Hacía tiempo que quería leer algo de esta autora, pues me la habían recomendado más de una vez. Sarah Waters se ha ido haciendo un hueco en el mercado español y ahora sus novelas (en edición de bolsillo) suelen estar muy visibles en las librerías. Waters es una apasionada de la época victoriana y la descripción de sus ambientes es uno de sus puntos fuertes en esta narración.
Lo primero que llama la atención al lector es la magnífica descripción de la cárcel de Millbank, en cuya sección de mujeres se va a desarrollar buena parte de la trama. A ojos de la protagonista, se trata de un edificio concebido por alguien maligno, destinado a volver locos a sus involuntarios moradores. Su estructura se parece a la del panóptico que ideó el filósofo Jeremy Bentham, con una torre central desde la que se puede vigilar a todas las presas:
"(...)la torre se alza en el centro de los patios pentagonales y desde su altura se dominan todos los muros y ventanas con barrotes que componen la fachada interior del pabellón de mujeres. La habitación es muy sencilla. Tiene un suelo desnudo. Hay una cuerda tendida entre dos postes, donde se obliga a esperar a las presas cuando las llevan allí, y detrás de la cuerda hay un escritorio. Sentada delante, escribiendo en un enorme libro negro, encontramos a la señora Haxby, "la Argos de la cárcel""
La protagonista, Margaret Prior es una joven de clase alta con un pasado muy tormentoso: entre otras cosas arrastra un intento de suicidio que, si llega a ser aireado en la puritana sociedad en la que vive, hubiera dado con sus huesos en la misma cárcel de la que ahora es visitadora. Y hubiera sido un destino ciertamente terrible porque, como puede comprobar con sus propios ojos cuando comienza a realizar su labor caritativa, el principal fin del encarcelamiento de las desgraciadas que moran allí enterradas en vida no es la reeducación, ni siquiera la retribución de los delitos cometidos, sino meramente el castigo. Porque la prisión es una meca del sadismo en la que los sentimientos humanitarios de los guardianes están fuera de lugar. Lo único que se espera de las presas es que trabajen y mediten (ante Dios) sobre el delito cometido. Muchas de ellas, una vez fuera, tendrán que volver a delinquir para sobrevivir, puesto que la sociedad no les ofrece otra alternativa. Y pronto volverán a pisar Millbank.
Nadie mejor para sentirse identificada con las presas que la propia Margaret: desde que murió su padre, con el que le unía una relación muy estrecha, la vida parece carecer de sentido para ella. Su ilusión de viajar con él a Italia se ha hecho trizas y su propia casa, con una madre omnipresente y escrutadora se ha vuelto para ella una cárcel de la que solo puede escapar, paradójicamente, visitando otra cárcel, donde puede encontrar almas afines, hermanas en el sufrimiento.
Margaret cree encontrar el alivio de todos sus males en Selina, una joven angelical a la que han encerrado por un oscuro asesinato relacionado con las prácticas espiritistas con las que se gana la vida. Selina sabrá como ir seduciendo poco a poco a la cándida Margaret y entre ellas surgirá un amor mucho más espiritual que carnal (el amor entre mujeres es uno de los grandes temas de Waters). Esto le sirve a la autora para ofrecer al lector una breve panorámica de una de las grandes pasiones de la Inglaterra victoriana: el espiritismo, el intento científico de comunicar con el más allá, al que tan aficionado fueron escritores del prestigio de Arthur Conan Doyle o Lewis Carroll.
El lector duda durante toda la lectura acerca de creer o no (dentro de la lógica del relato) en los poderes sobrenaturales de Selina y el desenlace que se nos ofrece es sorprende y se inserta muy bien en dicha lógica. A mí, que sigo leyendo poco a poco los cuentos de Sherlock Holmes, se me presenta en cierto modo como uno de los misterios que tiene que resolver el detective (que precisamente estaba en activo en aquellos años) visto desde dentro. Y una petición: "Afinidad" es una novela muy cinematográfica. Creo que existe una adaptación televisiva, pero el libro de Waters merece que algún director de prestigio se fije en él y lo adapte a la gran pantalla. El resultado podría ser muy satisfactorio.