87 episodios de Águila Roja. La serie esta semana sube un poco el ritmo y por fin podemos disfrutar de un momento de paz, tranquilidad y soledad entre sus dos protagonistas principales: Gonzalo y Margarita. Por supuesto, nada dura para siempre y los momentos son fugaces y las sorpresas siempre encuentran su manera de cambiarlo todo. Puedes leer el recap del capítulo anterior aquí. ¡Alerta spoiler!
Tendrán que echarme
Las calenturrias y pecaminosas ideas de Lucrecia le costaron el puesto de Comisario a Hernán. Sabía lo de su burdel y no hizo nada o, al menos, tardó demasiado en descubrirlo (recordemos que vive allí solo Dios sabe el por qué). Pero hasta que encuentren a otro, seguirá en su puesto, claro.
“Si quieren que me vaya, tendrán que echarme”. Y resulta que eso tarda exactamente 14 segundos en pasar, pues llega la notificación y tiene que hacer entrega de su arma y uniforme. Ha perdido toda su autoridad.
Por otro lado, Gonzalo y Satur parece que se dan por vencidos: se han llevado al sucesor de Cristo y no saben si vive o está muerto o qué. Y las señales siguen. No solo encontraron un río con sus aguas rojas por la presencia de sangre, sino que encima ahora en Madrid están lloviendo ranas.
Elegido
Catalina tiene que comer por dos y ahora no come ni para ella misma. Se desmaya y Cipri decide que es hora de recuperar el dinero robado que les robaron a ellos. Mientras se provee de un cuchillo jamonero que ni en Masterchef, es sorprendido por Satur, a quién la historia del embarazo le deja confuso. Y no logra convencer a su amigo para que deseche su idea de ir al bosque a buscar a los ladrones.
En el bosque, Satur le intercepta, claro. Le van a matar, aunque Cipri ha estado a punto de morir como quinientas veces ya. La cosa se pone tensacuando la banda les encuentra a ellos primero. Recordamos que el líder que le robó el dinero es aquel que seguro que es el verdadero Elegido, aquel al que el Águila salvó de la horca, por error. No le devolverá el dinero, pues ya lo ha repartido (en plan Robin Hood). No llegan a más, pues son capturados por la Guardia. Y les espera la horca. Otra vez.
“Nosotros somos los criados del maestro del barrio de San Felipe, si usted pudiese avisar de que nuestra ausencia no es por vagancia, sino por defunción”. A mí estas frases de Satur es que me matan. Al menos así confía el hombre en que Águila Roja les saque de allí. Justo después se da cuenta de que el líder de los ladrones tiene una marca en la mano: otro Elegido. Satur ya ve sucesores de Cristo por todos lados.
Más drama
El Cardenal Mendoza tiene en su poder al Elegido. Al menos al que todo el mundo cree que es, al primero. Monseñor Adrián irrumpe en la sala para intentar liberarle, pero antes de conseguir desatar a Miguel, el Cardenal le apunta con un arma. Mendoza guarda un final para ambos tremendamente evocador: los dos serán crucificados. Aunque claro, Miguel al menos podrá resucitar.
Sin embargo, para que quede todo bonito necesitan a un tercero, a un ladrón. Tienen a uno, pero se les escurre y precipita por la ventana. El hombre salta, a sabiendas que por el ruido aquello es más de un tercero. Menos mal que en la Villa por ladrones no será. Pero que se fastidie, que le ha roto la ventana.
Por otro lado, Gonzalo irrumpe en la habitación del convento de Margarita donde habita el Monseñor y le deja un mensaje, en nombre de Águila Roja, citándole al anochecer. Es sorprendido por la Superiora, pero con la excusa de que va buscando a su cuñada logra salir del paso. El encuentro entre ambos es frio. Está a punto de ser monja monja y lo suyo entonces será todavía más pecado y peor.
Ella le visita más tarde, en casa del maestro, mientras él hace flexiones descamisado mientras lee. Este chico lo tiene todo y claro, Margarita ante tal estampa tarda en reaccionar. Todo pinta genial para que ella se lo piense y acaben rodando por los suelos, pero al Águila se le caen las plumas cuando Marga le pide que le ayude a encontrar a Adrián. El monseñor anda desaparecido y le echa en falta. ¿Veis? Más drama.
Sutilezas
Lucrecia es una mujer que sabe cómo hacer para que te recuperes de los dramas. Elno de Margarita parece que se le olvidó un poco a Gonzalo gracias a ella y sus habilidades amatorias. El drama del episodio lo tiene Hernán, así que se mete desnuda en pleno día en su cama, en plan sorpresa sorpresa, pero sutil.
La sorpresa, sin embargo, se la lleva Irene cuando la encuentra en plena poseven aquí que todo esto es tuyo entre sus sábanas. “Podría decirte que no es lo que parece, pero lo es”. Sinceridad ante todo; puterío sí, pero sinceridad ante todo.
Irene se indigna, por supuesto, qué menos. Aunque recordemos que, según nos ha contado la serie, Hernán y ella son hermanos. Como sea, no hay tirones de pelo ni arañazos pues pronto aparece Hernán. Obviamente, él culpa a la Marquesa de su desgracia y no piensa retozar después de eso. Lucrecia es rechazada y así es como, mágicamente, el drama se expande por Águila Roja. De personaje en personaje, de trama en trama.
Esta fiesta es la bomba
Pedro (Álex Navarro) es ese segundo del Comisario y el único soldado a quien el Águila no ha matado ni una sola vez. Lucrecia le pide que deje reinar el caos para que así se piensen mejor la destitución de Hernán, pero Pedro no es tonto. Y Pedro sabe que la elección natural a Comisario sería la suya. No puede fallar. Así que la Marquesa tendrá que buscar otra manera de ayudarle.
Por su parte, Hernán tiene un plan loco y hace llamar a todos los nobles de la Villa en nombre de Lucrecia. ¿Querrá vengarse de la Marquesa? El caso es que se encierra con ellos en una sala del Palacio y acerca una vela a sus ropas, supongo que para hacerse explotar. Pero justo aparece Lucrecia, que se lo huele, y saca a todos de allí sin que se note. La Marquesa nota que bajo las ropas lleva un chaleco bomba artesanal. Quería vengarse de todos ellos. Y terminar con su vida.
El plan de Satur para avisar a Gonzalo de su situación falla. En la casa del maestro no hay nadie, ya que Alonso se queda con Catalina, ya que el Águila ha ido con Marga en busca del Monseñor. Pero separan a Satur del resto de apresados. ¿Qué le pasará al criado ahora? A Gonzalo y Marga se les echa la noche encima y tienen que acampar en medio de la nada. Pero no os penséis, que Gonzalo llevaba encima media casa: mantas, comida… Solo le falta sacar de las alforjas un violonchelista para amenizar la velada.
Cuanto más frio
A la pareja de cuñados, por supuesto, les acompaña una Luna llena y gigante en su idílica excursión montesa. “Si la Madre Superiora me viera aquí, a solas, con un hombre, en mitad del bosque. No sé qué pensaría”. Pocas maneras de llevar al huerto he visto yo más obvias que tumbarse literalmente entre los matojos en el bosque.
Como era de esperar, aquello no sale como ninguno quiere. Ni ninguno queremos. Eso sí, se despiertan bien agarrados, que una cosa no quita la otra. Lo normal del frío, el arrejunte. Vuelven al convento y entonces le entregan a Marga una carta de Adrián, una carta de despedida. Ya no tendrán que seguir buscando. Y se nota que la novicia entristece.
Pero lo cierto es que el Monseñor sigue estando custodiado por el Cardenal, que empieza a tener algo de miedo. Sueña con que le visita el diablo y, además, al tipo que custodiaba las cruces le atraviesa un rayo. Eso sí, tienen a otro ladrón. Y resulta ser Satur. Porque esta serie es así. Cuando el criado se entera de que le van a crucificar, le pide al supuesto Sucesor1 que haga algo, ¿pero por qué el Monseñor no se sorprende de que Satur sepa aquello? Solo lo sabía él, y el Cardenal. Y el Águila.
Sucesor2
A Hernán le pilla una horda de enfurecidos por la calle y le pegan una paliza. Ante nuestra sorpresa, sin embargo, su hermano Gonzalo no hace nada por evitarlo (al principio). Después la consciencia de héroe le hace entrometerse y pararles. Poco después al ex comisario le ofrecen trabajo. Una carta misteriosa que llega a Palacio.
Se encuentra con su nuevo empleador misterioso en un confesionario, le da dinero y le informa de que lo único que tiene que hacer es esperar. ¿Quién es esa figura misteriosa? Pues Lucrecia, cómo no. Antes Hernán, como Comisario, ya hacía mucho por ella. Ahora hará más. Por fin ha encontrado la manera de ayudarle.
Por último, Gonzalo se entera de que Satur y Cipri iban a ser ajusticiados. Águila Roja llega a tiempo de salvar a Cipri, pero no de hacerlo con el Secesor2, que muere mientras -de repente- se va la luz. En plan alegórico. Su criado le asegura que Satur fue indultado, y si no aparece es porque lo estará celebrando. Nada más lejos de la realidad, es atado junto a Miguel y el Monseñor en tres cruces, en pleno bosque. Aunque solo al Sucesor2 le tocan clavos. Está claro que en todo hay clases y clases.