Hoy gran debut. Por fin viajé en avión. Tarde pero seguro (como todo yo, bah...)
Una pavada de hora nomás... BsAs-Bahia Blanca. Glamour = 0.
Ante la imposibilidad de viajar en micro, por cuestiones de agenda (faa!), surgió la posibilidad de planear (cuak!) esta alternativa volátil (re-cuak!), con el particular ingrediente de saldar a la vez una asigntura pendiente conmigo mismo: dominar no meramente el cyberespacio, sino el espacio como un todo. Está bien, por ahí me fui de mambo.
Paso a describir la experiencia.
Primero que nada, términos nuevos: check-in, embarque, a bordo, cabotaje, jetlag, turbulencia, sct (sindrome de clase turista), etc... Uno tiende a sentirse habitante originario de las Pampas.
Previamente al embarque, el clásico y evitable julepe de no llegar a tiempo (el zorro pierde el pelo pero...). Secuencia desde La Plata a Aeroparque: taxi-micro-taxi-micro-tax... bueno, si, exageré...Luego de llegar y checkear en el ultimo minuto exacto del limite posible, retorna la calma al cuerpo, o al menos es lo que uno cree entonces.
Aeroparque: tooo lindo tooo piola tooo divino tooo uffff.
En la cola para subir a bordo, personajes varios: politicos, empresarios, gente "in". Actores: Grandinetti, Leyrado, Marrale, Villamil y una rubia hermosa que no identifiqué pero aplaudo igual... Hasta ahí, todo muy apropiado. Uno hasta se entusiasma y piensa ("claro, éste es mi mundo, ¿donde estaba yo?") En fin, ponele...
Empezás a subir, todo muy disimulado, pasillo, pasillín, pasillote, pasillazo, pastiller.. bueno, y así, hasta que por el vidrio lo vés: el ave de acero infernal, tremenda bestia metálica, un socotroco a puro fierro forjado... No te volvés para atrás, para irte dándole de paso una palmada a las peladas de Leyrado y Grandinetti, sólo porque sos ¡un tipo grande, che! Vamos, no seas papelonero.
Vas entrando, recordás algunas siluetas mientras estabas en la fila, y surge un íntimo deseo: "espero que la azafata esté buenísima". Nada. Azafato. x 2.
Vas a tu asiento, ya sabes que es una pena que la rubia se sienta en otro lado, pero no le das demasiada importancia... es tu primer vuelo.
Tooo lindo tooo piola otra vez: asiento masomenos cómodo, revistita, pleno servicio, que pín que pán.
Arranca.
Baja el mini monitor, empieza el instructivo. Lindos dibujitos, muy 3D, voz clara y gratificante... todo haciendo referencia a cosas tales como: seguridad, cinturones, emergencia, chaleco salvavidas, mascaras de oxigeno, incendio, colisión, agonía, muerte. Bello, tooo bello.
Dobla, se manda a la pista...
...
Veamos, ¿como explicarlo?... Durante los primeros 10 minutos aprox (no tengo ni idea cuantos fueron en verdad), mi siquis atravesó un sinfin de estados diversos. El primero de ellos, la sorpresa. De inmediato, el cagazo. Ahí nomás, el cuestionamiento (¿quién corno me mandó a hacer esto?)... Todo esto acompañado de un compendio de alternancias orgánicas inéditas: sube presión, baja presión, sube pulso, baja pulso, me contraigo, me expando, me elevo, me aplasto... Comer poco y nada resultó sumamente apropiado, aunque no fuera parte de un plan.
¿Donde andaba mi mente, por aquellos instantes? Al parecer, ante este tipo de altercados, el cerebro, en ocasiones, acciona un dispositivo de emergencia (como el mismisimo bicharraco en el que estab viajando) para salvaguardar la conciencia. Así me encontré navegando por un mar de imágenes que fluían sin cesar del inconciente, una especie de escapismo estrámbotico con dosis de surrealismo Felliniesco. Dentro de la colorida galería, pude distinguir, hasta dónde recuerdo y sin ningún tipo de orden lógico apreciable: el infierno de Dante, un muñeco de He-Man, un gol de Bochini en VHS flojo de tracking, los ojos del primer amor, el tujes de Pampita, un perro corriendo un auto, Quasimodo en el campanario, Bambi, una gorda con escote, los anillos de Saturno, y un huevo duro, entremezclados aleatoriamente entre flashes de mi infancia y algunas caras de seres queridos o no tanto...
Habiendo finalizado el desfile psicodélico, comenzamos la fase mística... Creer o reventar. ¿Está detenido el avión o es sólo mi imaginación? Pasa una nube. Es mi imaginación. Sacudones. Bueno, ya entendí. Ok barbeta, no me sarandees más, te creo. No, en serio, a mi no me hace gracia.
Supongamos que a la mitad del microviaje uno estaba perfectamente adaptado, comiendo todas las porquerías que te ofrecen, y pensando en qué gentiles y atentos son todos. Sin embargo, en cada bache aéreo uno repiensa con mayor claridad que toda esa atención está justificada, y además bien pagada; sino, a quien se le ocurriría semejante disparate de andar husmeando las nubes por encima de ellas.
Retirada toda la parafernalia, nuevo aviso por el altoparlante. "Nos disponemos a aterrizar". Ciertamente, el jolgorio había concluido, dando paso nuevamente a la psicodelia: Dante, He-Man, Bochini, Pampita, Quasimodo, Bambi, Saturno... Como novedad, la reveladora sensación de que nuestra cabeza podía explotar efectivamente de un momento a otro, y que esto no era sólo una ficción novelesca. Aleccionante.
En algún momento se me ocurrió que ese desparpajo de presión sanguínea pudiera hacer algún bien a mis vasos capilares, como una suerte de involuntario tratamiento para evitar la calvicie. Las peladas de Leyrado y Grandinetti, experimentados pasajeros, allí estaban para descartar de lleno mi fantasía teórica.
Ya en los momentos cúlmines, la atención se comprimía toda en la inminente interacción entre ruedas y superficie terrestre, con sus posibles y variadas resultantes. De tin marí de do pin... huénísmo, estamos en tierra firme y hasta respirando. Qué copados que somos todos.
Bajamos del monstruo con la contradictoria convicción de sentirnos afortunados y a la vez rídiculos. ¿Qué podía pasar, si está todo fríamente calculado? Ajá.
En consecuencia, el lunes vuelvo a viajar. Podrán imaginar lo contento que estoy. El bautismo ya pasó, no tengo nada que temer; ya no hay sorpresas.
Soy todo paz, soy un ombú. Soy un ombú.
¡Qué lindo ser un ombú!
Y estar bien aferrados al suelo.