Ojo a la talla de los invitados que han participado en el álbum. El recordado Carlos Edmundo de Ory, quien ya estuvo presente en los surcos del primer registro sonoro de Fernando, se citó con éste en casa de Fernando Polavieja. "Llevé el minidisc y una lista de aerolitos seleccionados", señala el cantautor. "Él repasó la lista, retocó el orden, grabó ... y me hizo un regalo impresionante". Fuegos de palabras, pamplinas de la plaza Mina, iluminaciones instantáneas, chispazos de humor del poeta.
Otro grande, Pablo Guerrero, devuelve los guiños de admiración de Lobo con un pasaje muy especial, "entre los muchos momentos emocionantes que hemos vivido". El juglar extremeño grabó su pieza en los estudios de Luis Mendo. La mayor parte del disco ha cristalizado por obra y gracia de la producción de Josema Dalton, en su estudio isleño. Por allí han pasado Joaquín Calderón al violín; los guitarristas José Simonet y José Recacha, de bandas señeras como Kool y Glazz; el teclista de CAI, Blas Lago; el jazzista Luis Balaguer; el cubano Alejo Martínez, y por supuesto, Ignacio Lobo, entre otros.
Tal eclecticismo se consagra en ritmos heterogéneos, de acuerdo con los gustos y la amplia cultura musical del artista: "Hay folk, blues, rock,ritmos caribeños, son cubano, rumba, pinceladas sutiles de flamenco, rock progresivo, psicodelia, jazz, cosas que no sé qué son y poesía".