Marea baja ría de Vigo, en Arcade
Ya estábamos dos días confortablemente alojados en la Casa da Reina; ya habíamos visitado Viana y sus “Alturas” (santuario de Santa Luzia); ya habíamos sufrido el frío ventarrón atlántico en la cercana playa de Amorosa. No quedaba, pues, más remedio, que soñar con los buenos mariscos gallegos, y no porque no los hubiera (de otra clase, aunque abundando más el pescado) en nuestra zona, sino porque los recuerdos de los alrededores de las rías de Vigo y Villagarcía se nos convertían en delicioso capricho.En Tuy ya seguimos la carretera N-550, hasta llegar a Vigo, que cruzamos por su centro, comprobando que ha sido muy renovada como ciudad, y seguimos por la misma carretera, bordeando la ría, hasta llegar al estrecho de Rande, con la península del Morrazo a la izquierda y al otro lado de la ría, hasta llegar a Arcade, la zona del municipio de Soutomaior que recae al mar. Comprobamos, recorriendo la carretera por todo el núcleo urbano, que muchos de los restaurantes y ostrerías que conocíamos estaban cerrados, pero
Y a fe que acertamos, porque dimos buena cuenta de unas deliciosas ostras, almejas a la marinera, rodaballo y lenguado, de exquisita calidad, regados con un buen vino albariño, que nos dejaron bien satisfechos, valorando especialmente la calidad excepcional del marisco y los pescados de la zona, si bien los precios ya han ido alcanzando parámetros excesivos.
Valença do Minho: río desde la fortaleza
Para regresar, optamos por llegar hasta el puerto de Vigo, recorriéndolo hasta alcanzar la carretera a Bayona y Nigrán, en las que sufrimos los atascos propios del exceso de veraneantes, y de los que no nos libramos hasta llegar a A Guarda, en el lado español de la desembocadura del río Miño.Casa da Reina: Porche frente a cocina
Para cruzar a Portugal, optamos por el puente internacional junto a Valença do Minho, bonita localidad (especialmente afamada por sus ventas de textiles), en cuya fortaleza entramos a través de las angostas puertas de granito, y donde después de un calmo paseo por sus históricas y tradicionales calles, caímos, ¡cómo no!, en comprar unas bonitas toallas de baño para media familia. La caída de la tarde nos contempló regresando a ”nuestra” Casa da Reina, en la que aún disfrutamos de un buen vino de los de producción propia, y mantuvimos una interesante y amena tertulia con los vallisoletanos María Eugenia y Pedro y los madrileños Sara e Iván, con quienes se instauró una bonitaEl buen descanso en nuestra habitación/suite nos permitió seguir degustando en sueños lo que habían sido las delicias gastronómicas del día. ¡Y seguíamos sin pasar especial calor!SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA