El coche avanza por una carreterra sin apenas curvas, que a su vez discurrte por una planicie arbolada en la que el verdor se va entremezclando con lenguas de agua que se desparraman a uno y otro lado. El inmenso arenal de l´Espiguette marca el límite que separa co
San Luis, Rey de Francia, dirigió en el siglo XII las dos últimas cruzadas sobre Tierra Santa. El ingente esfuerzo realizado por aquellas agotadas sociedades mediavales acabó, como los precedentes, en catástrofe. La séptima cruzada finalizó con un Rey Luis cautivo en tierras egipcias; una vez liberado aun conservó los ánimos para organizar una octava expedición, la última, que le llevaría a morir a Túnez víctima de una epidemia de tifus. La flota de cruzados, descabezada, terminaría devorada por una tormenta y en el fondo del mar.
Si traemos aquí a una de las figuras más emblemáticas de la época de las Cruzadas junto con el célebre Ricardo Corazón de León, es porque la testarudez de Luis IX permitió a Francia contar con su primer puerto en el Mediterráneo, que quedó ubicado en una inhóspita marisma en la que únicamente había una torre de vigilancia y un castillo: Aigues Mortes. De la primitiva fort
Acabados los días de las Cruzadas y de aquellas otras guerras "de religión" que imprimieron su carácter a la fortificación, hoy no queda más que el vuelo de la imaginación del visitante, que se escurre por cada rendija de la gran obra de los "operativos" levantada sobre la ciénaga de Aigues Mortes, y que finalmente obliga a recordar que el tiempo pasa e, indefectible, todo lo cubre con el manto del silencio, como ha hecho con los pormenores de la vida de estas piedras y la identidad de quienes las hicieron perfectas.
* Todas las fotografías que ilustran este apunte has sido realizadas por el autor del blog.
Et si omnes, ego non.