Hay gente que nace por un motivo. Es curioso que alguien como yo diga esto porque parece más un argumento reformista religioso que una afirmación de una atea confesa. Pero de esta superstición estoy cada día más convencida.
Hay gente que nace para hacer feliz a todos los que le rodean. Y por un azar de la vida, esa gente suele irse demasiado pronto. Este pensamiento parece algo absurdo porque casi todos nos vamos demasiado pronto a ojos de los que nos quieren. Pero algunos casos son especialmente sangrantes.
Conocí a un hombre muy grande. Amable, sensible, cariñoso, divertido, ecuánime, sabio, de humor fino y sarcástico, de alma pura y espíritu libre. Que amó a los que le rodeaban, sin tener que hacerlo a gritos y con alharacas. Que dio su vida y sus fuerzas para ayudar a los que más le necesitaban. Que supo vivir y aprendió a prescindir de lo que no era necesario para ello. Que persiguió un sueño que espero que ahora haya alcanzado. Y sobre todo, que hizo todo eso en silencio, pasando desapercibido, sin llamar la atención.
El otro día al despedirme de él, y ver desfilar a todos los que de alguna manera fuimos parte de su vida, me di cuenta de que todos teníamos ese secreto con él. Todos sabíamos perfectamente cómo era, lo que hacía, cómo lo hacía y qué sentía. Y ninguno había necesitado que él se lo dijera para repetirlo y compartirlo con el resto de los que le acompañábamos.
Ahora con el paso de los días, y lejos de aquella cuenta atrás para la despedida, te echo de menos, se me cae alguna lágrima al día, pero suele acabar en sonrisa, casi siempre, porque de una manera muy sutil es a lo que te has dedicado siempre...
Hay gente que nace para hacer feliz. Y aunque no lo quieran, son los que más nos hacen llorar cuando se van.
ahora y siempre...