Resulta difícil de comprender (y de justificar de cara a los ciudadanos) que se sigan invirtiendo sumas millonarias en aeropuertos con poco o ningún tráfico aéreo.
Quizás el caso más famoso sea el de Castellón que, tras muchos años, se ha inaugurado a pesar de no disponer de aviones ni de vuelos programados, con un coste de 150 millones de euros.
Recientemente se ha unido a esta peculiar "lista del paro" el aeropuerto de Huesca, que estaba generando graves pérdidas y se ha quedado sin los vuelos de Pyrenair.
Con muy pocos vuelos semanales se sitúan aeródromos como el de Lleida, Ciudad Real (con una inversión multimillonaria y que pretendía convertirse en el "segundo aeropuerto de Madrid") o León que, a pesar de todo, es internacional.
En muchos casos se trataba de intentos por animar al panorama turístico de una determinada ciudad o zona pero, a fin de cuentas, es complicado competir con otros aeropuertos más grandes, establecidos y "demasiado" cercanos.