Águila Roja Capítulo 82 Recap: Desde Rusia con amor

Publicado el 30 abril 2015 por Criticasen8mm @Criticasen8mm

Águila Roja es el Juego de Tronos patrio. Pensadlo: reyes, nobleza, guerra, aventuras… Tal vez le falten los dragones, pero para eso están los templarios, y el Cáliz de Cristo. En lo que también se parecen, sin duda, es en las muertes. Y en un despelote mucho más arraigado en la historia de la ficción española. Eso sí, una gran diferencia es que mientras Juego de Tronos es esperado durante meses con ansia y desenfreno, Águila Roja, por su parte, sorprende hasta en las vueltas.
La semana pasada TVE decidía, por qué no, que el Águila retomaba el vuelo. Una buena noticia, sin duda, pero que deja un poco al descubierto la poca seriedad que le presentan a la serie con cada interrupción y cada vuelta inesperada. Hace ya tanto tiempo del último episodio, que seguramente necesites alguna pista. Puedes leer el recap del último aquí. ¡Alerta spoiler!
SiberiaDespués de un resumen de lo sucedido episodios atrás de tres minutos, la serie retoma en Alaska, o en algún sitio así de frio. Parece que unos soldados llevan apresado a un prisionero. No es Alaska, sino la estepa, la siberiana. El señor va a ser ajusticiado por dejar escapar a la única hija de otro señor. Entre la nieve, la lengua extranjera y todo no me extrañaría ver a un Stark paseando por allí.
El hombre pide clemencia pero los soldados le quitan las botas y es herido en un pie. Ahora le mandan correr, pero no puede. Y entonces sueltan a los perros. El señor uno no dura mucho, claro. En otro lugar, un bosque helado, vemos a la hija correr, tapada con una capa roja. A lo mejor se les ha olvidado de qué iba la serie y han puesto la que no es.
Obviamente, sobre el manto blanco de la nieve, ir de rojo no parece buena idea (y no lo es). A la chica la capturan en seguida. Resulta que el padre quiere casarla y ella que no que no. Con alguien de España, por supuesto.
Puertas¿Y Águila Roja? Quedaron jugando aquella partida de ajedrez en la Puerta Negra a vida o muerte. Y allí siguen. Según nos cuenta Satur, llevan horas allí sentados. Gonzalo pensando el siguiente movimiento. No sé, yo creo que si se tira así para un lado se libra de la trampa, pero qué sabré yo de trampas medievales dentro de los árboles. El Águila lleva ahí horas y todavía no sabe qué pieza mover.

Al final, a base de algunos movimientos, la trampa retrocede y pueden liberarse. Además, aquello propicia la apertura de la Puerta Blanca, que estaba allí también junto a la Puerta Negra, que también se abre. ¿Y ahora qué? Gonzalo decide aventurarse por la Puerta Negra, que resulta estar llena de espejos.
Satur también aparece en el mismo espacio, pero él había entrado por la Blanca. ¿Qué lugar es ese? “Para mí que el misterio nos está perdiendo el respeto”. De repente, se escucha un gruñido y algo cae del techo. Se trata de un señor muy raro con mirada asesina que logra separar a Satur del Águila y empieza a atacarles. Gracias a la pericia de Gonzalo consigue noquearle y además, a simple vista, le diagnostica el cólera. ¿Pero cómo ha llegado ahí?
Christus filiusMientras Águila Roja sale para conseguir más antorchas, Satur se da cuenta de que no se refleja en uno de los espejos. En realidad Satur es mucho más listo que Gonzalo, lo que pasa es que sin el porte y el traje, pues pierde. El espejo resulta ser otra puerta que esconde un documento con un retrato que reza Christus filius”. Satur ata cabos y lo relaciona con el hijo de Cristo.
Las convicciones religiosas de Satur, sin embargo, le hacen tomar decisiones en contra de su jefe. Decide esconderse el documento y cerrar la puerta del espejo, disimulando como si no hubiese visto nada. Qué feo. Y qué limpios estaban los espejos, ¿no? El del cólera usaría Cristasol.
Gonzalo descubre el hueco detrás del espejo y asegura que ahí había algo y alguien se les ha adelantado. Satur disimula y se desplaza a un riachuelo, saca el pergamino con el retrato, y lo mete en el agua. En ese preciso momento Gonzalo, que conoce a Satur demasiado, le pilla in fraganti. Cuando el Águila lee el contenido (porque el pergamino resulta que es water resistant), recrimina su actitud a Satur y le despide. LE DESPIDE. Bueno, le libera de sus labores de criado fiel (hasta ese momento).
RomanovEn el Palacio Real, el Cardenal Mendoza le explica al Rey que el caviar es el manjar más exquisito de Rusia. A Carlos IV no le gusta y lo termina escupiendo. Donde esté la tortilla de patatas. Resulta que es un regalo del primo del Zar, el conde Romanov, cuya hija es la que se va a casar.

Según le han contado, tiene que casarse con un español, aunque el Rey llega a pensar que todo es una estrategia para arrebatarle el Imperio. El Cardenal, sin embargo, le confiesa que una vez casados, la pareja volverá a Rusia. Así que no hay problema.
Resulta que el conde habla mejor español que alguno de la serie autóctono, mira por dónde. Y también resulta que será el Rey Carlos quien elija a su futuro marido, como estrategia para expandir el Imperio por el este de Europa.
Al tun tunCuando el Cardenal le presenta al conde a su futuro yerno, uno de los más celebras capitanes del ejército español, éste le confiesa que habrá un proceso de selección. Nada de elegir a uno ahí al tun tun. Uno de los candidatos no es otro que Gonzalo. Tiene sentido, Margarita ahora es casi monja y ahí ya no hay nada que rascar. Y Lucrecia menos, aunque por ella no será. Por supuesto, la serie no nos priva del momento baño/despelote de la rusa, que se ve que por contrato tiene que haber en cada episodio.

La prueba consiste en una yincana por el bosque. Obviamente, el capitán empieza a hacer trampas y cargarse a pretendientes conforme va avanzando. Al final, tanto Gonzalo como Satur (quién sabe cómo) consiguen llegar al final, aunque por el camino el Águila ha perdido el retrato del hijo de Cristo. Ya podía haberlo dejado en casa. Menos mal que lo recupera.
Cuando deja solo a Satur, el capitán sigue a lo suyo haciéndose camino y ahora le toca a él, al que hiere y quita de en medio. Gracias a la sangre que hay en un zapato del criado, Gonzalo descubre que puede estar en peligro, así que vestido de héroe va a hablar con el conde Romanov, que no tiene ni idea. Además, resulta que la hija es un culo inquieto y se ha vuelto a escapar. Este señor no gana para disgustos.
Ojo por ojo
En el palacio de la Marquesa, están intentando ver si pueden salvarle el ojo que, recordemos, le dañó el halcón con el que se hizo un champú pues creía que estaba perdiendo pelo. Hernán, siempre conciliador, decide matar al halcón. Ojo por ojo. Los médicos, siempre tan sabios, no tienen mejor idea que la de echarle en la herida aceite caliente y sal. Al final le tienen que coser el ojo.

Margarita, que está ahora más en el palacio de la Marquesa que antes cuando trabajaba allí, intenta animar a Lucrecia como sea. Ésta le pide un favor: que vaya a buscar al vidriero. Momentazo cuando ambas se enteran a la vez de que Gonzalo también ha ido a encandilar a la rusa. El vidriero lo necesita para construirse un ojo de cristal. Ahora, ante el rechazo de Gonzalo, parece que hasta se hacen amigas.
En esto yo pongo las reglasPero las cosas se salen de madre. Porque Lucrecia no quiere que le cosan el ojo, sino ponerse otro. Hernán, por su parte, opina que mucho mejor lo del coser. Su hijo, Nuño, prefiere hacer caso a su madre. Ahora, inconsciente, ambos discuten sobre qué hacer. Y parece que el joven marqués, arma en mano, no está dispuesto a capitular.
Nuño consigue que no operen a su madre y le recuerda que ella hizo lo mismo con lo de su brazo. Eso sí, Hernán no se da por vencido y llega a su cuarto con tropas. Lucrecia, en un intento de plantar cara, dispara su arma con tal mala suerte que, medio ciega, le da de lleno a su hijo.

Visto lo ocurrido, o no visto, Lucrecia toma la decisión de hacer lo que el doctor le recomendó y coserse el ojo, pero antes pide un plazo de varios días, por si acaso mejora. Hernán no le hace caso. “En esto pongo yo las reglas”.

El perro del hortelano
En un giro de los acontecimientos,  un poco predecible, la joven rusa se encuentra con Gonzalo en el bosque, que va buscando a Satur. Y se la lleva a su casa, lo que pilla de lado al hijo del Águila. Alonso, que es de la opinión de que las rusas son bastante altivas, bastante rusas,tartamudea al encontrarse a la Romanova allí en su pasillo. Para colmo, allí hace acto de presencia Margarita, que tiene el don de la oportunidad.
Y empieza a hacer preguntas. Chica si le dijiste que no, qué más te dará ahora que tenga salseo con la rusa. Tira para el convento a hacer dulces. Margarita es como el perro del hortelano, ni come, ni deja comer, ni deja que se coman ni nada.
La rusa y Gonzalo llegan a un trato. Parten a buscar a Satur, pero llegado un punto se separan. Él la ayudará después. Ya como Águila Roja, consigue salvar a su criado, que hacía de espantapájaros viviente en un pequeño huerto. No sin antes tener que cargarse a un montón de gente, como en los viejos tiempos. Después se presentan los dos ante el conde ruso, que veía atónito como ya solo quedaban tres pretendientes, uno de ellos –precisamente- el capitán que le mandó el Rey.
Gonzalo dice noLa última prueba consiste en meter la mano en unas tinajas, con serpientes venenosas. Dos de ellos desaparecen de allí, y solo restan el capitán y Gonzalo, que meten la mano y descubren que están vacías. En entonces cuando el Águila asegura que puede demostrar que el capitán ha matado a muchos de los otros pretendientes. El conde le cree. Porque sí.
Así que Gonzalo es el elegido para sacarse con la Romanova. Que no quería casarse pero me da a mí que ahora Gonzalo le hace un poco de tilín. Aunque al final Gonzalo dice que no. Hombre, una vez que es él quien dice que no. Pero cuidado, porque resulta que el conde, muy molesto, decide secuestrar a Alonso. No lo liberarán hasta que Gonzalo se case y se vaya con ellos a Rusia.