Si bien extraordinaria, esta experiencia puede sobrevenir en cualquier momento: un enamoramiento de la infancia, un encuentro epifánico, una revelación eidética, un dolor irreparable... Pero, sea como se manifieste, una vez que el ser se ve afectado integralmente, no puede sino padecer los efectos de dicha afectación. En términos clínicos, el organismo pasa de estar enfermo a ser un organismo enfermo. Y quien es un enfermo es también un impedido. Afectado en su ser, no puede más que prestar atención al resultado de dicha afectación, quedando todo lo demás, el mundo y los otros, en un tercer plano. Incluso si, sumido en la desesperación, el paciente busca experiencias que deshagan el contenido suprasensitivo, éste siempre acaba imponiéndose a ellas. No, el orden de lo sensitivo no puede arrinconar lo suprasensitivo, precisamente, porque éste incluye lo sensible.
Reflexión del 11 de octubre