Aguas turbias

Publicado el 24 marzo 2012 por Abel Ros

Después de tres décadas de democracia las aguas turbias de lo público reflejan la silueta del ciudadano en el cristal de sus impuestos. La corrupción política, o dicho en términos más claros, jugar sucio con el dinero de todos, será más difícil con la inminente materialización de la ley de transparencia.
El control de la información por medio de las élites del poder  ha sido desde tiempos atrás el lubricante perfecto para legitimar la desigualdad en marcos democráticos avanzados. Es precisamente, el sometimiento editorialista de los medios de comunicación a sus fuentes de financiación la causa fundamental del control neoliberal del discurso ciudadano.

La opacidad democrática o mejor dicho, el manejo del conocimiento por parte de unos pocos, ha dejado en desamparo a millones de ciudadanos sorprendidos a diario por el titular de la corrupción. Desde la crítica intelectual debemos solicitar la "retroactividad" de la medida. No podemos contar desde cero,  sin mirar antes a la senda pisada por nuestro dinero. ¿Cuánto costó y a quién se pagó la obra nefasta del aeropuerto de Castellón? Cientos de preguntas de este calibre ponen en jaque de unas administraciones públicas que maquilladas por el discurso europeísta del "ajuste del déficit" tapan al ciudadano la ineficiencia pública en la gestión de sus recursos.

Con la nueva web tuderechoasaber.es el ciudadano de a pie puede nadar en aguas más limpias que las de ayer. La nueva ley servirá para ponerle zancadillas a la corrupción, siempre y cuando la sociedad civil sea la encargada de investigar en los fondos marinos de sus impuestos y romper de una vez por todas, esa lanza de control informativo de las élites sobre los menos pudientes, que tanto daño ha provocado a la estructura social. Es sorprendente que la monarquía como institución pública sea excluida del ámbito de aplicación de la ley de transparencia. La "justicia igual para todos" en palabras de don Juan Carlos no ha sido extrapolada al discurso cristalino del momento. Tendremos que esperar a tiempos más modernos para que las aguas turbias de la corona sean transparentes en el lago social que las refleja.

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