El "skyline" de Ainsa, formado por la torre de la iglesia y los tejados de las casas de piedra, se recorta contra la Peña Montañesa, que se encuentra a su espalda, en un atardecer dorado ofreciéndonos todo un espectáculo. Es una villa medieval situada en el Alto Pirineo de Huesca, cuyo casco histórico está declarado Conjunto Histórico-Artístico desde 1965 y actualmente es un centro turístico de relevancia, por lo cual ha sido declarada capital de Turismo Rural 2018.
Además,
Ainsa ha sido incluido en la Asociación de “Los pueblos más bonitos de España” por ser uno de los municipios más turísticos de la provincia de Huesca, y también por la singular arquitectura, mantenimiento de sus fiestas, tradiciones y costumbres.
Y ahora vamos a visitar esta preciosa villa.
En tu visita a Ainsa lo primero que vas a encontrar cuando dejas el coche en el aparcamiento es la Torre de Homenaje del Castillo, construido en en el siglo XI, y que formó parte de la línea de defensa de los territorios cristianos. Este fue el embrión de la villa, que se convirtió en la capital del condado de Sobrarbe. En la mencionada Torre puedes encontrar actualmente el Eco Museo de la Fauna Pirenaica.
En la Edad Media la villa fue amurallada y atravesando el inmenso patio de armas llegarás a sus muros construidos con grandes arcos de medio punto. Esta muralla que rodea toda la villa, construida sobre una colina flanqueada por los ríos Cinca y Ara la hacían un bastión inexpugnable.
La muralla te tapa la vista de la población ya que tienes que pasar por una angosta puerta para acceder al pueblo, pero si subes a la muralla se abre ante ti una magnífica panorámica, escondida al otro lado, de toda la población enteramente construida en piedra, llegando la vista hasta el Embalse de Mediano al fondo.
La Plaza Mayor porticada, con suelo de adoquines, alberga la mayor parte de restaurantes y bares con sus terrazas. Al fondo, el Ayuntamiento preside este rectángulo perfecto de piedra. Se construyó entre los siglos XII y XIII, y era donde se celebraban ferias y mercados, siendo posiblemente la única plaza de España donde se conservan todos los edificios originales.
Bajo las arcadas de medio punto y ojivales, los lugareños y turistas podrán guarecerse de las inclemencias del tiempo, cuando empiecen a caer las primeras nieves del duro invierno en este pueblo de los Pirineos aragoneses.
Tras la Plaza Mayor y del Ayuntamiento, la Torre de la Iglesia de Santa María construida en el siglo XI, con fines religiosos, pero también defensivos y de vigilancia, lo que queda patente en las saeteras en sus muros.
Siguiendo la calle donde se encuentra la iglesia y bordeando sus muros, a mano izquierda se encuentra el precioso conjunto formado por la Casa del Hospital que está unida a la iglesia de Santa María por el Arco del Hospital.
A través del arco ves enmarcada, como en un cuadro, la Peña Montañesa con los tonos ocres y verdes a sus pies.
Atravesamos el arco, y mirando hacia atrás, nos encontramos con la portada de Casa del Hospital, ahora un hotel, y enfrente de nosotros una espectacular vista del río Cinca.
A la izquierda bajo la Peña Montañesa.
Y a la derecha su unión con el cauce del río Ara que bordea también la villa por el suroeste, para confluir juntos en el embalse de Mediano.
Nota de la fotografía.- Este contraluz está buscado para obtener los halos que se producen al entran la luz por el costado del objetivo
Lo que ves ahora en la foto es una Nabata al pie de una parte de las murallas, con el castillo al fondo. Lo que es una Nabata y su historia es digna de contártela.
Durante siglos la madera de los bosques del Pirineo aragonés se cortaba en invierno y se bajaba de las montañas en primavera, dejando correr los troncos por los afluentes del Cinca. Pero al llegar los troncos a los ríos Cinca y Ara, en las localidades de Laspuña y Puyarruego, los montañeses unían los troncos en "paquetes" formando balsas, sin usar clavos, sino atándolos con las flexibles ramas de sarga que se encuentran en la orilla de los ríos. Con un timón superpuesto en la popa y dos remos en la proa, tres o cuatro hombres transportaban flotando estas balsas hasta el río Ebro, para llegar a Zaragoza y hasta Tortosa, en el Mediterráneo, donde era utilizada la madera para construir puentes, castillos en el Valle del Ebro o los barcos de la Armada Real.
En 1949 tuvo lugar la última bajada de una Nabata por el río debido al comienzo del transporte por carretera y a la construcción de embalses que impedían la navegación. Los nabateros que no perdían la vida en el viaje volvían andando durante cinco jornadas a sus casas, con una nueva aventura en sus espaladas y en su recuerdo.
Para no perder esta tradición, desde 1983 se hace un descenso de 10 km en Nabata el penúltimo fin de semana de mayo, organizado por la Asociación de Nabateros del Sobrarbe, entre las localidades de Lapuña y Ainsa.
Sorprendente la historia ¿verdad?.
El trazado de la pequeña villa consiste en dos calles paralelas en las que puedes encontrar las reacias casas montañesas de piedra de anchos muros.
Con arcos apuntados.
Y con portadas, rejas y ventanas adornadas con pequeñas columnas como éstas del Museo de oficios y artes tradicionales.
Y esto es todo sobre Ainsa, espero que haya sido de tu interés.
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