Por coherencia discursiva el exrey no es "apto" para el aforamiento
Mientras el partido socialista se ha abstenido en la votación del aforamiento de don Juan Carlos, Felipe González, por su parte, ha mostrado su convencimiento de que el exrey sea un señor aforado. Sus argumentos han apelado a la "neutralidad" del monarca, en sus treinta y nueve años de reinado, y a los cerca de 10.000 aforados que hay en España. La primera razón, la verdad sea dicha, deja mucho que desear y, sobre todo, saliendo de la boca de un conocedor de las leyes, como lo es, sin duda alguna, el expresidente. Faltaría más que el Rey no hubiese reinado con "imparcialidad". Si hubiese sido parcial, queridísimo González, habría sido inconstitucional, puesto que la función de la Corona es arbitrar la paz social y representar al país, sin perturbar la toma de decisiones del Ejecutivo. La segunda razón alude a la cuantía de aforados que existen en este país, ¿por qué si hay tantos aforados en España, el exrey no puede ser uno más, entre tantos? Recordemos que hay gustos para todos los colores. Hay países donde los exmonarcas gozan de esta prerrogativa – el aforamiento - y otros en los que no, independientemente del número de aforados que haya en tales territorios. Luego, tan lícito es que el exrey sea aforado como que no lo sea.
Desde la crítica debemos reflexionar y posicionarnos acerca de este debate social, suscitado tras la abdicación de don Juan Carlos. Por coherencia discursiva el exrey no es "apto" para el aforamiento. Su aforamiento rompe con la estética de sus palabras: "la ley es igual para todos", dichas hace tres años, el día de Nochebuena. Gracias al aforamiento, el Rey se convierte en un privilegiado más ante las togas de su pueblo. Será juzgado por el Tribunal Supremo y no tendría que pasar "el mal rato" de acudir a juzgados de provincia como lo hace la mayoría de los españoles. Es, precisamente, esta distinción en el trato judicial, la que convierte al exrey en un ciudadano distinto, ajeno al talante campechano que ha demostrado en sus tiempos de Corona. El aforamiento establece – en sus interlineados legales – que "las élites sean juzgadas por las élites y no se entremezclen con los banquillos plebeyos". Recordemos que el exrey no es un aforado cualquiera sino un aforado con privilegios con respecto al resto de aforados. Mientras los otros – los 10.000 aforados de este país – solamente pueden ser juzgados por el Tribunal Supremo acerca de los asuntos públicos relativos a sus cargos, el Rey – el mismo que dijo "la ley es igual para todos" – será juzgado por el alto tribunal por sus asuntos públicos y privados, luego una prerrogativa añadida por su condición de exmonarca.
Felipe González ha mostrado su convencimiento de que el exrey sea un señor aforado
El aforamiento del exrey se ha realizado por la vía rápida – o como se dice ahora en la jerga política "por la vía exprés" -. Se ha votado con toda la bancada en contra, salvo el voto a favor del Pepé y la abstención del PSOE y CiU. Se ha votado, les decía, gracias a la mayoría absoluta del Pepé y por medio de enmiendas a una ley de racionalización del sector público que se cocinada desde hace tiempo en el Congreso. El aforamiento de don Juan Carlos se ha concedido sin el diálogo democrático que debería existir entre la pluralidad de fuerzas que legitiman el hemiciclo. Por todo ello, queridos lectores y lectoras, por las prisas en su tramitación; por ser un aforamiento con "privilegios añadidos" y, por haber sido otorgado por "el ordeno y mando" de Rajoy, el aforamiento del exrey no complace a las voces de la crítica. Una vez más, la "casta política" – que diría Pablo Iglesias – sigue utilizando los instrumentos y "parches" legales a su alcance para que los suyos, – diputados, senadores y, ahora "exreyes" -, no se entremezclen con la plebe. ¡Dios los cría…!
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