Ahora, resulta que mi supuesto desconcierto sólo era un momentáneo despiste.

Publicado el 18 julio 2013 por Romanas
     El juez Carmona No sé si recuerdan ustedes esos dos o tres posts en los que yo anunciaba mi desconcierto, porque todo mi concepto del mundo real español, mi cosmologia, se había ido por los suelos cuando Ruz mandó a Bárcenas a la cárcel, después de que la Audiencia lo hubiera elegido a él, frente a un tipo como Bermúdez, para continuar la instrucción de los asuntos de Bárcenas en exclusiva. Para mí, la pervivencia del fasciofranquismo mafioso se basa precisamente en la especialisima constitución española de su poder judicial. Aquel viejo sabueso gallego que fue Franco vio con toda claridad que la justicia es el quicio sobre el que gira toda la puerta de la Administración pública de cualquier Estado, entonces, todo se reducía a sembrar la semilla del Diablo en este fundamentalísimo poder. -Si yo pudro-se dijo-al sistema judicial español para siempre, tendré la partida ganada. Y lo configuró a su imagen y semejanza. Ahora, que escribo esto, advierto la remembranza que lo que estoy escribiendo tiene con esa parte de la doctrina católica que narra el final de la tarea creadora de su Dios, cuando dijo aquello de "haremos al hombre a imagen y semejanza nuestra".  O sea que no hay nada nuevo bajo el sol que todo se repite como en una especie de ritornello ¿diabólico?  Yo divido a los hombres en genios, inteligentes, listos, pillos e idiotas.  A Franco lo incluyo entre los pillos.  Es una inmensa pillería macabra la que llevó a cabo con España.  Primero, se trataba de proteger a la SICAR, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, porque ello suponía echar siete manojos de llaves sobre el subconsciente de todos lo desdichados habitantes de este jodido país.  Si se mantenía el dominio de esta organización que yo considero tan criminal como solapada, los políticos franquistas siempre gozarían del dominio de un rebaño tan manso y resignado como ningún otro en el mundo.  Pero también supo ver que no bastaba con el adoctrinamiento psicológico en la infancia y adolescencia porque con la apertura inevitable de las fronteras intelectuales, muchos españoles aprenderían a pensar por sí mismos y entonce....  Serían colocados fuera de la ley, primero, con leyes tan repugnantes como aquélla que se tituló “para la represión de la masonería y el comunismo” y, luego, modificando paulatina y adecuadamente los distintos códigos penales para adecuarlos a lo que su propósito de dominación exigía en cada momento.  Pero todo ese andamiaje que el canalla fascista pensó para le perpetuación de su diabólica especie sería completamente inoperante si no se disponía de una base humana enteramente confeccionada “ad hoc”.  De modo que se ideó un sistema para que los jueces encargados de llevar a la práctica una legislación que siempre estaría absolutamente podrida al ser confeccionada siempre por las clases dominantes con su falso turno en el mismo poder, fueran no ya de una ideología liberalconservadora como son todas las judicaturas del mundo, sino radicalmente fascista.  De ahí mi desconcierto cuando un juez plenamente incardinado en su clase decreta la prisión de la única amenaza que se cernía sobre todo este pútrido sistema.  Y, ahora que lo escribo, me doy cuenta de que este auto de prisión quizá era la última vuelta de tuerca que dicho sistema ponía en práctica para advertir al díscolo aspirante a prometeo de lo que podría sucederle a él y a los suyos si no se sometía de una puñetera vez a las exigencias del sistema.  De cualquier modo, después de leer que el juez Carmona, titular del juzgado en donde en estos momentos de juega la batalla más importantes para la supervivencia del fascismo español, avisa ya, antes de tomar posesión, de la posible declaración de nulidad de actuaciones de todas las que hasta ahora se han llevado a cabo, aquel mi desconcierto se ha transformado en un soberano despiste que esperemos que sea pasajero.