Normalmente cuando se acerca el 1 de mayo suelo escribir algo relacionado con los derechos laborales o repasando la historia de este día, hechos como los de la factoría McCormyck y la plaza Haymarket de Chicago, pero esta vez prefiero dejar a un lado el pasado y el presente para concentrarme en el futuro. Aunque no soy ningún gurú o gran experto en la materia, sí que tengo ciertos conocimientos en el mundo laboral por diversos motivos, entre ellos porque es un tema que siempre me ha interesado, lo que me lleva a dilucidar o conjeturar cuales pueden ser a corto y medio plazo las consecuencias de esta pandemia por el virus del Covid-19 en el futuro laboral de este país.
Evidentemente la primera consecuencia será el cierre de no pocas pequeñas y medianas empresas, que son las que forman la mayor parte de nuestro tejido industrial, y la pérdida de un considerable número de puestos de trabajo, más allá de la temporalidad de los ERTE, y un drástico descenso en los ingresos por cotizaciones.
Un país endeudado, con un elevado descenso de su Producto Interior Bruto, con unos índices de desempleo nunca vistos por la mayoría de nosotros, con un gasto cada vez mayor en subsidios y con algunos buitres dispuestos a sacar beneficio de la tragedia ajena.
Una situación complicada que puede llevar al gobierno de turno a apelar a la responsabilidad de aquellos que conserven sus trabajos o puedan estar en disposición de encontrar uno, bajo consignas del bien común o de salvar la nación, lo que podría llevar a mensajes como aquél que formuló J.F. Kennedy en su día sobre “no pensar lo que puede hacer nuestro país por nosotros sino lo que nosotros podemos hacer por nuestro país”. Y bajo esta consigna o soflama pedir responsabilidad a los afortunados y a las organizaciones sindicales, como la de congelar o bajar salarios, incrementar horas de trabajo o someterse a una flexibilidad laboral para beneficio de las maltrechas empresas y la economía nacional.
Cierres patronales, poco trabajo, altas tasas de desempleo, empleos mal retribuidos y un retroceso en la calidad del empleo y tal vez en los derechos laborales. Estas son los negros nubarrones que se dejan entrever en el horizonte de este y otros países. Consecuencias negativas que deberían venir acompañadas de un temporal semidesaparición de algunos sectores empresariales y tal vez la recuperación de otros que habían perdido su peso y las circunstancias lleven a ser un recurso, como podría ser todo lo relacionado al sector primario, y seguramente bajo fórmulas de autoempleo y cooperativismo.
Tampoco es aventurar mucho decir que el teletrabajo seguramente ha recibido el espaldarazo que necesitaba para quedarse. No tenía demasiada lógica promover leyes facilitando algo tan relacionado con la tecnificación del trabajo y el uso de nuevas tecnologías, donde el lugar desde el que se prestase el trabajo o servicio no interfería en nada en el rendimiento y la calidad del mismo.
También me atrevo a pronosticar que esta crisis humanitaria ha hecho entender al empresariado y al capital el peso de la masa social del proletariado, lo que no es descabellado que les lleve en previsión de futuras epidemias o del miedo a la unidad de acción del mismo a apostar más que nunca por la tecnificación y robotización de ciertos sectores, lo que contribuiría a la destrucción de más empleo a medio y largo plazo. Motivo por el cual no son pocos los expertos y agentes sociales que en previsión del empleo que puede destruir esta mecanización llevan tiempo insistiendo que la misma debe estar sujeta a impuestos especiales.
Grandes cambios se pueden estar fraguando en perjuicio nuestro (los trabajadores/as), mientras una parte seguís confinados en vuestras casas, y probablemente en detrimento de todos. Lo único que nos puede dar cierta esperanza es confiar que de una vez los trabajadores de este país sepan dar respuesta de forma unida a cualquier cambio que pueda ir en nuestro perjuicio. Creo que a estas alturas algunos ya se habrán dado cuenta que si el proletariado no trabaja la maquinaria del capital se detiene. También espero que hayamos entendido que no hay mejores o peores trabajos, lo que hay es trabajos más duros y trabajos más cómodos, trabajos más estables y trabajos más precarios y mal retribuidos; pero todos o la mayoría de ellos son necesarios y tan honrosos como el que más.
Espero y deseo estar equivocado en algunos de los pronósticos, y desearía que entendiésemos que los héroes nos son sólo los que cumplen con dedicación y profesionalidad su trabajo, sino también aquellas/os que se niegan a aceptar la precarización y la explotación laboral y alzan la voz. Por todo ello, ante la cercanía del 1 de mayo, día del trabajador, pedir ahora más que nunca y más allá de ideales y del puesto de trabajo que podamos ocupar “unidad de acción”, pues todos los que vivimos de vender nuestra fuerza de trabajo somos proletarios, y si queremos salir victoriosos de los difíciles momentos y retos que se nos vienen encima sólo lo podremos conseguir estando concienciados y cohesionados. La unidad hace la fuerza. Feliz 1 de Mayo.
MSNoferini