Para tener una visión más completa de esta última etapa de su obra, urgiría reconsiderar - y para ello habria que verla tal y como es, en widescreeen -, su película final, "Most dangerous man alive", estrenada con tres años de retraso en 1961 y absolutamente magnífica, para borrar ese recuerdo un poco "bajista" dejado por sus obras finales y por otro lado nunca sabremos cómo hubiese sido el ya de por sí extraordinario "The river's edge" - el último film que Bogeaus le produjo a Dwan - con la foto de Alton, de vuelta al aire limpio de las montañas y en cinemascope (el formato de las que filmaron fue ampliándose desde la cuadrada "Silver lode" a las cuatro últimas en superscope, pero sin llegar a 2,35:1). Fue una combinación inusual.
El ímpetu aventurero encarnado en el bullicioso Bogeaus, que había llegado al cine tras múltiples avatares walshianos, la múltiple y depurada habilidad narrativa de Dwan, fuertemente orientada desde sus comienzos en el silente hacia los ángulos menos transitados o imprecisos de cualquier personaje o historia que cayese en sus manos y la capacidad plástica, probada sobre todo en oscuros thrillers de los años 40 (por los que se le recuerda básicamente) y luminosos musicales recién inaugurados los 50, de Alton.
Pero dista de saber este cóctel sólo a burbujas de cromatismo.
Es la presentación de los personajes (y suelen ser tan inusuales: Lance Fuller en "Cattle Queen of Montana", Ronald Reagan en "Tennessee's partner", Arlene Dahl en "Slightly scarlet"...) dada aún mejor si cabe que antaño, en un simple trazo que sin embargo saca todo el partido a marco, luz y posición corporal.
Es el partido emocional que se saca a los vestuarios (de mujeres como Rhonda Fleming en "Tenneessee's partner", Barbara Stanwyck en "Escape to Burma", Lizabeth Scott en "Silver lode", pero incluso globalmente, como los abundantes y premonitorios cambios de la muy intrincada "Passion") muy parecidos a los que le gustaba poner en práctica a Nicholas Ray.
No por ser la última de ellas como apuntaba, más bien por la inmersión en un género nuevo para Dwan tan codificado como el cine negro - tampoco en el antiguo cine de gangsters ambientó obra alguna -, "Slightly scarlet" es un rutilante ejemplo de nueva mirada a un terreno ya casi agotado por abuso de estereotipos, que de repente parece lleno de posibilidades.
Sin relación con un viejo film de Louis Gasnier del mismo título filmado en plena era precode, lo cierto es que "Slightly scarlet" podría, por su atrevido desarrollo, ser no obstante una elegante actualización de aquellos films previos a que cayera el yugo puritano de la MPDAA, catalogados, tal vez exageradamente, como los más libres hechos en Hollywood.
Basada en una gran novela de John M. Cain (y quizá tomando algo prestado de una historia algo anterior de John Lee Mahin, "Johnny Eager", llevada al cine por Mervyn Leroy), el ritmo elíptico pero explícito, la llamativa iluminación focalizada a partes de la anatomía o el decorado - a la vieja usanza, con el efecto de los spotlights utilizados en el blanco y negro - o el aprovechamiento de cualquier diálogo para transmitir una lectura turbia del relato, hacen que el film, en apariencia un thriller canónico, parezca alternativamente (cuando no, todo al mismo tiempo) un melodrama pasional que trae a la memoria por momentos a un gran y atípico Stahl ("Leave her to heaven"), un despiadado análisis sociológico y político donde no queda títere con cabeza o un drama psicológico y soterradamente romántico que comunica a Tourneur con Minnelli.
Un film tan tardío que no tuvo descendencia "clásica", quedando ya sólo como referencia para alguno de los próximos cineastas de la nouvelle vague.
No podría decirse sin embargo que la puesta en escena siempre lógica y nada adornada de Dwan, sufriera una estilización inesperada, producto de los tiempos.
Como le ocurriría consecutivamente a Boetticher (con Randolph Scott y Harry Joe Brown), hay precedentes inmediatamente anteriores a la coalición con Bogeaus y Alton - obras maestras, mates y sin reputación como "Angel in exile" o "Surrender", multicolores e insólitas como "Montana Belle" o "Woman they almost lynched") y está esa "heredera" tan gloriosa citada anteriormente, "The river's edge", que anuncian o recogen las bellezas de estos films que excavan una y otra vez hasta hacer aparecer un fulgor sostenido tal vez desaparecido de su cine desde sus más grandes películas mudas, "The Iron Mask" y "Robin Hood", ya entonces realmente crepusculares y no tan entusiastas como las filmadas casi treinta años después.
Uno de los cineastas que mejor reflejó el poder del dinero, maduró sin dirigirse a una cima, sino a márgenes, a desvíos y eso es lo que permanece porque es lo legítimo: los huecos, los puntos de fuga.
Algunas explicaciones y algunas escenas convenientemente cerradas en lugar de este indetectable juego de miradas y de expectativas constantemente rectificadas, harían caminar al film a un paso seguro, pero le harían perder toda su razón de ser.
Porque no hay película más rotundamente moderna que "Slightly scarlet".
¿Qué cineasta presente que no se llame Jean-Claude Brisseau sería capaz de contar con semejante economía de medios, riesgo y elegancia cómo un gangster pone a un político en un puesto importante, le roba la chica y le coloca a un jefe de policía manejable, sin hacerlos cruzar una sola palabra ni que compartan plano?