ROBERTO ARLT EN ESPAÑAAna Rodríguez FischerRoberto Arlt: Aguafuertes. Compilación e Introducción de Toni Montesinos. Hermida Editores, Madrid, 2015. 539 paginas.
Dicen los estudiosos que el viaje a España de Roberto Arlt -que abarca desde el 14 febrero 1935, cuando embarca en Buenos Aires, hasta el 22 mayo 1936, en que el escritor regresa a su ciudad de origen- un punto de inflexión en la trayectoria del autor argentino. Lo confirma su hija Mirta Arlt en el prólogo a una selección de las Aguafuertes (Compañía General Fabril Editora, 1971): “Un día apareció la misma proa blanca que se hacía cada vez más ancha. Y estuvo ahí. Igual pero distinto. Sus labios apretados sonreían por los ojos con algo de gato sabio que se ha comido el pescado”.Ahora Hermida Editores nos ofrece un espléndido libro, el primero en reunir en España un número amplio de las aguafuertes que el escritor publicó enMundo Argentino (las que tratan de Marruecos) y El Mundo, las correspondientes a España, que incluyen Cádiz, Granada, Sevilla, Galicia, Asturias, País Vasco, Madrid y aledaños.Es una lectura deslumbrante, que en primera instancia nos permite ver al propio Roberto Arlt, que aquí y allá incluye su autorretrato de viajero: “Tengo las manos abarrotadas, los pies como dos bloques de nieve. Inútilmente. El sombrero hasta las orejas y me levanto el cuello de la camisa, el del saco y el del sobretodo, parapetándome tras la masa del motor”, dice a bordo de una embarcación; en los molinos de viento de Vejer lo vemos detenerse con asombro porque “el éxtasis penetra nuevamente en su corazón”; en la noche sevillana del Viernes Santo, este espectador “está mareado, tiene los ojos quemados por la luz de los pasos y la multiplicidad de sus colores y erguidas figuras”; y en Santiago, “fortaleza de la desesperación”, siente como se le enfría el corazón por la ausencia de alegría. Sabemos también que Roberto Arlt lleva consigo su cámara de fotos, que tanta ayuda le presta cuando se propone, por ejemplo escribir sobre la vida de los pescadores de Barbate o conocer el mundo gitano que se arracima en el Sacromonte granadino, donde la cámara propicia un divertido y revelador anecdotario y es además la prueba “que hará enmudecer a los escépticos”, dada la naturaleza de aquel mundo extremo: “Sus pasiones son vehementes. Ignoran el término medio. Tienen el sentido de la tragedia”, escribe Arlt, que vivió allí una de sus experiencias más intensas: “Para poder apoderarse de sus almas es menester ir hacia ellos con bellezas extraordinarias. Hombres y mujeres, se les puede mover como muñecos pero hay que mover sus sensibilidades apasionadísimas. Ser frío y ardiente”.Casi siempre lo vemos vagando o caminando al azar cuando por primera vez llega a un sitio y recorre sus calles, lo cual aporta un sin número de estampas muy vivas, pobladas por un sinfín de tipos y personajes, como sucede en el laberinto del viejo Cádiz donde los mendigos “patéticos y regocijados” lo dejan alucinado; o en Bilbao, por los márgenes de la ría, entre las traperas “que le inspiran enérgico afecto”; también en la feria de San Roque de Betanzos y por las calles de una Oviedo “transformada en un cuartel” después del Octubre Rojo de 1934, donde todos los puntos estratégicos de la ciudad -plazas, cruces de avenidas, puentes, edificios importantes- “están permanentemente custodiados por hombres con el fusil a la espalda” y la “impresión que produce tanto uniforme distribuido con fusil a la espalda en la urbe es la de haber penetrado al interior de una cárcel”.En cuanto a los propósitos que mueven sus pasos, quedan explicitados nada más poner pie en Cádiz, cuando, tras aludir al símil de quien entra en un cine y le vendan los ojos, preguntándose si alguien podría entonces hacerse una idea de la película escuchando sólo su música, Roberto Arlt anuncia su intención de eludir la visión artística de la realidad –su ángulo más favorable- para atender a otras perspectivas. La prueba más contundente de tal enfoque o confrontación la tenemos en las aguafuertes que tratan de la Alhambra y de cierto exotismo-pintoresquismo, donde la valoración del escritor es rotundamente contraria a la de los folletos turísticos: “La Alhambra es engaño para el espectador-multitud. Podrá deleitar al técnico, embelesar al especializado, dilatar las quijadas de los artistas sinceros y falsos, arrancar metros de verso al caletre de los poetas locales…”, pero al entrar en ese monumento que tanto admiraba a través de las “difusiones fotográficas”, no vacila en manifestar su decepción. Idéntica a la que siente ante otros cuadros andalusíes.La pluralidad de registros es otro rasgo que estimula la lectura de estasAguafuertes. Encontramos en ellas las narraciones del viaje, que cubre los sucesivos desplazamientos con referencia a los medios de transporte y también a los distintos escenarios que habita: posadas, fondas, hoteles, ventas, tabernas, casinos… Destaca asimismo la captación del paisaje que atraviesa casi siempre presentado con una cualidad pictórica a menudo próxima a la estética cubista: “Cubos de casas blancas, sobreponiendo tejados verdinosos […] muy abajo se contempla el río, la cinta canela de los caminos y el retreparse de los sembradíos por los altozanos”, “Un círculo de montañas dentadas, serrucho de piedra gris, elevándose sobre cónicos triángulos azules”. No elude tampoco la relación artística y vemos al viajero visitando los grandes monumentos, a veces añadiendo alguna recreación histórica, como sucede en “la ciudad de milagro y veneración”, Santiago de Compostela. Ahora bien, es el presente, la vida sucediéndose, lo que agita notablemente la mirada y la pluma de Roberto Arlt. Son extraordinarias las aguafuertes que podemos llamar reportajes, y que recogen los preparativos y la celebración de la Semana Santa en Sevilla, la subasta de pescado en el puerto de Gijón, la pesca de la sardina en Barbate, la visita a los altos hornos bilbaínos o a la mina de Lascares en Asturias, o la vida de la mujer gallega en el campo. Aquí nos encontramos con valiosos reportajes que a menudo incluyen largas escenas dialogadas, al modo de una representación dramática, ocupando así los protagonistas de esos asuntos el plano principal del relato. De esta atención a la realidad presente surgen además incisivos apuntes de psicología popular y alguna meditación sobre “el problema de España”, que no ha perdido vigencia. El debate político está también en estas páginas que alcanzan hasta el estallido de la guerra civil y cubren la turbulenta “geometría política” que la precede. Ya de regreso en Buenos Aires, tras las noticias del Alzamiento militar contra la República, Arlt redactará algunas piezas estrictamente de análisis cuya lectura, hoy, nos sigue pareciendo muy lúcida.