Arcadio: -"Si es por mi causa que tienes preso a mi pariente, haz que se le de libertad, pues es inocente: yo mismo vengo a darte noticia del lugar de mi morada, que él jamás supo, y además a responder otras cosas que quieras saber de mi persona".
Juez: -"Quiero perdonarle de buena gana el secreto que me ha guardado de tu fuga: no tiene que temer. Pero ha de ser con la condición que desde esta tarde sacrificarás a los dioses".
A: -"¿Qué es lo que te atreves a proponerme? ¿Conoces a los cristianos, y te parece que el temor de la muerte será capaz de hacerlos faltar a su obligación? Como si ignorásemos nosotros esta expresión del apóstol: 'Jesucristo es mi vida, y la muerte es para mí una ganancia'. Inventa el suplicio que quieras: no des oídos mas que a tu furor: obedece a todo cuanto te inspire, y verás si es fácil hacerme renunciar a mi Dios".
Entonces Arcadio fue condenado a padecer diversos tormentos: azotes con plomadas, los garfios de hierro, estiramientos en el potro, despellejamiento, pero nada logra hacer que el santo reniegue de Cristo. Así, el Juez mandó que fuera desmembrado poco a poco, comenzando por los dedos, las extremidades, para que viviendo fuera sufriendo hasta morir. Mientras duró su suplicio y Arcadio tuvo vida, no cesó de alabar a Dios, pues los verdugos no le cortaron la lengua. Confesaba el santo que solo había un Dios, que adorar a los ídolos era adorar a los diablos. Tendido en el suelo le cortaron los brazos y piernas, en tres partes, le estiraron y zafaron las caderas. Cuando ya no era sino un tronco con cabeza, viendo sus miembros esparcidos delante suyo, Arcadio exclamó: -"¡Dichosos miembros que han tenido la dicha de servir a Dios: jamás les quise tanto cuando estaba unidos a mi cuerpo, como les quiero ahora estando cortados. De mucho nos sirve estar separados, para ser reunidos en la gloria y para que de miembros mortales que son, puedan llegar a ser algún día miembros gloriosos e inmortales. Ahora es cuando son miembros de Jesucristo, ahora es cuando yo pertenezco verdaderamente a Jesucristo, lo que siempre he deseado con un extremo ardor".
Y mirando a los que contemplaban aquel atroz martirio, les dijo: -"Y ustedes que miran una tragedia tan sangrienta, sepan que estos tormentos que os parecen tan horribles no son nada para quien tiene presente la inmortalidad bienaventurada. Crean a un hombre que ya no tiene parte en esta vida: sus dioses no son dioses, renuncien su culto vano e impío y reconozcan, en fin, que no hay otro Dios que el que me consuela y me sostiene en el estado en que estoy. Morir por Él es vivir, y sufrir por él es estar en delicias. El amor que se tiene por Él jamás se entibia, jamás causa disgusto y jamás sufrirá disminución. Por recompensa de lo poco que padezco por él, voy a recibir una vida inmortal, y que me unirá a Él para siempre".
Y terminando este alegato, expiró dulcemente. Su testimonio dio coraje a muchos cristianos, que se confesaron como tales y alcanzaron también la corona martirial. Las reliquias de todos fueron depositadas en el mismo sepulcro.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.
-"Las Verdaderas actas de los Martires". Tomo II. Teodorico Ruinart. OSB. Madrid, 1776.
A 12 de enero además se celebra a
San Martín de León, presbítero.
Santos Tigrio y Eutropio, mártires.