los 16 y los 19 años, el joven Adolf Hitler ni trabajaba para ganarse la vida ni estudiaba formalmente, pero había adquirido un interés por la política y la historia. Durante aquella época trató infructuosamente de entrar en la academia de Bellas Artes de Viena.
Adolf Hitler: 1909-1913
Klara Hitler murió de cáncer cuando Adolf Hitler tenía 19 años y desde aquel momento el joven no tenía a ningún familiar que quisiera o pudiera mantenerlo. Por este motivo, en 1909, se mudó a Viena con la esperanza de ganarse la vida de alguna manera. Al año se encontró viviendo en refugios para sin techo y comiendo en comedores sociales.
Se había negado a conseguir un empleo regular y hacia trabajos ocasionales. También vendía algunos de sus cuadros o posters siempre que podía para ganarse un dinero extra que le permitiese mantenerse precariamente.
Adolf Hitler: 1913-1918
En 1913, Adolf Hitler, todavía en una pésima situación económica, decide trasladarse a Múnich en el sur de Alemania. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, se enrola como voluntario en el ejército alemán y es aceptado en el 16.º Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva.
Adolf Hitler combatió con valentía durante la Primera Guerra Mundial y fue ascendido a cabo y condecorado con la Cruz de Hierro de 2.ª y 1.ª clase. Llevaría la última consigo hasta el día de su muerte. Cabe destacar irónicamente que el capitán del regimiento que le había recomendado para la condecoración era judío.
El día del anuncio del armisticio en 1918, Adolf Hitler se encontraba en el hospital recuperándose de una ceguera temporal causada por un ataque con gas realizado por los británicos en el saliente de Ypres. Cuentan que el impacto emocional que sufrió fue terrible y que le marcaría para el resto de su vida, especialmente a nivel ideológico.
Adolf Hitler: 1918-1919
Entre diciembre de 1918 y marzo de 1909, Adolf Hitler trabajó en un campo de prisioneros de guerra en Traunstein antes de volver de nuevo a Múnich. Poco después de su regreso, fue testigo de un intento comunista de hacerse con el poder de Baviera que terminó con el restablecimiento del orden anterior tras la intervención de los militares.
Tras estas turbulencias políticas, Adolf Hitler recibió su primer trabajo político: sería uno de los encargados de persuadir a los soldados que volvían del frente para que no virasen hacia posturas comunistas o pacifistas.
Durante su formación para esta tarea, así como posteriormente, fue capaz de demostrar sus excelentes habilidades oratorias. En sus primeros días dentro de la política, se le pidió que espiase a ciertos grupos políticos locales.
Durante una reunión del Partido Obrero Alemán celebrada en la cervecería Sterneckerbrau de Múnich, Hitler se encendió tras escuchar uno de los discursos que abogaba por la separación de Baviera del resto de Alemania y decidió refurtarlo con un discurso apasionado.
El fundador del partido, Anton Drexler, se quedó tan impresionado con la oratoria de Adolf Hitler que le pidió que se uniese al partido. Adolf Hitler, tras una reflexión, terminó finalmente aceptando la invitación de unirse al partido, que ya contaba entre sus filas con figuras como Ernst Röhm o Dietrich Eckart.
Adolf Hitler: 1921
En 1921, Adolf Hitler se había hecho prácticamente con todo el control del Partido Obrero Alemán (ahora denominado Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o NSDAP). No obstante, no todos los miembros del partido estaban contentos con Hitler.
En julio de 1921, mientras que Adolf Hitler estaba en Berlín, los miembros descontentos propusieron una fusión con un partido de ideología similar en Núremberg, con la esperanza de diluir la imparable influencia de Adolf Hitler.
Tras enterarse de la propuesta de fusión, Adolf Hitler se apresuró a volver a Múnich para enfrentarse al partido y amenazó con dimitir. Los demás miembros eran conscientes de que Adolf Hitler era el que recaudaba la mayor parte de los fondos del partido gracias a las colectas realizadas tras sus discursos y a los donativos que le hacían llegar sus simpatizantes.
Sabían que no podían permitirse el coste económico de su partida. Adolf Hitler logró revertir la situación y obligó a la ejecutiva del partido a aceptarle como el líder formal de la formación, con poderes dicatoriales.
Adolf Hitler: 1923
Hasta noviembre de 1923, Adolf Hitler seguía consolidando su poder dentro del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Durante este período, también conspiró para tumbar al gobierno de la República de Weimar por la fuerza.
El 8 de noviembre de 1923, Adolf Hitler lideró un intento de golpe contra el gobierno bávaro local en Múnich, en una acción que pasaría la historia como el Putsch de la Cervecería de Múnich. No obstante, la intentona golpista no tuvo éxito.
El golpe fue abortado en la mañana del 9 de noviembre de 1923, cuando una columna de 3.000 miembros de las SA lideradas por Hitler y el general Ludendorff (uno de los generales más veteranos de la Primera Guerra Mundial) fueron detenidos en su marcha hacia el centro de la ciudad por la policía armada.
Adolf Hitler había huido del lugar y fue detenido más tarde y acusado de traición: sería condenado a cinco años de cautiverio en la prisión de Landsberg. Lo cierto es que su juicio le sirvió para ganar publicidad y propagar sus ideas.
Durante su periodo la cárcel, Adolf Hitler comenzó a dictarle su ideología y filosofía a Rudolf Hess, que terminarían quedando plasmadas en su obra Mein Kampf (Mi lucha).
Adolf Hitler: 1924-1932
Hitler fue liberado de la prisión de Landsberg en diciembre de 1924, tras cumplir tan solo seis meses de su condena en una confortable celda. Por aquel entonces, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y su prensa asociada estaban prohibidos por las autoridades gubernamentales. Asimismo, Adolf Hitler tenía prohibida la realización de discursos públicos.
El apoyo hacia el nacionalsocialismo estaba en declive en Alemania y su número de votantes en las elecciones cayó de los casi 2 millones en 1924 a los 810.000 de 1928 (lo que les dio solamente 12 diputados de un total de 491 en el Reichstag).
No obstante, al mismo tiempo, Adolf Hitler estaba teniendo éxito a la hora de conseguir más afiliados y desarrolló la organización del partido a lo largo Alemania con ayuda de Georg Strasser, responsable de la organización del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en el norte de Alemania.
Durante este período, Adolf Hitler creó también las SS ( Schutzstaffel), que inicialmente tenían solo la misión de servir como su guardia personal bajo el liderazgo de Heinrich Himmler.
El crack de 1929 se tradujo en una recesión a escala mundial que afectó a Alemania de una manera especialmente dura. Se cortó el grifo del crédito internacional y la producción industrial germana cayó en picado, generando millones de desempleados.
Estas condiciones fueron muy ventajosas para Adolf Hitler y para su campaña nacionalsocialista. En julio del año siguiente, el canciller Brüning, al carecer de mayoría parlamentaria en el Reichstag, fue incapaz de aprobar una nueva ley financiera y se vio obligado a pedirle al presidente Hindenburg la disolución del parlamento y la convocatoria de elecciones para el próximo mes de septiembre.
Adolf Hitler se esforzó mucho durante la campaña electoral y prometió salir de la crisis imperante. Cuando se anunciaron los resultados electorales, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán tenía motivos para el júbilo: había conseguido unos resultados fantásticos que hicieron de su partido el segundo en número de representantes en el Reichstag.
Por aquel entonces, Adolf Hitler había comenzado también a conseguir el apoyo tanto del ejército como de los grandes industriales. Estos últimos resultarían especialmente útiles por el flujo de dinero que hacían circular hacia el NSDAP.
Adolf Hitler: 1933
El penúltimo paso de Adolf Hitler para hacerse con el control absoluto del destino de Alemania se llevó a cabo en la noche del 27 de febrero de 1933, cuando el Reichstag fue pasto de las llamas. El incendio fue casi con total certeza planeado por los nazis (por Göring y Goebbels en particular).
Un comunista holandés, Marinus van der Lubbe, fue el cabeza de turco para el incendio. Lo que Adolf Hitler consiguió fue una excusa para detener a todos los diputados comunistas del Reichstag y para obtener un decreto del presidente Hindenburg por el cual se le otorgaban al NSDAP poderes para recluir a cualquiera que fuera considerado un enemigo del Estado. Asimismo, el decreto presidencial le permitía al gobierno nazi suprimir la libertad de expresión de sus opositores políticos.
A pesar de todo, en las elecciones del 5 de marzo de 1933, los nazis solo consiguieron un 44 % de los votos. Incluso con la eliminación de los diputados comunistas, Adolf Hitler aún no había conseguido una mayoría y se quedaba muy lejos de los dos tercios de votos necesarios para emprender cualquier cambio legal de la constitución alemana que le consolidase definitivamente en el poder.
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/transcoded/a/ac/Hitler_with_kids.webm/Hitler_with_kids.webm.480p.webmAdolf Hitler jugando con unos niños.
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El 23 de marzo de 1933, se aprueba la Ley de Concesión de Plenos Poderes, la cual permitiría quitarle el poder legislativo al Reichstag y transferírselo al gabinete de Adolf Hitler por un periodo de cuatro años.
La ley requería una mayoría de dos tercios, pero fue aprobada fácilmente gracias al apoyo de los partidos de centro y a los nacionalistas, y gracias a la supresión de todos los diputados comunistas y de varios socialdemócratas. De esta manera, Adolf Hitler conseguía final y legalmente hacerse con sus ansiados poderes dictatoriales.
El 14 de julio de 1933, Adolf Hitler proclamó una ley por la que se establecía que el Partido Nazi era el único permitido en Alemania. La nazificación de Alemania avanzaba sin demora. Hitler disolvió todas las organizaciones que no comulgaban con el nacionalsocialismo, incluyendo partidos políticos y sindicatos.
Adolf Hitler: 1934
Tras el ascenso inicial al poder de los nazis, muchos de ellos, incluyendo al lider de las SA, Ernst Röhm, querían ver un cambio mayor en la estructura de poder de la nueva Alemania mediante la toma de control de los grandes negocios, así como mediante la incorporación de las SA como fuerza militar principal de Alemania, con la Wehrmacht como mera fuerza subordinada.
Sin embargo, Adolf Hitler pensaba de manera diferente y quería que la economía alemana estuviese en plena forma, sin hacer grandes cambios a nivel ideológico y potenciando la reducción del desempleo, para poder así rearmar eficazmente a la Wehrmacht. Para Adolf Hitler, las SA eran simplemente una fuerza política y, como mucho, paramilitar.
Además, al cada vez más decrépito presidente Hindenburg no le quedaba mucho tiempo de vida y Adolf Hitler necesitaba el apoyo del ejército si pretendía ser nombrado su sucesor.
En mayo de 1934, Adolf Hitler les propuso a los jefes del ejército y de la marina que suprimiría a las SA y al mismo tiempo aumentaría la capacidad del ejército y la marina siempre y cuando le dieran su apoyo como sucesor del anciano presidente. Los jefes militares estuvieron de acuerdo con las promesas de Hitler.
Por una parte, la brutalidad y los desórdenes causados por las SA eran cada vez mayores y llegaron a un punto en el que tanto el presidente Hindenburg como sus generales más veteranos estaban considerando declarar el estado de ley marcial, a menos que Adolf Hitler hiciese algo para frenar los excesos.
Esta amenaza, junto a los rumores generados por Heinrich Himmler y Hermann Göring de que Ernst Röhm, líder de las SA, estaba conspirando para hacer un golpe de Estado contra Hitler, hicieron que finalmente este último les ordenase que actuasen contra el aparato de las SA.
El 30 de junio de 1934, las SS de Heinrich Himmler y la policía especial de Hermann Göring iniciaban la purga de las SA: arrestaron y ejecutaron a sus líderes, incluyendo a Ernst Röhm, y a otros enemigos políticos no conectados con las SA pero con los que el partido tenía cuentas pendientes (incluyendo al antiguo canciller, el general von Schleicher).
El 2 de agosto de 1934 fallece el presidente Hindenburg. Adolf Hitler ya había acordado con el gabinete que tras su muerte los cargos de Presidente y Canciller se fusionarían en uno solo. Tras asegurarse finalmente el apoyo del ejército, Adolf Hitler dio un paso más al hacer que todas las fuerzas armadas realizasen un juramento de lealtad hacia él personalmente.
A continuación, se realizó un plebiscito para que los alemanes decidieran si aprobaban o no los cambios ya realizados: el 90 % de los votantes dieron su aprobación. De esta manera, Adolf Hitler se convertía en Führer y Reichskanzler y el título de Presidente quedaba abolido.
Adolf Hitler: 1934-1938
Durante los años de la consolidación del poder de Adolf Hitler se procedió a la nazificación de la nueva Alemania y al incumplimiento de las restricciones armamentísticas del Tratado de Versalles. La censura era extrema y abarcaba todos los aspectos de la vida: prensa, radio, películas, libres e incluso al arte.
Adolf Hitler suprimió los sindicados y los sustituyó por el vertical Frente Alemán del Trabajo (DAF). Las iglesias fueron perseguidas y los sacerdotes que no predicaban conforme a la nueva doctrina nacionalsocialista eran frecuentemente arrestados por la Gestapo y trasladados a campos de concentración. Además, Adolf Hitler abolió todas las asociaciones juveniles y las concentró en las Juventudes Hitlerianas (HJ o Hitlerjugend).
Por su parte, la población judía sufría cada vez más persecuciones y se veía condenada al ostracismo social. Tras la promulgación de las antisemitas Leyes de Núremberg en 1935, los judíos ya no eran considerados ciudadanos alemanes y, por lo tanto, quedaban desposeídos de cualquier derecho civil.
Desde un principio, Adolf Hitler orientó la economía alemana hacia la Segunda Guerra Mundial. Nombró al Dr. Hjalmar Schacht ministro de Economía y le dio instrucciones para incrementar en secreto la producción armamentística. Esto se consiguió de varias maneras: usando fondos confiscados, imprimiendo papel moneda y, principalmente, emitiendo bonos del gobierno.
Recepción oficial de Año Nuevo ofrecida por Adolf Hitler en 1935. Fuente y autoría: Bundesarchiv, Bild 183-2004-1202-503 / CC-BY-SAEn septiembre de 1936, se inició un plan de cuatro años orientado a que Alemania se convirtiera en una nación autárquica, es decir, autosuficiente. De esta manera Alemania quedaba sometida a una economía prebélica y a un estricto control de importaciones, precios de materiales y salarios, así como a la creación de fábricas y plantas industriales para producir materiales esenciales para la Segunda Guerra Mundial que se avecinaba.
En el plano jurídico, Adolf Hitler era la ley y era quien tenía la última palabra sobre acciones legales de cualquier clase. Cualquier juez que no era favorable al nacionalsocialismo era apartado de su cargo y se crearon tribunales especiales para delitos políticos: la posibilidad de tener un juicio justo con garantías era inexistente.
Adolf Hitler le ordenó al ejército que triplicara su número de efectivos: de los 100.000 hombres que establecía como máximo el Tratado de Versalles a los 300.000 en octubre de 1934. En un principio, este incremento debía llevarse a cabo de manera totalmente secreta.
También se procedió a la creación en secreto de una fuerza aérea alemana y a mejorar las capacidades de la Kriegsmarine (marina de guerra alemana).
En marzo de 1935, Adolf Hitler decidió arriesgarse y poner a prueba la resolución de Gran Bretaña y Francia al autorizar a Hermann Göring a revelar oficialmente la existencia de la Luftwaffe (nueva fuerza aérea alemana). Aunque era directamente un desafío al tratado de Versalles, las reacciones no fueron de gran indignación.
De esta manera, Adolf Hitler se vio animado a tomar pasos aún mayores. Unos cuantos días después, Adolf Hitler se volvía a arriesgar de nuevo y declaró abiertamente la introducción del servicio militar y la creación de un ejército con 36 divisiones (1-2 millones de soldados).
De nuevo, la escasa reacción de Gran Bretaña y Francia, centrados en una política de apaciguamiento con Adolf Hitler, sirvió para reforzar aún más al dictador alemán.
Al mismo tiempo que Adolf Hitler aumentaba el poder de sus fuerzas armadas, también llevaba a cabo una política de hacer discursos públicos en los que proclamaba un deseo de paz (a él se le atribuyen las palabras de Dios sabe que yo quise la paz tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial) y en los que hablaba de la locura de la guerra.
También anunció que no tenía la intención de anexionar Austria a la nueva Alemania ni de remilitarizar Renania (afirmaciones que posteriormente se encargaría de incumplir una tras otra) y que estaba dispuesto a respetar todas las cláusulas territoriales que estipulaba el tratado de Versalles.
Adolf Hitler: 1938-1941
En marzo 1938, tras un plebiscito no del todo claro en el que el 99 % de los austriacos se mostró a favor de la anexión con el Tercer Reich, Adolf Hitler realiza una visita gloriosa a Viena como nuevo Führer de la Gran Alemania el 14 de marzo de ese mismo año.
Tras el Anschluss o anexión de Austria por parte de Alemania, se agrava la conocida como crisis de los Sudetes (región germanófona checa). En 1938, Adolf Hitler consigue la firma de los Acuerdos de Múnich con los Aliados, que le autorizaban a ocupar y anexionarse dicha región.
Adolf Hitler no se conformó con los Sudetes y el al año siguiente, más exactamente el 15 de marzo de 1939, marcha sobre Praga y proclama un protectorado afin al Tercer Reich.
El siguiente episodio de conflicto de Adolf Hitler tenía que ver con la ciudad de Dánzig, que no hizo sino crispar las tensiones con Polonia. Así, en septiembre de 1939, se producía el inicio de la Segunda Guerra Mundial, tras la orden de Hitler de penetrar en territorio polaco.
En esa ocasión Francia y Gran Bretaña sí actuaron a favor de Polonia, aliada suya, y le declararon la guerra finalmente a Adolf Hitler.
En abril de 1940, Adolf Hitler comienza la ofensiva contra Noruega y Dinamarca. Al mes siguiente, comienza la batalla de Francia y conquista Holanda, Bélgica y Luxemburgo. A finales de junio ocurre lo impensable: la otrora todopoderosa Francia se rinde ante el Führer.
Ahora Adolf Hitler tenía puestas sus ambiciones en las Islas Británicas e inicia la conocida como la batalla de Inglaterra: una campaña aérea sin precedentes en la historia militar. Por desgracia para el Führer, la Luftwaffe no logra aniquilar a la RAF británica y Adolf Hitler sufre su primer revés en la Segunda Guerra Mundial.
Adolf Hitler: 1941-1945
El 22 de junio de 1941, Adolf Hitler lleva a cabo su ambición más peligrosa: la invasión de la gigantesca Unión Soviética, rompiendo el Pacto de No Agresión Molotov-Ribbentrop.
De los pocos meses que Hitler pensaba que la campaña rusa iba a durar se llegó a una guerra de desgaste insoportable para los alemanes. Comenzaba la caída en picado de la nueva Alemania del Führer.
Por si esto fuera poco, el 11 de diciembre de 1941, Adolf Hitler comete el que puede considerarse uno de los desatinos más graves de la IIGM: le declara la guerra a EE. UU., apenas unos días después del ataque sorpresa nipón sobre Pearl Harbor.
Ahora Adolf Hitler se enfrentaba a unos enemigos que, juntos, tenían el ejército más numerosos (el ruso), la economía más poderosa (la estadounidense) y el imperio colonial más extenso (el británico).
Probablemente, un error de cálculo que Alemania pagaría muy caro (haz clic aquí si deseas conocer más errores cometidos por Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial).
En 1942, los alemanes fueron derrotados en África y en febrero de 1943 pierden la épica y cruenta batalla de Stalingrado. El último cartucho de Adolf Hitler en el frente oriental, , se saldó con una derrota alemana: la claridad militar de las primeras fases de la Segunda Guerra Mundial parecía volverse más borrosa por momentos en la mente de Hitler. Asimismo, la economía alemana iba de mal en peor.
En 1943, la Italia fascista de Mussolini sufre la invasión aliada de su territorio, complicándole las cosas a Hitler. Pero habría que esperar todavía a 1944 para el mazazo definitivo a los delirios de megalomanía europea de Adolf Hitler, con el épico desembarco de Normandía del 6 de junio de 1944.
Desde ese momento, los rusos por el este y los Aliados por el oeste comenzaron su avance imparable hasta el corazón del Tercer Reich.
Adolf Hitler sufrió un lógico desgaste interno y los militares más realistas sabían que la Segunda Guerra Mundial ya estaba perdida. En julio de 1944, la ruptura en la adhesión inquebrantable al Führer queda patente con un atentado con bomba del que Hitler salió milagrosamente con vida y que terminaría con la ejecución de casi 5.000 personas.
La muerte de Adolf Hitler
El 30 abril de 1945, cuando el fin de la Segunda Guerra Mundial ya estaba próximo, Adolf Hitler se casó con Eva Braun en el búnker de la cancillería en Berlín, con el Ejército Rojo prácticamente al lado y con la Wehrmacht ya aniquilada.
Tras una íntima ceremonia, ambos se suicidaron. Era el fin de doce años de hitlerianismo y el final de la vida de uno de los personajes más fascinantes y oscuros de toda la historia de la Humanidad. Y hay que decir que mucho ha dado que hablar la muerte de Hitler debido a las dudas de la opinión pública sobre el destino de sus restos mortales.
Cabe destacar que los datos confusos que se dieron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa avivaron la leyenda de que el Führer podría haber sobrevivido a la contienda. El hecho de que la Unión Soviética mostrara un considerable secretismo hasta la caída del comunismo no hizo más que potenciar todo tipo de teorías de la conspiración.
Habría que esperar hasta 1992, cuando la desclasificación de documentación de la KGB (antigua agencia de espionaje soviética) vino a confirmar la versión comúnmente aceptada sobre la muerte de Adolf Hitler.
Pasemos ahora a hablar sobre las horas finales del líder del nazismo. Hitler había fijado su "hogar" en el búnker de la cancillería el día 16 de enero de 1945. Desde esta residencia, seguía ejerciendo de líder supremo del pueblo alemán. La defensa de Berlín se desmoronaba por momentos, puesto que las fuerzas aliadas avanzaban desde todas las direcciones.
Para los últimos días del mes de abril, los efectivos del Ejército Rojo de Iósif Stalin ya habían penetrado en la capital del Tercer Reich y libraban arduos combates rumbo al centro de un Berlín irreconocible, destrozado, arrasado, donde se hallaba la mítica cancillería del Reich.
El 22 de abril, Adolf Hitler sufrió una suerte de crisis nerviosa en el transcurso de una de sus reuniones militares ( la célebre escena de la película El Hundimiento que tantas veces ha sido parodiada en internet). En ella admitió por primera vez en público que la Segunda Guerra Mundial estaba perdida para Alemania: los errores de Adolf Hitler estaban destinados a tener un trágico final.
Los testigos afirman que el Führer ordenó entonces salir a varios de los presentes y que se quedó tan solo con el Dr. Joseph Goebbels y con el general Hans Krebs. A gritos declaró que sus propios generales le habían dado la espalda y traicionado y que, como consecuencia, el Tercer Reich había caído ante una pandilla de cobardes traidores. Los testimonios de los presentes recogidos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial recogen el pésimo estado anímico que Adolf Hitler tuvo después de esa reunión, con fuertes temblores en su mano derecha y con un aspecto realmente demacrado.
Hitler tenía ya claro que su mejor salida era suicidarse y, más tarde, le pidió al médico Wener Haase que le diera consejos sobre cómo hacerlo de manera fiable. Este médico le recomendó mezclar una dosis de cianuro rematada por un rápido tiro en la cabeza.
La histeria de Adolf Hitler llegó a cotas inimaginables cuando el 28 de abril descubre que su hasta entonces leal Heinrich Himmler había tratado de negociar por su cuenta, a través de la Cruz Roja, un tratado de paz con los Aliados. El Führer estaba encolerizado por lo que consideraba una traición del Himmler y de inmediato exigió la cabeza de Hermann Fegelein, el enlace que Heinrich Himmler tenía en la propia cancillería del Reich.
A partir de entonces, el desmoronamiento de Adolf Hitler fue total: entró en un proceso paranoide y llegó incluso a dudar de que las cápsulas de cianuro que las SS le habían suministrado tuvieran el letal veneno. No dudó para comprobarlo en ordenar que se le administrara una cápsula a su fiel perra Blondi. Como era de esperar, el pobre animal falleció en el acto.
Adolf Hitler se enteró también de linchamiento público de su antiguo amigo fascista Benito Mussolini y se mostró dispuesto a no compartir en ningún caso el mismo destino final.
Hitler ya lo tenía todo maquinado. Pasada la medianoche del 29 de abril de 1945, el Führer contrae matrimonio con su hasta entonces amante Eva Braun, en una modesta ceremonia de carácter civil dentro de la cancillería, con la presencia de Goebbels y de su esposa como testigos del enlace (que también terminarían suicidándose, tras asesinar a sus propios hijos), así como de su posteriormente famosa secretaria, Traudi Junge, que ya se disponía a plasmar por escrito el testamento político de Adolf Hitler.
Todas las fuentes recogen que, tras la ceremonia, Hitler le dictó a su secretaria su testamento político y privado, en torno a las cuatro de la madrugada, antes de irse a la cama.
Al alba del 30 de abril de 1945, Adolf Hitler mandó llamar a todo el cuerpo médico. Ante el llanto de los allí reunidos, el Führer procedió a despedirse para siempre. Acto seguido, exigió que todas las personas que no fueren indispensables salieran del búnker de la cancillería.
Les dejó claro a sus ayudantes (Otto Günsche y Heinz Linge) qué tenían que hacer con su cadáver y con el de su esposa Eva Braun. Se mandó llamar entonces a Erich Kempka, el hasta entonces chófer del Führer para que sacase varios bidones de combustible al jardín de la cancillería, para la cremación que pronto iba a tener lugar.
Al mediodía almorzó con todos sus secretarias, en silencio, un almuerzo a base de pasta. Término la comida despidiéndose de todas y obsequiándolas con una codiciada cápsula de cianuro. Procedió entonces a decirle adiós a la familia del Dr. Goebbels, haciendo caso omiso a las súplicas de Magda, la esposa de Goebbels, de no terminar sus días acabando con su propia vida.
Pasaban las de la tarde y Adolf Hitler y Eva Braun ya sabían que su cita con la muerte era inminente. Se despidieron entonces de los ayudantes a los que les habían encomendado la misión de ocuparse de sus cadáveres. A continuación, el Führer y su esposa se encerraron en el estudio privado del dictador y se suicidaron juntos. Los testimonios declaran haber escuchado un único disparo seco.
Heinz Linge y Otto Günsche, tras un cuarto de hora de espera, abrieron la puerta del despacho y hallaron a Adolf Hitler todo doblado, en un sillón, con la boca totalmente deformada, con una pistola en la mano derecha y con un reguero de sangre en el rostro. Eva Braun, que había seguido el consejo de suicidio de Hitler, no había en cambio logrado utilizar el arma: la cápsula de cianuro había hecho efecto demasiado rápido.
En ese mismo momento los asistentes de Hitler llevaron los dos cuerpos, protegidos por una alfombra. Se llevaron entonces al patio de la cancillería del tercer Reich y se colocaron en un agujero que había provocado el impacto de un obús. Günsche procedió entonces a rociar profusamente los cuerpos de Hitler y Eva Braun con combustible.
La artillería soviética hacia diana demasiado cerca, por lo que los encargados de deshacerse de los cuerpos de Hitler y de Eva Braun no lograron cerciorarse de que estos eran reducidos a cenizas completamente. Por este motivo, se decidió enterrar a los dos cadáveres, aunque debido a la falta de tiempo sólo se logró hacer parcialmente.
Al día siguiente, el 1 de mayo de 1945, el sucesor oficial de Adolf Hitler, Karl Dönitz pronunció un discurso radiofónico en el que anunciaba la muerte del Führer en el búnker de la Cancillería. Iósif Stalin no se terminaba de creer la historia y presionó mucho a la NKVD del temible Beria para que sus efectivos en Berlín encontrasen los supuestos restos mortales de Hitler a la mayor brevedad posible. El 9 de mayo estos conseguirían su objetivo y encontrarían finalmente ambos cadáveres.
Cabe destacar que los dientes de los cráneos de Hitler y de Eva Braun se encontraban en perfectas condiciones y pudieron ser cotejados con los archivos aportados por un ayudante personal del dentista del líder del tercer Reich. Además, los rusos realizaron exhaustivos interrogatorios con todos los testigos que habían sido apresados tras la caída de la cancillería.
Bundesarchiv, Bild 183-M1204-319 / Donath, Otto / CC-BY-SA
Lo extraño del caso es que pese a todo esto, la Unión Soviética de Stalin optó por no dar mucha información sobre el fallecimiento de Hitler. Stalin llegaría incluso a negar directamente ante diplomáticos aliados que disponía de certeza alguno sobre la muerte del Führer.
Cabe suponer que los soviéticos estimaban oportuno sembrar dudas sobre el fallecimiento de Hitler, para tener un as en la manga útil para las décadas posteriores de la Guerra Fría, al poder así acusar a las potencias occidentales de haber ocultado un supuesto plan de evasión nazi, hacia la península ibérica o hacia América Latina, con una supuesta identidad falsa o incluso en un submarino.
La gran incertidumbre creada, sumada a la negativa de los rusos de divulgar la información de la que disponían, no hizo sino avivar la llama de la conspiración: el nacimiento del mito estaba asegurado.
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