La Reconquista llegaba a su fin, así como los enfrentamientos con los musulmanes
Gibraltar siempre ha sido un enclave muy codiciado. Fenicios, griegos, romanos ya vieron su estratégica situación. Luego llegaron los moros y entraron por allí en la península. Pasó a manos cristianas quinientos años después, pero la perdieron hacia 1333. En agosto de 1462 se produce la reconquista de Gibraltar, que parece escrita por un autor de comedia: los cristianos la asaltaron, pero cuando los defensores quisieron rendirse los asaltantes no aceptaron la rendición
La historia de España, como la de la mayoría de países europeos, incluye episodios de todo tipo, desde los más gloriosos y heroicos hasta los más bochornosos, incluyendo también los chuscos, cómicos, surrealistas. Corrían días de agosto del año 1462, la Reconquista llegaba a su fin y casi cada semana se tomaba una plaza a los musulmanes, cada vez más divididos y enfrentados entre sí. Enterados los cristianos de que Gibraltar apenas estaba defendida y de que muchos de sus habitantes escapaban cada noche, decidieron tomar tan emblemática plaza y llevarse la gloria, sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas, y no por la defensa de los moros…
Alonso de Arcos, alcaide de Tarifa, puso cerco a la fortaleza a la vez que pedía refuerzos a otras ciudades, así como a su señor, el duque de Medina Sidonia (Alonso Pérez de Guzmán), y al el conde de Arcos (Juan Ponce de León). Tras unos días de lucha, los defensores ofrecieron entregar la plaza a cambio de conservar vida y bienes. Todo parecía de fácil e inmediata resolución para el bando asaltante. Sin embargo, Arcos rechazó la rendición explicando que no tenía autoridad para aceptarla… ¿Cuándo se ha visto que se ponga sitio a una población y cuando ésta se rinde el asaltante rechace tomarla?
El caso es que Arcos dijo a los moros que había que esperar a su señor (Medina Sidonia) o al conde de Arcos, que sí tenían autoridad y llegarían en unos días. El primero en llegar fue el hijo de Ponce de León, Rodrigo, al frente de un pequeño ejército; los defensores, al verlo, pensaron que iban a ser asaltados nuevamente, así que enviaron mensajeros para rendirse al recién llegado Rodrigo. Pero para asombro de los defensores de Gibraltar, éste también delegó tal responsabilidad, rechazó entrar y tomar la plaza, prometiendo que su padre y Medina Sidonia llegarían pronto y todo se resolvería… Es delirante: un bando quiere rendirse y el otro dice que no, que hay que esperar.
En este estado de cosas, el alcaide de Jerez, Gonzalo de Ávila, dijo a los de Gibraltar que en cuanto llegaran Medina Sidonia y Ponce de León iban a arrasar la ciudad y matar a todo el mundo, por lo que los desconcertados sitiados decidieron rendirse al nuevo ‘jugador’. Al enterarse Rodrigo Ponce de León, se revolvió con sus huestes hacia la plaza en cuestión, de modo que atacó y colocó sus estandartes antes de que lo hiciera el corregidor de Jerez, aunque el último bastión aún resistía. Debió ser un caos con tintes surrealistas, con tres facciones cristianas entrando a barullo, enfrentándose entre sí y contra los moros, que ya no sabían a quién combatir o a quién entregarse; a todo esto muchos de los que trataban de huir o rendirse fueron pasados a cuchillo o no dependiendo de las manos en que cayeran.
Al día siguiente llegó Medina Sidonia. Los últimos defensores le ofrecieron entregarse, pero Rodrigo exigió que no se hiciese nada, puesto que él ya tenía conquistada (o casi) la ciudad, y que había que esperar a su padre, Ponce de León, y así podrían tomar Gibraltar entre los dos nobles. Alonso Pérez de Guzmán (Medina Sidonia) propuso entrar él y Rodrigo a la vez, con idéntica fuerza, y colocar ambos estandartes a la vez (esto debió suceder hacia el 20 de agosto). Entonces surgieron las suspicacias, los celos entre una y otra casa nobiliaria y Rodrigo se marchó enfadado. Cuando llegó su padre le aconsejó atacar a Medina Sidonia. Los dos grandes señores parlamentaron pero no llegaron a ningún acuerdo y Medina Sidonia quedó como conquistador.
¿Qué pensarían los gibraltareños de 1462 al comprobar que los asaltaban pero no aceptaban tomar la plaza? Visto desde hoy todo ello parece producto de la imaginación del más disparatado escritor de farsas y comedias, digno de los hermanos Marx, pues sólo en este entorno tiene sentido que los asaltantes rechacen varias veces la rendición de los asaltados; en la lógica de la guerra un ejército que pone sitio a una ciudad tiene como objetivo su rendición, no que se espere a que llegue el superior para ‘firmar los papeles’ y formalizar el acto.
CARLOS DEL RIEGO