Los clásicos nunca dejan de hablar de nosotros, de alumbrar alguna verdad que, no importa cuántas veces se haya contado, vuelve a sonar con fuerza en las palabras de los maestros. Y, qué duda cabe, Alberto Moravia(Roma, 1907 – 1990), un referente del neorrealismo italiano, es uno de ellos. Esta novela breve, Agostino (1945), se inscribe en la tradición de la literatura iniciática de Primer amor (1860), la célebre nouvellede Iván Turguénev, un género en el que también merece la pena citar El bello verano (1949), de su coetáneo Cesare Pavese. Como en muchos relatos de aprendizaje, la historia se desarrolla durante los meses estivales, que marcan la transición del niño al mundo de los adultos. El protagonista, Agostino, veranea con su madre en un pueblo de la costa; huérfano de padre, ha compartido una tierna intimidad con su progenitora desde que tiene memoria. Sin embargo, la situación está a punto de cambiar: en la playa, su madre conoce a un joven que la invita a salir a navegar con él. En ocasiones los acompaña Agostino; pero él, consciente de que ese no es su sitio, pronto evitará por voluntad propia unirse a sus excursiones. Al tiempo que se aleja de ella, el muchacho conoce a un grupo de adolescentes, un poco mayores que él, con los que traba amistad.
Alberto Moravia