Todos estamos concienciados contra el racismo -o casi todos-, las campañas desde los mas altos estamentos del fútbol inciden una y otra vez en el destierro del mismo de los recintos deportivos, algo que nadie con un mínimo de sentido común debe criticar. Pero existe otro problema de similar o incluso mayor magnitud y del que se habla muy poco, con el agravante de que las agresiones físicas aumentan cada temporada, la violencia en presencia de niños pequeños parece pasar desapercibida y los castigos solo se ven si alguien acude al juzgado correspondiente. Ayer escribíamos sobre una agresión, hoy otra web arbitral -extraños tantos silencios informativos-, en este caso no consumada, pero una amenaza de muerte en presencia de unos alevines no debe quedar en el olvido. No llames negro a un negro, con un toque racista ya que las consecuencias son conocidas y se aplauden, pero insulta, agrede o amenaza a alguien en presencia de niños... y compara las sanciones. ¿Cuando se pasará de las palabras a los hechos?... del aspecto disciplinario se habla. Los niños negros, blancos y amarillos tienen derecho a jugar sin delincuentes en su entorno, así hay que tratar a los que actúan de la manera que publicamos semana tras semana, pero seguiremos viendo que en el fútbol vale todo por muchas palabras y promesas de "que esto no volverá a pasar" que ya nadie se cree. F.B. Finalizaba el partido de alevines en la modalidad de fútbol-8 que disputaban, en la localidad asturiana de Avilés, el C.D. Quirinal y el T.S.K. Roces. Los locales rompieron el empate y vencieron en el último minuto por medio de penalti, algo que enfadó a la 'hinchada' visitante, a la cual tuvo que sufrir el colegiado segundos después al retirarse a su vestuario.
No obstante, esta violencia verbal, lamentablemente muy común en todos los terrenos de juego, no iba a ser lo único que iba a tener que soportar nuestro compañero. Uno de esos aficionados que le increpaba intentó agredirle, lanzándole patadas y puñetazos que, por suerte, no llegaron a impactar en el árbitro.
El aficionado, que tuvo que ser separado del colegiado por parte de directivos y padres del equipo local, fue identificado más tarde por parte de la fuerza pública como un jugador del equipo visitante de una categoría superior.
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