Supongo que no digo nada nuevo si me refiero a que esta semana se ha recordado la efeméride del nacimiento de la escritora Agatha Christie, celebérrima autora de novelas de misterio, crímenes e intrigas policíacas.
La fama de la escritora hace que huelgue cualquier comentario sobre su ingente obra, al parecer leída por casi todos los habitantes del planeta en un momento u otro, y su repercusión en el cine no se hizo esperar y, como todos sabemos, hay algunas buenas películas que se basan en novelas de Agatha Christie:
Una de las mejores, la basada en la novela traducida al castellano como Diez negritos dirigida por Rene Clair en 1945 con un reparto magnífico.
Luego, en 1957, el maestro Billy Wilder llevó a la pantalla la novela Testigo de Cargo también con un reparto de campanillas y levantó el listón de las adaptaciones, entre las que podemos encontrar desde productos casi de serie B hasta superproducciones de relumbrón en las que se llamaba a rebato a elencos de grandes estrellas y solventes secundarios, como por ejemplo Asesinato en el Orient Express, Muerte en el Nilo, o El Espejo Roto.
Resulta cuando menos sorprendente comprobar que hace más de veinte años que no se rueda una sola película basada en ninguna de las novelas de Agatha Christie, a pesar que, según dicen, se siguen leyendo como siempre: es decir, que tienen un público.
Los británicos siguen con sus series televisivas de alto copete, es decir, con unas producciones estupendas que rememoran las épocas noveladas y los ambientes propios de los relatos de misterio, contando como es natural con repartos eficacísimos, pero la gran pantalla está huérfana de buenas películas de intriga, de argumentos bien construidos.
Y no será porque haya guionistas de relumbrón capaces de entusiasmarnos, pues los argumentos que vemos, cuando los hay, rozan en la mayoría de los casos un infantilismo impensable en el cine adulto de hace unos lustros.
En fin: no son más que ideas que a uno le surgen al leer una noticia rememorando un personaje literario de probada eficacia a la hora de entretener las neuronas del respetable público y claro, cinéfago al fin y al cabo, la reflexión acaba con uno preguntándose porqué esos tiburoncillos maestros en la charlatanería que un buen día decidieron dedicarse a esto del cine, demuestran no haberse leído jamás una buena novela de Agatha Christie, pues no se les ha ocurrido en veinte años producir un triste largometraje.
Igual es que no saben leer....
¿Qué les parece?