Águila Roja Capítulo 86 Recap: Miércoles de pasión

Publicado el 21 mayo 2015 por Criticasen8mm @Criticasen8mm

Ya hemos llegado al capítulo número 86 de Águila Roja. La serie sigue a lo suyo y el episodio anterior nos dejaba con muchas dudas y preguntas importantes. En este, la cosa se pone tensa.¡Alerta spoiler!
La hembra tira a castaña
Satur se da cuenta, como todos nosotros, del poderío seductor de Gonzalo. En su féretro improvisado encontró una bolsita con un mechón de pelo. Nosotros sabemos que aquella que lo dejó allí no es otra que Lucrecia, pero él no. Así que está haciendo sus averiguaciones. Es interrumpido por Gonzalo, que marcha a seguir su búsqueda del sucesor de Jesús.
Antes de partir, le pregunta sobre un saco de maíz, por si aquello (tan novedoso en aquel siglo) se podía comer. El Águila, que pisó América antes que Colón, le asegura que sí. Pero el caso es que la torpeza legendaria del criado hace que se le caiga en saco en la hoguera. Y así, niños, es como Saturno García inventó las palomitas de maíz. Como una tonelada de palomitas de maíz.

Como era de esperar, no encuentran nada. Y Satur se pregunta si de verdad existirá ese sucesor de Jesús. Y entonces la serie nos lo muestra. Cómo no, es carpintero. No podía ser de otra forma. Estaríamos locos.
Cuando estabais entero
El Comisario se enfrenta a las reticencias del Cardenal. Ahora que tiene una mano mecánica y se parece un poco más a Darth Vader, después de quedarse sin dedos, Mendoza no piensa que pueda hacer su trabajo –y sus trabajos- igual de bien. Son interrumpidos por un emisario del Vaticano, que busca al Monseñor Adrián con un mensaje. No se lo deja en custodia, pues el Monseñor no está allí, así que el Cardenal dispara al mensajero. Con el Comisario allí presente. Por qué no.
En Roma saben de la existencia de un sucesor de Jesucristo. Y para ello mandaron al Monseñor a Madrid, porque por allí andaría. No solo saben que tiene 30 años (?) sino que, además, tienen conocimiento de una señal que tiene en su cuerpo. Ojalá sea una cruz. La misiva instaba a Adrián a cargarse al sucesor, lo que sin duda hace pensar a Mendoza.

Hernán no tarda en ponerse a buscar por todo Madrid al señor sucesor. Se llevan a todos lo que tienen 30 o así, aunque hay quienes no saben su edad a ciencia cierta. Para subirle emoción al asunto, en el barrio de Gonzalo tiene lugar una invasión de langostas. Muy bíblico todo. Reviviendo el Éxodo.
A cal y canto
El duque de Bercero ha caído en la trampa de Lucrecia y ha muerto después de accionar su caja de música. Era un plan arriesgado, pero ha dado sus frutos y la Marquesa puede respirar tranquila. Se dirige junto a Catalina en el carruaje con el cajón de su querido muerto de paquete detrás. Tenía que recuperarlo.
En el viaje se encuentran a la condesa de Yanes, despechugada, subida a un caballo. La van a pasear así por toda la Villa, por adulterio. Aquello enfurece a Lucrecia. El conde de Yanes tiene amantes, pero ella no puede darse alguna alegría al cuerpo. Precisamente, el Comisario recibe la visita de una señorita que viene a devolver una prenda que se le olvidó en su último escarceo.

Eso indigna todavía más a la Marquesa, que empieza a tramar un plan. Hace llamar a todas las nobles de su grupi, ha montado un grupo de lectura. Empezarán por El Buscón, de Quevedo, una historia que Catalina sabe que es bonita. No la ha leído ni nada, pero por las tapas seguro que sí. El título, ni elegido adrede: cuando quedan solas, de una puerta secreta de la sala empiezan a salir maromos descamisados. Porque Lucrecia acaba de inventar los boys.
Batman
Águila Roja sabe que el sucesor está por ahí fuera, pero necesita información. Y, con buen ojo, visita el convento de Margarita, que seguro que el Monseñor sabrá algo. Dentro del colchón, Gonzalo descubre el anillo y la libreta de notas de Adrián, con sus dibujos del descendiente.
Tiene que esconderse en el techo, en plan Batman, para que no le descubra el Monseñor. Estando allí colgado se entera del interés de Adrián por Margarita (que lo hay, claro que lo hay), y que no está allí, sino que se ha marchado de retiro espiritual.

Una de las monjas, de repente, empieza a convulsionar y llorar sangre. Además, le sangran las muñecas. Y el otro allí colgado. ¿Tendrá Satur razón y todo aquello es una revisión religiosa de la Biblia? ¿Deben de seguir buscando?
Lectura interruptus
Lucrecia ha habilitado un ala entera de su palacio para su nuevo negocio de citas y cuernos. Alcobas señoriales para encuentros pasionales. Su amiga Valentina está muy interesada en una lectura, pero está preocupada por las consecuencias. La Marquesa ha pensado en todo y resulta que los chicos al servicio son mudos, así que no dirán nada.
Lucrecia insta a sus amigas a recomendar el lugar, a base de escarceos lujuriosos se costeará su viaje a África. Recibe la visita de Irene, que quiere apuntarse a lo de leer, sin saber la verdad. La joven se piensa que la negativa de la Marquesa es algo personal. Y en parte lo es, pues le cae bastante mal. Y se nota, no disimula nada.

Sin embargo, Lucrecia tiene otros problemas: Valentina ha perdido su alianza de bodas en plena refriega extramarital. Ambas buscan como locas el anillo, pero no está por ningún lado. Lucrecia entonces descubre que se lo robó el hombre con el que estuvo. En ese preciso momento entra en la sala a rastras de Hernán, que lo ha pillado huyendo.
Le cuentan que es su lacayo. Y Henán ve un poco raro que un lacayo mudo y medio desnudo tenga mucho que hacer en un grupo de lectura. Al menos en el leer. Es entonces cuando Lucrecia confiesa: ha montado un burdel para mujeres en su palacio.
Manuel, no te arrimes a la pared
Casualidades de la serie, Cipri y Satur visitan a un carpintero que vive a las afueras que hace buen precio. Sí, es ese carpintero. Bueno, ebanista.Alonso necesita una cama nueva. Cuando Satur se lo encuentra, a contraluz y con el halo místico de aparición mariana, pues claro, ata cabos en seguida. Se llama Manuel (que significa en hebreo “Dios está entre nosotros”). Un aplauso fuerte para los guionistas.
El Cardenal tiene a los treintañeros de la villa despelotados en un salón, va buscando la marca divina. Que resulta que no es una cruz, sino la herida que el soldado Longino supuestamente le causó a Jesús estando en la cruz para saber si estaba muerto. Este es el episodio con más carne ever. Hay uno de los hombres con una marca, pero es porque es herrero y una vez le cayeron unas brasas.
Águila vs. Monseñor
Ninguno de ellos es a quien buscan, así que el cardenal recurre a su ejército alternativo: los curas de la Villa. Al menos nos enteramos de qué piensa hacer con el sucesor, va a matarlo. Y también acabará con cualquiera que sepa de su existencia, por supuesto. Una escena muy de El Padrino II, sin duda.

El Monseñor también sale en busca del sucesor, aunque a él no le han llegado las nuevas órdenes de matarle. En el camino se encuentra con los señores que ya había encontrado el Cardenal, pero muertos y enterrados. Es sorprendido por el Águila, que se piensa que les ha matado él. Esperábamos este encuentro, pero no así.
El Monseñor no se deja achantar por un ninja encapuchado que le cuenta que sabe lo que busca. Como no podía ser de otra forma, Adrián también es un experto espadachín porque son cosas que en el seminario se enseñan. No sabemos si el Águila lo hace por sacar información o por su amor a Margarita, pero la lucha es intensa. Gana el Águila, que al menos descubre que el Monseñor quiere proteger al Elegido (no sabe de sus nuevas órdenes, repito).
La Celestina
En la Villa, descargando la nueva cama de Alonso, Satur hiere a un perro que había allí y, el ebanista, logra que se recupere. El criado por supuesto piensa que es un milagro del Elegido. Además, vemos que Manuel lleva una marca en las palmas de las manos. Uno de los curas del barrio, sin embargo, lo está viendo todo. No dudará en contárselo todo a Mendoza.
Satur se lo cuenta todo a Gonzalo, que ante mi sorpresa se muestra escéptico. ¿Hola? ¿Lo estabas buscando no? ¿Te crees que un sucesor de Jesús vive en Madrid pero no que resucite a un perro?

Catalina, en palacio, llora desconsolada mientras lee La Celestina. Junto a Cipri, ambos descubren en el libro un cheque al portador con valor de quinientos ducados. Obviamente, no pueden cobrar ese dinero. Es un delito.
Pero eso a ellos qué. Decide ir Cipri. Catalina deja el libro de La Celestina en su sitio y deja la estancia. En ese momento, vemos a una mano enguantada y misteriosa que entra en la sala y coge el libro. Resulta ser Irene. Y pregunta a Catalina sobre el libro. El documento era para el orfanato y ahora la criada se quiere morir.
Qué cerradito está usted a la fe
Águila y Satur se dirigen a la carpintería del supuesto sucesor y encuentran en ella a su socio, muerto. ¿Se lo han llevado? ¿Han llegado tarde? Siguen buscando, y encuentran que van a ahorcar a Manuel por ladrón, una excusa por supuesto. Cuando llegan al ajusticiamiento, resulta que el señor a morir no es el que buscan. Aun así, el Águila actúa, claro. Y con la música de fondo de Piratas del Caribe.

Gonzalo tiene una teoría. El retrato de ese hombre, ese maleante, es idéntico al del sucesor. Es posible que el forajido sea el Elegido, y no el carpintero. Satur no entiende como eso puede ser y casi le explota la cabeza: un ladrón sucesor de Cristo. Además, “parecía un palmero de la cueva del Sacromonte”.
El Cardenal y el Comisario llegan a la carpintería de Manuel. Mendoza fue el que envió a sus sicarios a matarle y, sin embargo, escapó. Como señal, el lugar se llena de repente de ratas. Y, como por arte de magia, el ebanista Manuel, herido, aparece por la puerta de la casa de Gonzalo.
Hijo de Dios
En la siguiente reunión de lectura, Hernán intenta desalojar el palacio, pero Lucrecia le enfrenta. Además, aparece el marido de Valentina, que se ha enterado. El duque amenaza con que aquello no quedará así: engañaron a su esposa y le contagiaron su lujuria (ya, claro). Habrá consecuencias, la primera, relegan a Hernán de su cargo de Comisario por no evitarlo. Yo no sé Lucrecia como se mete en estos fregaos después de lo de su condena aquella.

En la Villa, Satur no puede aguantar al ver rezando a Manuel y se lo suelta todo. Que es el hijo de Dios, que por eso le buscan y que ha venido para salvarles a todos. Como es normal, el ebanista sale corriendo y el Águila tiene que volver a dar con él. Aunque lo consiguen, a Manuel terminan llevándoselo unos encapuchados, enviados por el Cardenal, que piensa crucificarlo. Y no simbólicamente.
Por último, Cipri consigue cobrar el dinero y, aunque una parte la donarán al orfanato, con otra empezarán una nueva vida. Sin embargo, la alegría les dura dos minutos: el señor que Gonzalo liberó de la horca aparece en palacio y roba algunas joyas de la Marquesa, así como el dinero que acababa de cobrar Cipri. Y a mí me suena que esto ha pasado ya. Esta pareja no gana para disgustos.