Adoptando a... Lady Edith, el drama de la hija fea (Downton Abbey)

Publicado el 09 noviembre 2014 por Reino Reino De Series @reinodeseries

Contra viento y marea, contra 'haters' y acusaciones de acomodo varias, Downton Abbey sigue abierta. La abadía de los Crawley es escenario de las venidas y de las idas -también de la cabeza- de Lady Mary y de las ocurrencias de la abuela, una Lady Violet que no da puntada sin hilo. Pero para los condes y toda su troupé es mucho más importante el servicio que un miembro en concreto de su familia: su hija Edith.

En casa de Edith nunca faltan los Ferrero Rocher

Supongo que hay quien sintoniza el culebrón histórico -por lo que tiene de época y por su repercusión- por los amoríos de Mary o por las desventuras de Anna y su marido, esa especie de Don Pimpónbritish. Pero hay otra forma muy distinta de disfrutar de Downton: contabilizando todas las putadas que el creador de la serie, Julian Fellowes, ha ideado para la pobretona -no económicamente- Lady Edith, la diana de todos los dardos, una paria en una familia acomodada.
En esas cenas de tanto pitiminí, se la utiliza para cambiar de tema cuando ha habido una discusión o se ha tocado un tema espinoso. Su padre escucha más los ladridos del perro que las sucesivas demandas de su retoño. Su madre, con eso de que siempre tiene el cuello medio torcido, ni la mira. Su hermana mayor le hace 'mobbing', directamente. Y ni siquiera sus amigos de clase baja la han aguantado todos los capítulos de esta temporada. Alguien podría creer que, habiendo perdido a una de sus hermanas, Edith lograría más atención. Pero ni por esas. ¡Despierten, señoras! ¡Que es la jefa de un emporio editorial! ¡Que es más lista que todas vosotras juntas!

La última que ríe tendrá la suerte de la fea

Por si todo esto fuera poco, la actriz que encarna a este infeliz personaje, Laura Carmichael, se dolía en una entrevista con 'The telegraph' de que a Michelle Dockery, su hermana en la vida catódica, la tratan como a una reina, mientras a ella la saludan como con pena. Vamos, que la llaman fea por todo el filete.
Yo sé que la desdichada Edith sufre como Geno, pero, claro, ella es de principios del siglo XX y no conoce las sucesivas versiones de Betty. No hay nada más satisfactorio que un patito feo en una ficción... y en la realidad. Edith es como el perro Tristón, que solo quiere un amiguito. Apuesta por el amor, como cantaba Lolita, pero no la quieren ni en su casa. Menos mal que es grande, su domicilio, y aunque le piten lo oídos, se puede esconder bien.
Las últimas tramas la han mostrado más fina y segura, más lanzada y menos ñoña, pero Edith, nosotros te queremos como eres: una lady de título y también de corazón. Puede que tu familia te ningunee con alevosía, nocturnidad y diurnidad, pero la audiencia ha decidido que debes permanecer en la casa. Y te ama con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento.