Ahuianime, la prostitución en el México prehispánico

Por Historicon @elhistoricon

En todas las sociedades, desde la más lejana antigüedad, la prostitución siempre ha jugado un papel destacado. Su importancia se pone de manifiesto en que en el Código de Hammurabi hay varios apartados donde se recogen los derechos de quienes la ejercían y regulaban su actividad. Asimismo, en la Grecia Clásica existía una variante altamente respetada, la prostitución sagrada por parta de las hieródulas. En Roma existía un registro de quienes la ejercían y se cobraba un impuesto sobre la actividad; sin embargo, su práctica era considerada algo vergonzoso y no se permitía a las personas (tanto hombres como mujeres) que la ejercían heredar o tener propiedades; además, el testimonio de una prostituta no era válido en un juicio.

Al final del artículo encontrará el lector enlaces a artículos más detallados sobre el tema en esas civilizaciones. Por nuestra parte, trataremos aquí la prostitución en el México precolombino, ya que además de ser menos conocida, la práctica tiene connotaciones únicas que la diferencian enormemente de otras culturas. En primer lugar, la prostitución era protegida por el Estado pero era considerada moralmente repudiable. En segundo lugar, la prostitución sagrada no sólo acompañaba las ceremonias religiosas sino que también servía para hacer más llevaderos los últimos momentos de los destinados a los sacrificios. Y por último, los muy supersticiosos mexicas consideraban que las mujeres nacidas en ciertas fechas estaban casi inevitablemente destinadas a ejercer ese oficio. Veamos estas y otras cosas más en detalle.

Aunque los mexicas tenían una gran variedad de términos para referirse a la prostitución y a las mujeres que la ejercían, hay uno que servía de forma genérica: ahuianime, que significa " las que están alegres". Esto es así porque se consideraba el sexo como un gozo que los dioses concedían ante las dificultades y las angustias de la vida cotidiana. Sin embargo, no era esta la única palabra para designarlas: " las que hacen feliz", " las que andan contentas", " las que levantan la cabeza", " las que ya no asientan su corazón", " las que andan mirando a todos lados" o " las que venden sus nalgas" son los significados de otras palabras que servían para nombrarlas (al final del artículo se pondrá un glosario de términos en náhuatl, el idioma precolombino del valle de México).

La variedad de términos nos da una idea de la ambivalencia con la que eran vistas en la sociedad mexica. Por una parte, las prostitutas estaban protegidas por el Estado pues su papel en ciertas celebraciones religiosas era fundamental (y no sólo en los ritos, sino también acompañando y sirviendo a los que iban a ser sacrificados en las festividades en honor a ciertos dioses), pero por otra parte una sociedad con una moral tan puritana como la mexica consideraba la prostitución repudiable. Y es que, en contra de la imagen romántica de tolerancia que muchas veces se nos quiere transmitir de esa cultura, en materia sexual los habitantes del valle de México eran tanto o más intransigentes que los católicos europeos del siglo XVI (por ejemplo, la homosexualidad era violentamente castigada, y el adulterio se penaba con la muerte).

La aparente contradicción en esta doble visión puede deberse a varias cosas. Por un lado, si bien los dioses permitían la normal práctica sexual, el exceso o desenfreno de los placeres eróticos era fuertemente castigado (se pensaba que un exceso de sexo, incluso dentro del matrimonio, secaba la grasa corporal del hombre y lo llevaba a la muerte); por esta razón, las ahuianime eran popularmente tildadas de inhumanas, vanidosas e indecentes. Por otro lado, existía cierto "respeto" hacia las prostitutas sagradas y las militares, pero un fuerte desprecio hacia las prostitutas callejeras, de modo que en los discursos morales y en algunas palabras para calificarlas existe una actitud de rechazo y desaprobación a su comportamiento. Finalmente, la prostitución era considerada algo malo pero necesario, por lo que se toleraba a regañadientes del mismo modo que en la sociedad medieval occidental se toleraba a los verdugos.

Puesto que el oficio de las ahuianime era seducir, usaban una serie de artificios que no les estaban permitidos al resto de mujeres. Entre esos artificios se encontraba el peinado, el maquillaje, la vestimenta y el uso del lenguaje corporal. En cuanto al peinado, solían llevarlo suelto o bien la mitad suelto y echado sobre el hombro y la otra mitad trenzado (a diferencia de las mujeres "decentes", que llevaban el cabello " partido en el centro, las mitades cruzadas en la nuca y llevadas en forma torcida o trenzada alrededor de la cabeza, hacia la frente, para terminar en dos puntas levantadas que tenían forma de cornezuelos"). De hecho, las ahuianime aparecen en las imágenes con el cabello alborotado. Es curioso que las adúlteras llevaran también el cabello suelto y despeinado al recibir su sentencia, y que Malitzin (o Malinche), la amante y traductora de Cortés (y considerada traidora por los mexicas) fuera representada con el cabello suelto como una forma de desprestigiarla.

En cuanto al maquillaje, los cronistas señalan que estas mujeres " gustaban de lucir buen rostro", y para ello se ponían en la cara y las mejillas un ungüento conocido como axin, de color amarillo, aunque también usaban otros colores. Una curiosidad es que también gustaban de oscurecerse los dientes de rojo con un extracto de cochinilla, ya que ese rasgo resultaba atractivo entre los mexicas. En cuanto a la vestimenta y los adornos, tanto el Códice Florentino como el Matritense así como el cronista Fray Bernardino de Sahagún coinciden en que eran " excesivos ", pudiendo interpretarse como que los vestidos estaban adornados mucho más de lo que lo estarían los de las mujeres que no se dedicaran a la prostitución.

Por último, el tema del lenguaje corporal es muy interesante. Así, los cronistas señalan que a las mujeres "honestas" se las enseñaba que:

"No andes con apresuramiento ni con demasiado espacio, porque es señal de pompa andar despacio, y el andar de prisa tiene resabio de desasosiego y poco asiento. Andando llevarás un medio, que ni andes muy de prisa ni muy despacio; y cuando fuere necesario andar de prisa, hacerlo has así; por esto tienes discreción. Cuando fueres por la calle o el camino no lleves inclinada mucho la cabeza y muy erguida, porque es señal de mala crianza. No hagas con los pies meneo de fantasía por el camino. Anda con sosiego y con honestidad por la calle. No mires por aquí y por allá, ni vuelvas la cabeza para mirar a una parte y a otra. Mira a todos con cara serena... de manera que ni lleves el semblante como enojada ni tampoco como risueña"

De este texto podemos deducir que las ahuianime andaban de forma totalmente contraria. Asimismo, en los Primeros Memoriales se dice de las prostitutas: " Andas llamando con los ojos (guiña los ojos a la gente, cierra el ojo a la gente), andas sonriendo a la gente (vuelve el rostro, ríe, anda riendo), andas haciendo señas con la lengua a la gente, andas silbando a la gente, andas sonando las manos (para llamar) a la gente, andas llamando a la gente con las manos... Llamas a la gente con disimulo ".

Una característica de las ahuianime es que solían mascar una resina llamada tzictli, antecedente directo del actual chicle. La razón de ello era doble: por un lado les servía para limpiar sus dientes y tener buen aliento, y por otro les servía para llamar la atención de los hombres (mirándolos fijamente mientras mascaban). El tzictli era, pues, un distintivo del oficio al que se dedicaban. Otro de esos distintivos era un tatuaje en la parte baja de la pierna, que muchas mostraban al paso de los hombres haciéndoles saber de esta manera que eran prostitutas. Además, las ahuianime solían mover mucho las manos y gesticular, al contrario del resto de las mujeres, más comedidas en sus gestos.

En cuanto a la higiene personal, se señala que solían bañarse con frecuencia (al igual que el resto de la sociedad mexica) pero aplicándose después ungüentos, hierbas olorosas y perfumes que atrajeran a los hombres por el olor. En ese aspecto, los mexicas consideraban que las prostitutas atraían a los hombres con el empleo de afrodisiacos, bien en el perfume bien en las bebidas que daban a los hombres. Era común representarlas como mujeres situadas en las encrucijadas que ofrecían a los viajeros una copa con una bebida afrodisiaca, de ahí que los mexicas aconsejaran no aceptar bebida de un extraño.

Caso aparte es el de las maqui o prostitutas militares. Este término, traducido como " la que se entremete", designaba a aquellas mujeres que acompañaban a los guerreros en sus campañas. Su función era doble, ya que no sólo procuraban alivio sexual a los soldados sino que también evitaban así que éstos abusaran de las mujeres de los pueblos conquistados (algo penado con la muerte entre los mexicas). Además, formaban parte de la guerra psicológica previa a las batallas, pues insultaban al enemigo mostrando sus nalgas y también animaban a los suyos en la lucha. Se consideraba que estas mujeres eran las protegidas y las representaciones de los dioses Xochiquetzal y Cihuacoatl. Llevaban atavíos guerreros y mostraban actitudes marciales y viriles. Una curiosidad sobre ellas es que eran mujeres nacidas bajo el signo xochitl (es decir, en unas fechas determinadas del calendario), pues se creía que " las mujeres que nacieran en ellos, estarían inclinadas a la prostitución a menos que fueran penitentes y guardaran su ayuno para evitar caer en la fase del signo ".

La moneda corriente entre los mexicas eran las semillas de cacao, de modo que el pago de los servicios de las prostitutas se realizaba con ellas (normalmente el precio del servicio era de 10 semillas). Sin embargo, tenemos un caso aparte en las prostitutas sagradas, que participaban en los bailes rituales y eran asignadas a los distintos esclavos destinados al sacrificio. Así, el cronista Sahagún señala que las ahuianime eran contratadas por los señores nobles para que tuvieran relaciones sexuales con el esclavo destinado para ser inmolado en alguna de las fiestas principales. El trabajo de las mujeres públicas terminaba cuando éste moría en el altar de los sacrificios y el pago por sus servicios era el quedarse con las prendas y con todo objeto que hubiera pertenecido al esclavo.

El número de prostitutas asignadas a cada hombre objeto de sacrificio varía según la importancia de la festividad, e iba desde las cuatro que acompañaban al esclavo sacrificado en el mes de Toxcatl hasta sólo una para festividades de menor importancia. En cualquier caso, las crónicas señalan que " (la prostituta) le divertía constantemente, le acariciaba, le decía bromas, le hacía reír, le hacía cosquillas, gozaba en su cuello, le abrazaba, le bañaba, le peinaba, arreglaba su cabello, destruía su tristeza. Y cuando era el momento de la muerte del bañado (del futuro sacrificado) la ahuani se llevaba todo. Envolvía, guardaba todas sus pertenencias, todo lo que había usado para vestirse y se lo llevaba ".

Asimismo, existía un tipo de prostitución sagrada entre ciertas sacerdotisas y algunos guerreros destacados. Este tipo de prostitución era tolerada siempre que se llevara con discreción, pues en caso de hacerse pública tanto el varón como la mujer eran severamente castigados. Para el Estado era muy importante mantener inmaculado el honor y la moral pública de los guerreros, y el castigo para los transgresores era ejemplar: a él le cortaban el pelo, le quitaban sus armas y atavíos y, además, le apaleaban prohibiéndole que volviera a bailar y cantar (la principal forma de honrar a los dioses, además del sacrificio). A la mujer también se le prohibía la participación en los bailes rituales. Por último, el guerrero era obligado a tomar por mujer a la prostituta; de esa manera, se aseguraba el sustento de la mujer, y el castigo del transgresor servía de ejemplo a los guerreros para que fueran más reservados.

Curiosamente, la solicitud de servicios de los guerreros a estas prostitutas sagradas se producía llamándolas (discretamente, se entiende) a comer y llevándolas a sus casas. De hecho, el pago por estos servicios eran mantas y comida. Dicha solicitud se producía a la salida de los bailes con los que los mexicas honraban a sus dioses, y en los que participaban de forma destacada tanto los guerreros como las ahuianime.

Apéndice 1: Glosario de términos en náhualt relacionados con la prostitución

Apéndice 2: Artículos relacionados