África para los africanos en 2017

Publicado el 06 febrero 2017 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

En el suroeste de Gana, en la pequeña villa costera de Nkroful, hay un mausoleo en honor al líder panafricanista y anticolonial Kwame Nkrumah. En este uno puede leer un epitafio que dice: “Tengo la certeza de que la muerte no podrá extinguir la llama que he prendido en Gana y en África. Mucho después de mi muerte, la llama seguirá prendida, alumbrando y guiando a todo el mundo”. En algún rincón del continente, en lo más profundo de él, esa llama sigue ardiendo; solo hay que encontrarla.

Durante 2016, 17 de los 54 países que conforman el continente africano celebraron elecciones presidenciales, sin contar las locales, referéndums constitucionales y elecciones parlamentarias. De estos 17 procesos, el 60% se llevaron a cabo con transparencia y de manera totalmente pacífica. Los casos de Gana, con la victoria de Akufo-Addo, o Cabo Verde ilustran el éxito de los procesos electorales de 2016.

En los últimos años, la vida política en el África subsahariana —a sabiendas de que no debemos caer demasiado en esta generalización— se ha encontrado marcada por el aumento de la participación social en los procesos electorales. El uso de las nuevas tecnologías, pese a que solo un 28% de la población tiene acceso a internet, ha servido para mostrar al mundo que la llama del cambio sigue vivía en el continente. Ejemplos como el #ThisFlag en Zimbabue nos dejan ver el potencial que la sociedad civil africana tiene para poner en jaque a aquellos que se creían intocables.

El año de las urnas

A lo largo de 2016, países como Costa de Marfil, Ruanda o Burundi han visto movimientos de los gobernantes —reformas constitucionales o retrasos de las elecciones— para aferrarse al cargo. En la Ruanda de Kagame, el pasado año se aprobaba una modificación de la Constitución que le permite continuar presentándose a las elecciones hasta 2034.

2017 vendrá especialmente marcado por la lucha por asegurar la transparencia de las elecciones que se realicen. En casos como las elecciones ruandesas o en la República Democrática del Congo, las modificaciones y retrasos que se han llevado a cabo en este último año han puesto sobre aviso, por lo que la oposición se va a centrar en evitar cualquier manipulación que los líderes puedan llevar a cabo.

En agosto de 2017 están previstas las elecciones de Kenia y de Ruanda. Uhuru Kenyatta se presenta de nuevo a la presidencia keniana. Las tensiones por su mala gestión de la crisis económica, los problemas de refugiados y la amenaza de grupos terroristas han puesto al Gobierno de Nairobi en una difícil situación. En Ruanda, Kagame revalidará su puesto por tercera vez, reelección que no habría sido posible de no haber modificado la Constitución en su favor.

Otras dos elecciones que se esperan con ansia son las de Liberia y Angola. En el país del África occidental, Ellen Johnson-Sirleaf pone fin a su década de mandato. Los principales candidatos son el exfutbolista George Weah y la segunda mujer con más peso en la política nacional: Jewel Howard. Pero sin duda las elecciones que van a marcar este 2017 son las que se celebrarán en Angola. 2016 terminaba con la noticia de que J. Eduardo Dos Santos pone fin a su mandato; tras 38 años al frente del Gobierno angoleño, el septuagenario deja paso a nuevos políticos. El principal candidato es el actual ministro de Defensa, Juan Lorenzo.

Sin embargo, pese a la importancia que tienen las elecciones angoleñas como cambio histórico, las elecciones previstas para finales del año en la R. D. Congo son de suma importancia para la estabilidad regional. En un país proclive a las revueltas y a la fragmentación política, cualquier movimiento de Kabila puede provocar a los grupos de oposición tradicionales del sureste y noreste del país.

El Cuerno de África también va a las urnas: las elecciones somalíes ponen a prueba los esfuerzos por recomponer el Estado. Los ataques de este mes de enero no son un buen augurio para el nuevo Gobierno. El período preelectoral va a estar marcado por los intentos de grupos como Al Shabab por desestabilizar y minar la moral del Gobierno y la Misión de la Unión Africana en Somalia (conocida en inglés como AMISOM) al máximo.

Además, los cambios en la presidencia en la Unión Africana (UA) y la incorporación de Marruecos tras más de tres décadas fuera de la organización han planteado un serio debate entre los países miembros. Algunos, como Robert Mugabe, entre otros, han criticado duramente su incorporación. La cuestión de la membresía marroquí no debe pasarse por alto por las implicaciones políticas que hay tras ella: como señalaban los opositores, se abandona la cuestión saharaui y se cede ante los deseos de las metrópolis occidentales.

La importancia de las elecciones en este 2017 también reside en que el cambio en el panorama internacional no va a favorecer al África subsahariana. La presión que Washington ha venido ejerciendo sobre los dictadores africanos no parece que se vaya a mantener. Y, con una Europa preocupada de su propia existencia y de su vecino del este, no veremos una denuncia internacional de manipulación electoral.

Por ello, las elecciones van a poner a prueba los movimientos sociales africanos y la lucha por la democracia. Si se descuida la transparencia, los gobernantes intentarán mantener su poder. Las urnas llaman al cambio en 2017 pero, sin nadie que denuncie o presione para evitar la manipulación desde el exterior, la pelota queda totalmente en manos de los movimientos sociales del continente.

La democratización de la Costa del Oro

Las elecciones en la región van a ser el pilar central de la política este 2017. El año comenzaba con la intervención de las fuerzas de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) en Gambia para derrocar al Gobierno de Yahya Jammeh. La operación conjunta se lanzaba desde el vecino Senegal. La actuación de los países de la zona por terminar con actos autárquicos como el que el ahora exlíder gambiano pretendía llevar a cabo ha puesto de manifiesto la determinación de los países africanos por defender los valores democráticos. La marcha de Jammeh pone a prueba la capacidad del África occidental para gestionar sus propias crisis. 2017 se plantea como un año clave para afianzar la unión de los Gobiernos y probar la capacidad de las organizaciones regionales para actuar en defensa del equilibrio democrático.

El expresidente de Gambia Yahya Jammeh en una de las cumbres de la Cedeao en Senegal (2012). Fuente: Joe Penney (Reuters)

Otro punto importante será Nigeria. El país con mayor población negra del mundo y primera economía del continente según el FMI se encuentra sumido en una crisis interna que puede terminar por afectar a la región más tarde o más temprano. El precio del petróleo, la pérdida de credibilidad del Gobierno de Buhari y la actividad de grupos criminales empiezan a resucitar viejos conflictos que amenazan al gigante africano. Cuanto más empeore la economía, mayor será la fragmentación y la polarización interna, con el consiguiente riesgo de inestabilidad regional. Durante el pasado año ha habido protestas en las siempre conflictivas Biafra y las zonas norteñas. De aumentar la tensión, no sería difícil que se transmitiera a otros lugares del golfo de Guinea, como Costa de Marfil.

2017 pondrá a prueba las capacidades de las organizaciones regionales como la Cedeao no solo en el mantenimiento de la estabilidad en Gambia, sino como foro de diálogo y resolución de conflictos en la totalidad de África occidental.

El efecto dominó del corazón de África

El centro del continente se caracteriza por la facilidad de transmisión de los conflictos. En 2017, las elecciones en Ruanda, pero sobre todo las de la R. D. Congo van a marcar el devenir de la región. En especial, la actitud de los líderes regionales y sus intentos por mantener el poder pueden ser determinantes en los acontecimientos que están por llegar.

Tendremos que estar atentos a los movimientos que va a llevar a cabo en estos meses. Según lo acordado, se debería establecer un Gobierno de transición para finalmente celebrar las elecciones. Si esto se realiza correctamente, puede que estemos ante la primera transmisión pacífica del poder desde la independencia del territorio. Sin embargo, si la tensión aumentara, tendríamos que empezar a mirar con temor las consecuencias. Los grupos opositores a Kabila se concentran en la periferia este del país: desde Lubumbashi a Kivu del Norte encontramos una zona con tendencia a la inestabilidad.

Si el corazón del continente tiembla, los pequeños Estados de su alrededor se verán afectados. La oposición ruandesa no ve con buenos ojos la nueva candidatura de Kagame, por lo que no sería raro encontrarnos con protestas durante este año; cómo lidie con ellas Kagame es lo que marcará la diferencia. Una situación similar encontramos en Burundi: el que fuera uno de los países con una prensa más activa se ha convertido en un feudo del actual presidente Nkurunziza. Finalmente, la crisis de refugiados en Sudán del Sur no deja de afectar a Uganda: desde Kampala continúan los esfuerzos diplomáticos para encontrar una solución pacífica. Sin embargo, si en este año la violencia continúa, no debemos descartar una posible acción militar de Museveni, como ocurrió en 2013.

Geopolítica, elecciones y terror

En el este del continente, el año va a estar marcado por las tensiones geopolíticas que empiezan a dibujarse con más fuerza en la región. El conflicto interno en Etiopía entre las minorías oromas y el Gobierno de Addis Abeba va a continuar. Además, no debemos perder de vista el papel que los principales rivales del país juegan en su instabilidad interna. Egipto y Eritrea, rivales geopolíticos de Etiopía, se ven muy beneficiados por la inestabilidad que ha marcado 2016. Esta rivalidad va a ir en aumento conforme el Gobierno etíope continúe con sus planes hidráulicos en la cuenca del Nilo, lo que no termina de agradar a El Cairo. El control del Gran Nilo siempre ha sido un recurso de los abisinios y parece que va a continuar jugando un papel importante en la política regional.

Por otro lado, la parte sur del Cuerno de África va a tener que hacer frente a una actividad creciente de Al Shabab. 2017 empezaba con el duro ataque del grupo en Mogadiscio y su actividad no parece que vaya a disminuir. Las elecciones en Kenia y Somalia van a ser un objetivo claro del grupo, que se sirve del santuario que la inestabilidad y falta de gobernanza en Somalia le dan.

En clave económica, cabe remarcar la apertura del tren que une Addis Abeba con Yibuti y cómo va a afectar a la economía etíope y regional. La línea de tren supone la apertura definitiva del país africano al comercio con el mar Rojo. Con 750 km de vía, las exportaciones de Etiopía probablemente aumenten en años venideros. 2017 será importante para ver el modo en el que esta nueva ruta afecta al comercio regional.

Crisis energética y política en el África austral

La parte sur del continente no se queda atrás en cuanto a actividad política y económica se refiere. Las dos excolonias portuguesas van a vivir un año convulso. Angola no solo afronta unas elecciones históricas, sino que su dependiente economía tiene que adaptarse a un devenir incierto en cuanto al precio del crudo. Mozambique, en cambio, se ha visto sobrepasado por la crisis de la deuda, con el desarrollo de su industria del gas como única solución.

La ahora segunda potencia del continente, Sudáfrica, va a ver cómo el partido de Mandela intenta encontrar de nuevo su camino en la política del país. La crisis política y la pérdida de credibilidad de Zuma revelan la desigualdad que continúa existiendo en el país. En este año, el Congreso Nacional Africano (CNA) tiene que intentar recuperar la confianza perdida.

Por último, está el reinado de Mugabe. El anciano mantiene la incertidumbre en torno a su sucesión: a sus 92 años, el momento de abandonar el sillón se ve cada vez más cerca. El país se adentrará aún más en una crisis económica y la represión estructural mientras el Gobierno intenta encontrar soluciones precarias que no llevan a ningún lado.

Un año africano

Este año se perfila como un punto de inflexión para el África subsahariana. Si bien es cierto que no veremos un cambio radical, el panorama internacional brinda una interesante oportunidad para los Gobiernos del continente. La nueva Administración de la Casa Blanca parece no tener mayor interés en la zona que el de saber situarlo en el mapa: Trump no se ha pronunciado sobre la política africana de EE. UU. porque prácticamente será inexistente. En el otro lado encontramos a una Europa que enfrenta una grave crisis interna que no le permitirá estar pendiente de lo que ocurre al sur del Sahel. Además, Moscú, Westminster, Ankara y la crisis de refugiados ya le plantean suficientes quebraderos de cabeza a Bruselas como para elaborar una política profunda de cara al continente africano.

África subsahariana puede encontrarse en un momento en el que tomar las riendas de su destino. Si los movimientos democráticos y sociales se organizan de manera correcta, podremos presenciar un cambio de rumbo. Pero la situación es delicada: ni Europa ni EE. UU. estarán centrados en presionar a los Gobiernos autárquicos y China nunca ha tenido a bien entrometerse en los asuntos internos de sus socios comerciales. Por ello, se hace fundamental que los africanos tomen conciencia de la delicada situación en la que se encuentran, pero a la vez de lo beneficiosa que les puede ser. Es el momento de empezar a avivar la llama.