Agresividad. La Cara Externa Del Veneno Interno

Publicado el 20 marzo 2018 por Carlosgu82

Hace unos días, en la puerta del colegio de mis hijos, dos hombres se enfrascaron en una discusión encolerizada. El primero le gritaba desde el balcón de su casa al segundo, que trataba de aparcar en la calle del colegio, coincidiendo con la salida de los niños. En ese momento, la razón se encontraba desaparecida, mientras la rabia escapaba de ambos a través de sus ojos cabreados, revotando de uno a otro, como si de un partido de tenis se tratase. Ninguno de los dos se daba cuenta de que los niños bajaban acompañados de sus padres, viendo atónitos el espectáculo, y posiblemente, sin darse cuenta de que, la persona que se encontraba en su coche, avanzaba y retrocedía continuamente con el vehículo, mientras discutía fervientemente, poniendo en peligro a todo aquel que se acercase.

Cuando la ira asoma, la razón se esconde

Muchas situaciones similares, nos aparecen delante de nuestros ojos en ocasiones, presenciando como, en esos momentos, los que sacan a flote su agresividad, han sido tan invadidos por la ira, que son incapaces de razonar. Es una lucha despiadada para ver que contrincante es el vencedor, sin tratar de solucionar nada, solo ganar. Pero, no se dan cuenta de que, el premio a conseguir es, sentirse peor tras la lucha, tanto física como mentalmente.

Puede que ambos tengan su parte de razón en lo que discuten, pero, como no hay razonamiento, sino solo, una emoción desbordante y dañina, lo único que percibe cada cual es, que tiene que salir airoso, pero sin aprender nada, y sin mejorar la situación por la que discutían. Es más, la mayoría de las veces, esa situación puede que empeore, ya que, no se ha reflexionado nada sobre el motivo por el que se discutía. Solo ha quedado flotando en el aire, el veneno que cada contrincante trataba de lanzar a su “enemigo” para dañarle. Al final, tanto la causa por la que discutían, como la posible solución, en el caso de que hubiera, quedan enterradas por la agresividad que ambos se han mostrado el uno al otro.

El caldo de cultivo de la agresividad

Todos nos hemos visto a veces inmersos en situaciones así, puntualmente, como algo que, de repente, te ha venido, y no has sabido controlar. Somos humanos, y no siempre sabemos frenar a tiempo. El problema es, que hay personas, que se ven a menudo inmersas en experiencias, donde la agresividad está en primera persona. Personas, que han aprendido a “solucionar” todo lo que les ocurre, mediante la violencia física y/o verbal.

Actualmente, en el mundo en que vivimos, lleno de competitividad y vacío de valores humanos, parece que lo único que flota en el aire que respiramos es estrés; ansiedad; presión social; falta de tiempo; un claro predominio de las obligaciones por encima de los sueños y una gran falta de humanidad.

Por otro lado, nos encontramos con que muchas de las heridas del pasado se encuentran sin curar; las frustraciones acumuladas, salen al exterior de forma incorrecta en cada respiración y existe una falta generalizada de satisfacción personal.

A muchas personas también les ocurre, que van reprimiendo sus emociones con cada experiencia vivida, por no generar conflictos, o por no saber manejar las situaciones, hasta que llega un punto, en el que explotan sin control alguno.

Todo es, el caldo de cultivo perfecto, para que cada vez, sean más frecuentes los escenarios en los que nuestros ojos, puedan visualizar la agresividad en estado puro, y de forma cada vez más normalizada en nuestra sociedad.

Todo parece que flota como una nube, por encima de cada cabeza, haciendo que cada vez sea más fácil, que la agresividad domine en las personas que sienten insatisfacción en lugar de felicidad.

Cuando lo vivimos desde la cuna

Sin tenernos que alejar de las situaciones cotidianas, nos encontramos muy a menudo, con la manera en la que actuamos frecuentemente con nuestro círculo más cercano, volcando en ocasiones, todo lo que nos daña de la peor manera, en los más inocentes, que son a su vez, los que más aprenden de nosotros. Es decir, a veces, volcamos nuestro dolor, miedo, cansancio y frustración en nuestros hijos, de la manera más fácil y sin pensarlo dos veces antes de actuar. Esto ocurre por ejemplo, cuando no sabemos canalizar la rabia que nos produce que no nos obedezcan, o que no hagan lo que nosotros les marcamos, también cuando hacen cosas que no son de nuestro agrado, o simplemente, cuando hemos tenido un mal día y no aguantamos el hecho de tener que atender, lo que nuestros pequeños nos demandan.

Muchas veces, o bien porque estamos saturados de problemas, o bien, porque no somos capaces de manejar correctamente el comportamiento de nuestros hijos, nos sentimos vencidos por ellos, y lo único que se nos ocurre es gritarles, por miedo a perder el control de la situación. Evidentemente, muchos hemos aprendido a actuar así por imitación de los demás, sobre todo, de las personas que han estado más cerca, como nuestros familiares, maestros y amigos.

El problema es, que no nos damos cuenta de que con ese acto, lo único que conseguimos es, sembrar el miedo en ellos hacia nosotros, como a su vez, nosotros aprendimos a tener miedo de los que nos gritaban.

Cuando se maman estos comportamientos desde la cuna, a través de nuestros mayores, no solo se aprende a solucionar los problemas con agresividad, sino que también así, se consigue que nuestros niños, aprendan a solucionar los suyos de la misma manera, por pura imitación. Así, vamos creando generaciones, en las que la violencia impera y la paz interior falta. Es importante por tanto, que reflexionemos sobre la forma en la que nos comportamos con nuestros hijos, porque, aunque no tratemos de dañarles con este tipo de actos, éstos siempre tienen consecuencias negativas hacia su aprendizaje.

Si queremos que este círculo vicioso se rompa, y comencemos a tener generaciones, que sepan canalizar correctamente sus emociones, debemos empezar a poner de nuestra parte desde la infancia, haciendo ver a nuestros pequeños, con nuestro ejemplo, que hay otras alternativas mucho más efectivas y sanas a nivel emocional, de solución de conflictos, siempre, desde la asertividad y el respeto mutuo.

La tecnología ayuda

Es un hecho que cada vez, hay más violencia y más agresividad a nuestro alrededor. No solo lo aprendemos de nuestras generaciones pasadas, sino que además, cada vez hay más películas, series y juegos en los que la violencia está desde la portada hasta el final, enseñándonos de manera inconsciente, a actuar de forma automáticamente violenta, en cuanto algo nos amenaza, por mínimo que sea. Muchos niños, adolescentes, e incluso adultos, pasan horas enteras matando virtualmente a personas o monstruos terroríficos de la forma más sanguinaria, y parece que solo con ello, son capaces de desprenderse de toda la adrenalina que se acumula en su interior, como un desahogo, sin ser conscientes, de que todas esas acciones ficticias, quedan grabadas en su retina y en su cerebro.

La mente no entiende de ciencia ficción, solo interpreta lo que se experimenta, ya sea real o imaginario, convirtiéndolo después en comportamientos erróneos o distorsionados, y en la creencia en este caso de que, la forma adecuada de solucionar los conflictos es, a través de la agresividad.

Lo que asoma del interior

Dicen que lo que expresas en el exterior, es el resultado de lo que se hornea en tu interior. Puede que no te hayas parado a pensarlo, pero lo cierto es, que las personas que explotan con facilidad, arrasando todo lo que encuentran a su paso, con sus arranques desmesurados de ira, suelen tener mucho dolor o frustración dentro de si. A veces es tal la presión, que no hacen falta grandes cosas para que exploten. La susceptibilidad se encuentra a flor de piel, y con solo notar una pequeña amenaza en su vida, pueden arrasarlo todo de forma desproporcionada. La reacción es automática. En ese momento, la emoción es tan fuerte que tiene que salir desbordada, sin que puedan pensar, el daño que pueden hacerle al otro con su comportamiento, ya que, en ese momento, no pueden razonar. Cuando ya ha pasado todo, suelen sentirse muy mal consigo mismos, puesto que, ellos mismos comprenden, que no se pueden controlar, y que, normalmente, empeoran la situación con sus actos.

Visto desde fuera, suele ser complicado entender, que puede que en su interior, esas personas estén sufriendo en gran medida. A veces, llegamos a pensar, que están pagando con nosotros su enfado, y nos sentimos molestos, pensando que les invade la locura, debido a sus reacciones desproporcionadas, pero sin darnos cuenta realmente, que todo lo que explota a través de su boca, es todo lo que no saben como canalizar y resolver, para sentirse mejor.

Cómo actuar

Si en algún momento te cruzas con una persona que expresa su ira contra ti, lo mejor es no ponerse a su nivel. Ponerte a gritar para defenderte es, sin duda, lo más fácil, pero el resultado es, complicar aún más lo que está ocurriendo. Lo mejor es, siempre que se pueda, tratar de alejarse lo antes posible de esa persona, para evitar así un enfrentamiento.

Si no es posible el alejamiento, es importante tratar de mantener la calma, manteniendo una postura que no sea de derrota, sino de seguridad, para evitar que el agresor se crezca, y sobre todo, tratar de no tomarte a modo personal lo que te dice, ya que, en ese momento, intentará herirte todo lo que pueda con sus palabras o gritos. Piensa que, lo único que pretende, es echar fuera todo lo que tiene dentro que le está dañando, tratando de que tú te lo quedes, por lo que, como no te pertenece, no debes aceptarlo. Si mantienes esa actitud de tranquilidad y seguridad, es probable que consigas desarmar a tu agresor, ya que no conseguirá su objetivo. Es probable que entonces, el que se marche sea él.

Si por el contrario, te sientes reflejado con la persona que grita continuamente al otro, te invito a que reflexiones qué es lo que te está ocurriendo, y trates de analizarlo profundamente, para ver por qué te encuentras extremadamente susceptible, y por qué te resulta tan difícil, controlar la emoción y encontrar la paz interior. Es importante que te des cuenta, de que lo que te sucede, tiene solución, y es positivo que seas consciente, de que siempre puedes buscar la ayuda adecuada para conseguir aplacar esa furia, que no te deja vivir plenamente y aprender a solucionar tus conflictos, de una manera adecuada.

Todos merecemos siempre tratar de mejorar nuestra vida, y al hacerlo, mejoraremos también el clima que vivimos, con las personas que tenemos a nuestro alrededor.

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Si quieres profundizar más en el tema, puedes leer:

  • ¿Defiendes tus derechos o estás a la defensiva?

  • Las emociones. Nuestra vorágine interior