Pero, sinceramente, yo tenía miedo de la adaptación, porque a veces teniendo ya un animal en casa no es fácil incorporar otro.
Te cuento detalles que creo que nos ayudaron en el proceso.
1. Preparar el ambiente.
La forma en que decidí sacar a Nana de la calle fue un poco precipitada (te lo conté aquí) pero me daba miedo, tan chiquita, que fuera a morir de frío o hambre. Así que a la vuelta del trabajo, ella salió a mi paso y yo la cogí y la llevé a mi casa.
Como vivo en una casa, tengo varios espacios. Concretamente, un bajo en el que hacemos deporte, se quedan a dormir amigas de mis hijas…. Allí dejé a Nana y le puse agua. No la subí en un primer momento a la primera planta, donde tenemos dormitorios, la cocina y el salón y adonde suele estar Betty.
Entonces saludé a Betty como cada día, le expliqué que había una nueva componente en la familia (sí, sé que no me entiende, pero también que la forma en que hablamos por entonación, lenguaje corporal…sí que la interpretan). Y bajamos a ver a Nana.
Betty se acercó, la olió y poco más. Entonces subí a Nana adonde hacemos vida.
2. Primeros días.
De todas formas, los primeros días (varias semanas), Nana y Betty solo estaban juntas cuando había otra persona en la habitación. Cuando estábamos todos fuera, Betty se quedaba en las habitaciones donde siempre suele estar, y Nana en el bajo.
La comida, el agua y en el caso de Nana, la arena, también estaban en espacios separados.
La idea es que Betty (los perros son muy territoriales) no interpretase que Nana le “quitaba” nada.
Al mismo nivel, los hábitos con Betty (salir a pasear, sentarme a su lado en el sofá y acariciarla cuando leo…) los mantuve con más insistencia, incluso, que de ordinario.
Enseguida empezaron a beber y comer intercambiándose los cacharros sin conflictos. Y también empezaron a ponerse juntas en el sofá por elección propia.
Como veíamos que el ambiente era propicio, cuando empezó a hacer más frío empezamos a dejar a Nana algunos ratos en el salón con Betty, y en unos días ya la instalamos allí, con su arena en una pequeña terraza donde tengo la lavadora.
3. El día a día.
La verdad, lo he comentado muchas veces en IG, la nobleza de Betty para aceptar a Nana me ha sorprendido gratamente. Ya sabía yo que era buena, pero es que es increíble.
Aún así, no creas que todo es perfecto. Como en cualquier familia, ellas tienen sus conflictos. Por ejemplo, cuando llego del trabajo, ambas quieren saludarme pero no tiene nada que ver la efusividad imperiosa de Betty, que salta, ladra y mueve el rabo a 1000 rpm, que las ganas de Nana de rozarme los tobillos y que le acaricie el lomo. Esto hace que a veces Nana “boxee” con la cola de Betty.
Otras veces Nana, que es cachorra, quiere jugar y Betty está durmiendo y le gruñe.
Y otras, sí que juegan las dos pero a veces me da cosa que sea como los niños, que se “calienten” y pasen del juego, a pelearse.
Por ahora todo se ha solucionado con algún bufido o gruñido y tengo esperanza de que así siga siendo porque además, cada vez Nana será más madura (y digo yo que más tranquila).
Así que estoy muy agradecida de que todo este proceso de adaptación haya ido bien y quería compartirlo contigo. Creo que el hecho de que un animal sea adulto y la otra, cachorro ha ayudado. Obviamente, la nobleza de Betty, ha sido el detonante. Y creo que también, las pequeñas estrategias que te he contado, han podido ser favorables.