Aerolíneas, bien argentinas

Por María Bertoni

La forma impersonal del verbo “perder” les viene como anillo al dedo a quienes contestan (¿ponen la cara?) en nombre de Aerolíneas Argentinas. Cuando una valija “se pierde”, nadie la pierde: ni el empleado que la despacha, ni quienes la trasladan desde la balanza/cinta inicial hasta la bóveda del avión, ni los encargados de acarrearla en el aeropuerto de destino. Por supuesto, tampoco es responsable la corporación.

Los bártulos “se pierden”, y el viajero tiene poco derecho al pataleo. A lo sumo, puede llenar un formulario impreso cuyo código de identificación deberá ingresar en un rastreador online programado para confirmar el registro ¿y el estado? de la búsqueda (cuesta saberlo con certeza puesto que la aplicación web rara vez funciona).

Otra alternativa es enviar un mail a reclamosequipajes@aerolineas.com.ar. Pero, que conste, esta dirección electrónica no parece concebida para responder al cliente desafortunado, ni siquiera un mensaje automático.

En las respuestas a las preguntas frecuentes que también figuran online, Aeorlíneas Argentinas se cuida muy bien de aclarar que “este tipo de reclamo no tiene validez para una indemnización (…), es sólo búsqueda de cortesía”. El problema es que ni en los aeropuertos ni en las oficinas comerciales se distinguen por una atención amable: “póngale dentífrico a una toalla y lávese así la boca”, contesta una empleada de la suscursal ubicada en Resistencia, Chaco cuando un señora mayor le comenta que el extravío de su único equipaje la dejó sin ropa, sin remedios, sin cepillo de dientes.

Seguro, ésta es una de las tantas anécdotas que cuentan los 100 mil pasajeros afectados por las demoras y cancelaciones de los vuelos domésticos durante el último fin de semana. En este contexto, perder una valija es un mal menor.

“Aerolíneas, ahora bien argentinas”, anuncia con orgullo la voz grabada que atiende el 0810-222-VOLAR mientras suena el Himno a la Alegría de Beethoven. El mensaje institucional despierta el recuerdo de esta hipótesis sobre nuestra idiosincrasia y de esta experiencia con Alitalia y Air France. Mientras espero que ”un agente” se desocupe y me hable, temo lo peor.

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PD. Ayer, justo después de redactar este post, me entero de que detuvieron a una azafata de AF, especialista en robar joyas, dinero y tarjetas de crédito en la clase ejecutiva de los vuelos Tokio-París. La pregunta me asalta, de manera acuciante: ¿también habrá pungas en nuestras criollísimas AA?