AGOSTO 2017.- (y IX) DESPEDIDAS DE CASA DA REINA Y PLAYA AMOROSA Y REGRESO POR BURGOS, CON PARADA EN CALAMOCHA

Por Salpebu
Después de haber gozado del descanso y bienestar que proporciona Casa da Reina, en nuestro último día de estancia (y previendo que el siguiente iba a ser necesario devorar kilómetros), optamos por dirigirnos a Playa Amorosa y utilizar las pasarelas instaladas en paralelo a la playa, sobre las dunas, para pasear sosegadamente e impregnarnos de las brisas atlánticas, contemplando la inmensidad del mar, para retener de forma permanente en nuestra memoria tan bellas imágenes. Echabamos de menos conocer la zona del Cabedelo de Viana do Castelo ("cabedelo" es la lengua de arena que suele situarse, en forma de hoja de una hoz, en la desembocadura de los ríos, en este caso del río Lima) y allí nos desplazamos, contemplando el bonito paisaje en el que el río se echa en brazos del océano, con las edificaciones de Viana al otro margen. Había bastantes turistas y veraneantes, y muchas
caravanas estacionadas, aunque el día era algo gris, con una bruma calimosa que hacía el ambiente algo bochornoso.Ya habíamos revistado casi todo lo interesante de nuestro entorno, si bien todavía visitamos "O Santoinho", un lugar de atractivo folcklórico, propio para concentraciones culturales miñotas, en el que se hallaba el restaurante "O Espigueiro" (denominación equivalente e "El Hórreo", de Galicia), que visitamos
para comprobar sus menús y precios, aunque no nos convenció la oferta, ni por los precios, ni por el poco espacio que quedaba disponible, además de que la hora era temprana para nuestra comida "a la española"Después de una última visita a los supermercados de la zona, por aquello de comprobar si nos decidíamos por adquirir algún producto portugués para llevarlo con nosotros a Valencia, nos preparamos un ligero almuerzo en la Casa da Reina. Tras un corto descanso que no llegó a siesta, aunque sí a un reposito en las hamacas junto a la piscina, en la que se atrevió a bañarse mi esposa, yo me refugié en el salón "de invierno", con un
agradable fresco natural, para seguir escribiendo en este blog y en otros. Cuando empezaba a declinar la tarde, salimos a dar una vuelta por los alrededores de la Casa, y coger buenas ramas de un bonito árbol de laurel que había en el campo cercano. Por la noche, con nuestros contertulios María Eugenia y Pedro hicimos, a modo de despedida, un repaso de cosas y hechos comunes, bebiéndonos el último vodka a la salud de los cuatro. Y nos fuimos a la cama. ...El día siguiente, el de nuestra marcha, desayunamos como siempre en compañía de Cecilia y Cristiano, los
anfitriones, con su simpático hijito Guilherme, de ocho meses, y nos intercambiamos direcciones y teléfonos, además de recoger, compradas a muy buen precio, sendas cajas del buen vino verde loureiro y vino de tres variedades que se produce en la Casa,. Y pusimos fin a una estancia que había sido de lo más  agradable y provechosa.
...Por la A-28 llegamos hasta Vila Nova de Cerveira, y, pasada la imperceptible frontera, río Miño, ya por la A-55 buscamos en O Porriño la A-52 en dirección Ourense. La autovía tenía tráfico, pero no excesivo, por lo que allá hacia las dos de la tarde llegábamos a Benavente y tomábamos la autovía Ruta de la Plata, en dirección León, una autovía de carácter autonómico que en algunos tramos estaba en mal estado de conservación, sin duda por el excesivo tráfico de camiones en dirección a Asturias. Una parada en un área de servicio para comer sosegadamente un bocadillo nos permitió seguir por la autovía que se dirige a Burgos, a donde llegamos poco después de las seis de la tarde. Nos alojamos en un Hotel Boutique cercano al Museo de la Innovación y al río Arlanzón, y salimos a darnos un paseo hasta la catedral, ya que ésta, aun ya cerrada, era de imprescindible visita por su exterior, con esa belleza de formas góticas tan inigualables que ofrece. Seguimos paseando por el casco antiguo, hasta la plaza mayor, y visitando los bares/tabernas que
presentan sugestivas barras repletas de tapas y pinchos, y que ya estaban muy concurridos, de forma que no pudimos sustraernos a visitar uno de ellos y tomar varios deliciosos pinchos de sofisticada elaboración. Ya de noche, regresamos a nuestro hotel, pensando que era la última noche antes de volver a nuestro hogar de Valencia. Por la mañana, sin prisas, en una panadería/pastelería cercana al Arlanzón desayunamos bien, y nos marchamos por la carretera N-234 en dirección a Soria, contemplando las bellezas de los montes cercanos, y los posos monumentales de las tierras que mil y pico años antes había hollado el Cid Campeador. Ni siquiera entramos en Soria, porque deseábamos adelantar en nuestro viaje, y, por Daroca, seguimos a la A-23 (autovía mudéjar), con más tráfico y buen
sol. A la altura de Calamocha, capital de la comarca turolense del Campo, nos llegamos al tradicional hotel-restaurante "Fidalgo". El establecimiento estaba a rebosar de gente, porque, no lo sabíamos, era la festividad de San Roque en la población, lo que nos significó dificultades para aparcar, y una espera de casi media hora para comer (y a fe que había más de cien mesas). Pero cuando por fin llegamos a la mesa, se nos brindó un magnífico menú de la festividad, del que escogimos unas ensaladas, arroz de mariscos "a la aragonesa" (meloso, aunque sabroso), pierna de lechazo (cordero lechal) y merluza a la vasca, con buenos postres. Compramos en una tienda cercana la afamada longaniza de Aragón que en la zona se produce, junto con unos tarritos de briznas de azafrán recolectado
en el entorno, lo que bien conocemos porque mi familia paterna desciende de la vecina localidad de Torrijo del Campo. De nuevo en la A-23, en menos de dos horas nos plantamos en Valencia, no demasiado cansados, aunque notando un calorcito que no habíamos sufrido en los días de nuestra estancia en Portugal y en el norte de España.Recogimos las ropas y prendas usadas en el viaje y a buena hora, previa llamada a los hijos para anunciar nuestro regreso, nos dejamos caer en los brazos del Morfeo "valenciano".Punto final. Buenas vacaciones y muy buenos recuerdos. Lo que habíamos buscado.SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA