Lo mejor de leer al filósofo alemán, es que sus frases establecen un diálogo directo con el lector, al que trata como amigo y confidente. Lo primero que hay que decir es que Schopenhauer no odia al género humano, pero sí que establece categorias en el mismo. Para él la mayoría de los hombres son vulgares y necios y, por lo tanto, seres más sociales que una minoría silenciosa a la que le gusta la soledad. Aunque parezca lo contrario, el primer tipo humano tiende más al aburrimiento, a la repitición de gestos sociales que al final se descubren vacíos de todo significado. Quizá este sea uno de los motivos por lo que el nacionalismo cala tan deprisa en los individuos más simples. Sentirse identificados por algo que los trasciende, que se supone que forma parte de ellos sin tener que esforzarse, resulta tan atractivo como engañoso:
"Sin embargo la especie más vana de orgullo es la vanidad nacional. En efecto, ésta denota en quien la sufre la carencia de cualidades individuales de las que pudiese sentirse orgulloso, puesto que de ser así no recurriría a aferrarse a otras que tiene que compartir con millones de individuos. Antes bien, quien tiene cualidades personales reconocerá con mayor claridad los errores de su propia nación, puesto que constantemente los tiene a la vista."
El hombre sabio es el que sabe disponer de su tiempo libre y aprovecharlo para fines elevados. Quien es capaz de pasar una tarde enfrascado en la lectura de un libro o en conversación profunda con personas escogidas, quizá no consiga beneficios materiales inmediatos, pero los tendrá de índole espiritual, mucho más valiosos:
"Alguien que posee tal riqueza interior no necesita de fuera más que un regalo negativo, es decir, tiempo libre, ocio, a fin de poder ejercitar y desarrollar sus capacidades espirituales y poder disfrutar de su riqueza interior; únicamente, pues, el permiso para ser enteramente él mismo cada día y cada hora durante el resto de su vida."
Schopenhauer no propone un apartamiento radical de la sociedad, pero si guardar las distancias y ser siempre observadores y críticos con el comportamiento de la mayoría. Lo mejor es que las pretensiones propias sean limitadas y realistas. Nada de castillos en el aire. Y que las deudas y las servidumbres sean las mínimas posibles:
"Cuanto más limitados sean nuestro horizonte y nuestro círculo de acción, más felices seremos; cuanto más extensos sean, más a menudo nos sentiremos inquietos o atemorizados. Pues la preocupación por los límites también se extiende a las preocupaciones, los deseos o los temores."Sin embargo, la tendencia humana es hacia la movilidad, hacia el crecimiento. La vida sedentaria, lo rutinario, nos deja insatisfechos. Es bueno tener metas, superar obstáculos, siempre que estos sean apropiados a nuestras capacidades. Lo contrario produciría grandes dosis de frustación. Es mejor vivir más hacia el interior que hacia el exterior (sin ser excesivamente radicales en este aspecto), consejo muy valioso en un tiempo en el postureo en las redes sociales y el culto a la propia imagen arrasan con todo. El viejo concepto de honor, que tanto critica Schopenhauer ha sido sustituido en gran medida por el de reputación. Pero esta reputación tiene más que ver con lo banal que con lo verdaderamente importante. Poseer y ser bello son hoy la medida del éxito y cualquier frustración en este sentido (menos likes de los previstos en una foto, por ejemplo), crean un malestar absurdo. En este mundo volcado a lo inmediato, el pensamiento del autor de El mundo como voluntad y representación, - obviando algunos comentarios misóginos e incluso racistas - supone una vía de escape y una sólida roca donde asentar las propias convicciones. Los aforismos de Schopenhauer siguen siendo una escuela de vida.