Pues eso hace aquí: Contar una historia que podría ser mucho y se queda planita, floja y termina siendo hasta mala.
Tan mala como la peli del domingo por la tarde.
El mayor reclamo, y consuelo, es ver a Naomi Watts y a Robin Wright, que está maravillosa.
Aunque no te tragas, ni de coña, a los acartonados jovenzuelos apolíneos que acompañan este entuerto.