Hombre ambicioso y simpático -según los que le conocieron de cerca-, fue uno de los artífices del cambio drástico producido en España después de la muerte de Francisco Franco. De la llamada Transición.
Lo más peculiar de este proceso, fue que no hubo ni revolución -por pequeña que fuera-, ni derramamiento de sangre. En menos de un año, se pasó de vivir -en España- en una feroz dictadura, a navegar en una incipiente democracia. Incipiente, pero democracia al fin y al cabo. Partidos políticos de toda ideología y credo eran legalizados y se dejaba de perseguir a sus miembros. Fue algo increible y alucinante, ya que hay que recordar la frase de Arias Navarro a la muerte del dictador de "todo atado y bien atado". Esos tiempos, realmente fueron motivo de orgullo internacional de España. Ningún medio extranjero daba crédito de lo que acontecía aquellos años. Ni el New York Times (USA), ni La Republica (Italia), ni Le Figaro (Francia), ni el Times (Inglaterra), ni Pravda (URSS), ni el Frankfurter Allgemeine (RFA), por citar solo algunos periódicos de distintos países y de distintas líneas editoriales, se creían lo que estaba ocurriendo en nuestro país.
Se van marchando los artífices del cambio de regimen político de nuestro país. Se nos han ido Torcuato Fernández Miranda, Gutierrez Mellado y Santiago Carrillo. Se nos va a ir en breve, Adolfo Suárez.